Misión 41: El Cuco

PoV

Larys

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Le da instrucciones a Queso en persona y a Isembard por carta.

Tokens

Queso

Queso derretido

Es el que viaja

Pelaio

Tiene tentáculos frágiles

Mantiene las comunicaciones secretas

Isembard Arryn

Este tío me cae mal

Prepara el terreno

Ejércitos

No

Objetivo

Queso debe asentarse en Puerto Gaviota y hacerlo sin que nadie lo reconozca.

Misión

Tras el infanticidio real Queso tenía órdenes de desaparecer. Eso no significaba que ya no estuviera al servicio de Larys, solo que ya no podía trabajar en Desembarco hasta que fuera seguro. Las indicaciones de Larys fueron que marchara hacia Puerto Gaviota donde le esperarían agentes suyos. Allí, Isembard Arryn debe conseguirle un lugar para vivir y poder permanecer escondido hasta que se le requieran nuevos servicios.

Queso viajará sin llamar la atención, subiendo a barcos de pescadores cuando sea necesario e improvisando si lo requiere la situación, es decir, nada de cruzarse con gente que lo pueda reconocer.

Localización

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Desde Desembarco del Rey hasta Puerto Gaviota
Un pequeño grupo necesita 2 días para ir desde Desembarco del Rey hasta Puerto Gaviota

  • 8 hexágonos de caminos, a marcha normal en 24 horas
  • 1 hexágono de costa, a marcha normal en 2 horas
  • 4 hexágonos de difícil (bosque, colinas, pantano …), a marcha normal en 24 horas
  • 2 hexágonos de costa, a marcha normal en 4 horas

Roleo

La noche cubría el camino como un manto de sombras y peligros. Queso avanzaba con pasos rápidos, su silueta encorvada bajo una capa deshilachada que apenas lo protegía del viento. Desde que abandonó Desembarco del Rey, cada ruido, cada movimiento en la maleza le hacía girar la cabeza, sus dedos siempre tensos sobre el cuchillo que llevaba en el cinto. Era un hombre marcado, el hombre más buscado de Poniente, y lo sabía. La recompensa por su cabeza era tan alta que hasta los mendigos soñaban con entregarlo.

El primer tramo de su viaje, hasta cruzar los campos al sur del río Aguasnegras, había sido relativamente sencillo: pequeñas aldeas donde se perdía entre jornaleros y campesinos, tabernas llenas de bebedores demasiado borrachos como para fijarse en él. Pero a medida que se adentraba en tierras menos pobladas, el aislamiento se volvía su peor enemigo. No podía pagar comida ni refugio sin correr el riesgo de que alguien lo reconociera. Su nombre y rostro estaban en boca de todos, desde los guardias reales hasta los niños que jugaban a ser héroes cazando al infame asesino de los infantes reales.

En una noche particularmente fría, Queso decidió robar un caballo de un campamento abandonado en las colinas cercanas a Valleoscuro. Pero la suerte le fue esquiva. Apenas había recorrido una milla cuando escuchó los gritos de un grupo de hombres que, al parecer, lo habían visto huir con el animal. Se vio obligado a abandonar la montura y escabullirse entre los arbustos hasta llegar a un arroyo helado. Allí pasó horas inmóvil, sumergido hasta la cintura, mientras los hombres lo buscaban con antorchas. Cuando finalmente se alejaron, salió temblando y con los dientes castañeteando, pero vivo.

Con el tiempo, aprendió a moverse como una sombra. Cambiaba su apariencia constantemente: un día era un mendigo harapiento, otro un comerciante de telas con un sombrero ridículo, y otro más un leñador con una barba falsa hecha de musgo. Pero cada vez que veía un grupo de soldados o un cuervo sobrevolando el cielo, sentía que todo su disfraz se desmoronaba y que su hora había llegado. El peso del oro que llevaba consigo no ayudaba; sabía que tenía que guardarlo para pagar sobornos y asegurar su paso hacia Puerto Gaviota, pero el mero sonido de las monedas lo hacía sentirse aún más vulnerable.

Una de las mayores vicisitudes llegó cuando, cruzando un puente estrecho en un desfiladero, se topó con un grupo de mercenarios. Eran hombres curtidos, con cicatrices en los rostros y las manos manchadas de sangre seca. Uno de ellos, un gigantón con una nariz torcida, le preguntó adónde se dirigía, y Queso, con su sonrisa maliciosa característica, mintió diciendo que iba a ofrecer sus servicios como cocinero en Poza de la Doncella. Los hombres lo dejaron pasar, pero no sin antes registrarlo con miradas suspicaces. Por suerte, su oro estaba oculto en un doble fondo de su bota, y no levantó sospechas.

Finalmente, después de semanas de hambre, frío y paranoia, Queso divisó la costa del Valle. Su cuerpo estaba agotado, pero su mente seguía alerta. Ya solo faltaba conseguir un barco. Poca cosa comparado con haber llegado allí.

Un mensaje llega desde Puerto Gaviota. En la clave que tan solo Queso conoce.

Ha llegado, sano y salvo, la ciudad es un hervidero, Lord Sunderland está allí, tras haber intentado romper el sitio de Soto Gris (y fracasar).

Lord Royce ha vuelto a Piedra de las Runas. Hay unos 8000 hombres defendiendo la ciudad, la mayoría hombres de las Tres Hermanas. El control de la ciudad es de Lord Sunderland, ni los Grafton ni Isembard tienen mucho que mandar.

Pelaio ha tenido que usar muchos recursos para esto, sufre 1 punto de daño.