PoV: Lysa Arryn
Tokens:
- Harrold Hardying (Prestigio - Comandante: Ileso
- Lyn Corbray (Comandante - Marcial): Ileso
Objetivo: Mantener el token “Señor de los Secretos” de Petyr Baelish, o cambiarle el nombre
Misión: Utilizando todo el control que tenía Petyr Baelish, Hardying tratará de hacerse cargo de toda la red que tenía Petyr con respecto a sus informantes, prostíbulos…además es una buena forma de tener el control de lo que pasa en Desembarco del Rey.
Rol:
Desembarco del Rey nunca había sido una ciudad tranquila, pero tras el asesinato de Petyr Baelish, la tensión se podía palpar en cada rincón. Las sombras eran más largas y las miradas más furtivas. En medio de esta atmósfera enrarecida, dos hombres trabajaban en silencio, tejiendo una nueva red de intrigas y secretos.
Harrold Hardying, el nuevo capitán de la Guardia Dorada, había asumido su puesto con determinación. Sus orígenes en el Valle le habían enseñado la importancia de la lealtad y el honor, pero también la necesidad de ser astuto y adaptable. Lyn Corbray, uno de los capas blancas del reino, compartía con él una historia similar de nobleza y conflicto. Aunque sus caminos se habían cruzado de manera fortuita, ambos sabían que debían unir fuerzas para restaurar el control sobre la red de espionaje y los prostíbulos que Baelish había manejado con mano experta.
Una noche, en la seguridad de una sala privada en el Torreón de Maegor, Harrold y Lyn se reunieron para trazar su plan. Las velas parpadeaban, proyectando sombras danzantes en las paredes de piedra.
—La red de Baelish estaba en todas partes —dijo Harrold, su voz firme—. Necesitamos recuperar ese control, pero hacerlo sin llamar la atención.
Lyn asintió, sus ojos afilados brillando con una mezcla de determinación y peligro.
—Conozco a algunos de sus antiguos agentes. Puedo persuadirlos para que trabajen para nosotros, pero debemos ser cuidadosos. Muchos aún temen las represalias de sus enemigos.
—De acuerdo. Yo me encargaré de los prostíbulos. Baelish tenía una manera de mantener a todos contentos, desde los nobles hasta los plebeyos. Si podemos restablecer esas conexiones, tendremos acceso a información valiosa.
El primer paso de su plan fue localizar a los antiguos informantes de Baelish. Lyn, con su habilidad para moverse entre las sombras, se encargó de encontrar a aquellos que habían trabajado para el difunto maestro de los susurros. Utilizando su posición como capa blanca, se acercó a ellos con promesas de protección y recompensas.
Harrold, por su parte, comenzó a visitar los prostíbulos más notables de la ciudad. Sabía que estos lugares eran más que simples negocios de placer; eran centros neurálgicos de información. Con su presencia imponente y su habilidad para la diplomacia, logró ganarse la confianza de los administradores y las trabajadoras. Les aseguró que bajo su mando, el equilibrio que Baelish había mantenido sería restaurado.
Una noche, Harrold y Lyn se encontraron en “El Dragón Dorado”, uno de los prostíbulos más famosos de Desembarco del Rey. En una habitación privada, discutieron sus avances.
—He convencido a varios de los antiguos agentes —dijo Lyn, sirviéndose una copa de vino—. Están dispuestos a trabajar para nosotros, pero quieren garantías.
—Las tendrán —respondió Harrold—. Yo he hablado con varios administradores de prostíbulos. Están dispuestos a cooperar siempre y cuando mantengamos el orden y los protejamos de cualquier represalia.
El proceso de reconstrucción fue lento y meticuloso. Utilizaron métodos discretos para comunicar órdenes y recibir información. Los prostíbulos volvieron a ser lugares donde los secretos fluían libremente, y la red de espionaje comenzó a tejerse de nuevo, cada vez más robusta y efectiva.
A medida que su control sobre la red se fortalecía, Harrold y Lyn se dieron cuenta de que su alianza era más poderosa de lo que habían imaginado. Harrold, con su liderazgo y presencia imponente, y Lyn, con su astucia y habilidades clandestinas, formaban un equipo imparable.
Desembarco del Rey volvió a ser un lugar donde las sombras susurraban secretos y los prostíbulos eran centros de poder oculto. Harrold Hardying y Lyn Corbray, unidos por una causa común, demostraron que en el juego de tronos, la astucia y la lealtad eran armas tan poderosas como la espada.
Y así, en el corazón de una ciudad llena de intrigas, dos hombres trazaron su propio camino hacia el poder, asegurándose de que el legado de Petyr Baelish no fuera olvidado, sino transformado y controlado por nuevas manos.