PoV
Larys Strong
En persona.
Tokens
El Patizambo
Larys Strong tiene una pata chula.
Se implica en persona
Consejero de Rumores y Lord Confesor
Dos cargos por el precio de uno.
Su voz es una de las que escucha el rey
Conspiración de la Ciudadela
Van de buena gente pero no lo son.
Algún maestre apoya a Larys
Ejércitos
No
Objetivo
Los dragones deben luchar.
Misión
Estamos en los últimos compases de la Danza de Dragones y Larys cree que si los dragones no luchan podemos vernos en una situación en las que aún haya dragones vivos al final de la guerra. Por ello va a intentar convencer a Halaena Targaryen de que monte a su dragón y luche por la causa de su esposo. Para hacerlo va a jugar las bazas del futuro de su único hijo vivo y de lo que le espera si no ganan la guerra; como es muy probable que Halaena no quiera dejar solo a su hijo, le dirá que él velará por su seguridad junto a la reina madre Alicent. Se ganará su confianza para que crea que el niño estará seguro y luego le pedirá que Halaena vaya a luchar junto a Aegon a Harrenhal o al Valle, donde ella crea que es mejor (preferiblemente Harrenhal).
Si es reacia a marchar, tendrá que forzar más la situación y manipularla para que quiera vengar la muerte de sus hijos y centre todo su odio sobre Daemon; este, sin embargo, está en el Valle creo así que no iría a los Ríos donde quiero que se enfrente a Rhaenys.
Pedirá a algún Maestre que si la reina Halaena está tomando algo, le cambien la receta para volverla más sugestiva y si no la está tomando, que le recomienden tomar algo. Ya sea algo que la excite o que la vuelva más irritable, lo que sea que pueda ayudar a dejarse convencer y querer salir a luchar.
Sea como sea, lo que me vale es que Halaena luche y muera algún Targaryen y su dragón.
Localización
Desembarco del Rey.
Roleo
La luz del atardecer teñía las estancias de la Fortaleza Roja con tonos dorados y rojizos, como si el mismo cielo presagiara la sangre derramada en los Siete Reinos. En una sala adornada con tapices de dragones y estandartes verdes, Larys Strong permanecía de pie, su mirada fija en Helaena Targaryen. La princesa estaba sentada junto a una ventana, sus ojos perdidos en el horizonte. Alicent Hightower, de pie junto a ella, le acariciaba la mano con ternura materna, aunque su rostro estaba tenso y preocupado.
—Princesa Helaena —dijo Larys con su voz suave, serpenteante—, vuestro esposo os necesita. Vuestro hijo os necesita.
Helaena no respondió de inmediato. Sus ojos seguían clavados en el cielo, donde las sombras de los dragones que una vez surcaron esos mismos cielos parecían ser solo un recuerdo doloroso. Finalmente, habló con voz apenas audible.
—¿Para qué, Lord Larys? Los dragones solo traen muerte. ¿Acaso no hemos perdido suficiente ya? —Sus ojos, vidriosos, se posaron en él—. Mis hijos…
Alicent apretó la mano de su hija, su mirada clavada en Larys, advirtiéndole que tuviera cuidado. Pero él, como siempre, no se dejó intimidar. Se inclinó ligeramente hacia adelante, su tono adoptando una suavidad calculada.
—Princesa, entiendo vuestro dolor. El crimen cometido contra vuestros hijos no tiene perdón. Pero los que les arrebataron la vida siguen libres, y los enemigos de vuestro esposo, de vuestra familia, avanzan. —Larys hizo una pausa, dejando que las palabras se hundieran en la herida abierta—. Montad vuestro dragón, acudid junto a vuestro esposo. Mostrad a los enemigos de los Verdes que la Casa Targaryen no se doblega. Que aún queda fuego en la sangre.
—Daemon… Rhaenyra… —murmuró Helaena, temblando. El nombre de su medio hermana era un puñal en su corazón.
Alicent intervino entonces, con la voz firme pero cargada de una preocupación desesperada.
—Helaena, lo que dice Lord Larys no es una simple estrategia. Es la única manera de asegurar el futuro de tu hijo, tu único hijo vivo. Si no hacemos algo, los Negros lo arrebatarán todo.
Larys asintió, su mirada fija en Helaena como un depredador observando a su presa más vulnerable.
—El pueblo necesita ver fuerza, princesa. Necesita ver que los dragones aún vuelan por el rey legítimo. ¿Acaso no merece vuestro hijo ese sacrificio?
Helaena cerró los ojos, sintiendo el peso de las palabras caer sobre ella como una losa. Sabía que había verdad en lo que decían. Pero también sabía que el dragón que una vez le pareció majestuoso ahora le parecía una bestia de muerte.
—Lo pensaré —susurró finalmente, con la voz quebrada.
Larys se enderezó, satisfecho. Sabía que había sembrado la semilla de la duda, la necesidad de actuar. Se despidió con una leve inclinación y se retiró, dejando a madre e hija en un silencio cargado de dolor.
Mientras caminaba por los pasillos de la Fortaleza Roja, Larys sonrió para sí mismo. Las piezas del juego se estaban moviendo. No importaba si Helaena montaba a su dragón por convicción o por miedo; lo único que importaba era que lo hiciera.