PoV
Larys Strong
Mediante carta
Tokens
Isembard Arryn
No sé cómo sigue vivo
Participa en persona
Maestre Pelaio"
No sé cómo sigue vivo 2
Participa en persona
Queso
No sé cómo sigue vivo 3
Participa en persona
Ejércitos
No
Objetivo
Infiltrar a Queso en el ejército de los Arryn para poder asesinar a algún VIP.
Misión
Isembard irá junto a Pelaio y algunos hombres, entre los cuales estará Queso, para proponerle a Lord Corbray la rendición de Puerto Gaviota. La rendición es “real” porque Sunderland abandonará la ciudad e Isembard lo que quiere es que se le reconozca como Señor de Puerto Gaviota en tanto los Grafton actuaron contra los Arryn y Rhaenyra (en algún momento se le ofreció eso a Isembard sin saber que era mi token).
Eso sí, en cualquier caso se pide que el hijo de Lord Grafton sea perdonado y se le permita quedarse en la ciudad aunque sea sin el puesto de Lord. Los Grafton no deben ser castigados más allá de perder el señorío.
Si se aceptan las condiciones, lo que se hará es entregar la ciudad pero con la única intención de que Queso se infiltre entre los ejércitos de los Arryn y llegue en algún momento a coincidir con Lady Arryn o Daemon y tratar de asesinarlo.
El asesinato puede ser en la tienda de Lady Arryn, de Daemon, en Puerto Gaviota, me da igual. Estoy dispuesto a retrasar la resolución cuanto tiempo sea necesario siempre que Queso encuentre el momento idóneo y que pueda estar frente a uno de esos dos objetivos.
Isembard y Pelaio lo que hacen es ser una distracción para que Queso se infiltre; su rendición es real.
Incluso si los Sunderland no aceptan irse de Puerto Gaviota, Pelaio volvería a la ciudad mientras que Isembard se quedaría con quien hiciera falta para demostrarles que ha elegido bando y ese bando es el de los Negros.
Lo he hablado con Sunderland, él debe decidir si marcharse o quedarse. Mi plan puede seguir adelante tanto si entrega la ciudad como si no ya que Isembard se queda con Corbray o vuelve a la ciudad con él. Y Queso con ellos.
Localización
Puerto Gaviota
Roleo
El viento del mar soplaba frío aquella mañana, arrastrando el olor salado hasta donde Isembard Arryn esperaba frente a las imponentes murallas de Puerto Gaviota. Junto a él, el Maestre Pelaio se mantenía en silencio, envuelto en sus pesados ropajes grises, con la mirada fija en el horizonte. Frente a ellos, Lord Corbray se acercaba con paso firme, acompañado por su escolta. Los estandartes de la Casa Corbray ondeaban al viento, los cuervos negros destacando sobre el campo blanco.
Isembard inclinó la cabeza en señal de respeto.
—Lord Corbray, agradezco que hayáis aceptado este parlamento —comenzó Isembard, su tono diplomático pero frío, como el mármol de las montañas del Valle.
—Decid lo que tengáis que decir, Arryn. Mi paciencia es tan limitada como la de mis hombres —respondió Corbray, cruzando los brazos sobre el pecho.
Isembard esbozó una sonrisa tensa.
—No vengo a ofrecer resistencia, sino rendición. Puerto Gaviota se entrega a vos, en nombre de Lady Arryn. No derramaré la sangre de esta ciudad cuando podemos asegurar su futuro bajo una mano firme y aliada de nuestra señora.
Lord Corbray arqueó una ceja, sorprendido por la oferta directa.
—¿Rendís la ciudad sin lucha? ¿Y los Grafton?
*—Los Grafton han tenido su tiempo. Hablo en su nombre como miembro del Consejo Regente. Sabéis tan bien como yo que mantener esta ciudad bajo control Sunderland es una amenaza para todos. Puerto Gaviota debe alinearse con el nuevo orden. *
Maestre Pelaio intervino, su voz calmada y persuasiva.
—Un asedio solo traerá sufrimiento a inocentes, mi señor. La ciudad está agotada y la gente quiere paz. Si aceptáis la rendición, demostraréis magnanimidad y fortaleza. Lady Arryn no olvidará vuestra lealtad.
Lord Corbray observó a ambos hombres, su mente trabajando rápidamente. Era una oferta inesperada, pero sensata. Sin embargo, en medio de la comitiva de Isembard, un hombre pequeño, de mirada astuta y sonrisa torcida, permanecía en silencio. Queso, con las manos escondidas bajo su capa, escuchaba cada palabra. Nadie le prestaba atención, apenas otro rostro entre las sombras, pero él había oído lo suficiente.
Isembard podía hablar de rendición y política, pero Queso tenía otros intereses. Las puertas de la ciudad se abrirían pronto, y cuando lo hicieran, él estaría listo. La guerra no se ganaba solo con rendiciones; se ganaba en los callejones oscuros, donde las promesas y las traiciones eran más afiladas que las espadas.
Mientras Isembard y Corbray continuaban discutiendo los términos, la sombra de Queso aguardaba. La ciudad cambiaría de manos, sí, pero en la oscuridad, él decidiría a quién pertenecía realmente.