Monstruo de un solo ojo

Vhagar desplegó las alas.

Desembarco del Rey comenzó a empequeñecerse bajo él. Aemond tocó suavemente el lomo de la vieja dragona mientras observaba como su madre, que lo miraba alejarse envuelta en un largo vestido verde, alzaba la mano en señal de despedida. Dos aleteos más y apenas era un punto en la lejanía, como las murallas, la Fortaleza Roja y el hedor de la capital del reino.

Dioses, como odiaba ese lugar infecto.

“Antigua. Con sus grandes murallas, su puerto gigante y la Ciudadela”. No era dado a entregarse a fantasías. No desde que la daga de aquel bastardo de mierda le había arrancado el ojo y la dignidad durante muchos años. Desde entonces su vida había sido un espadazo tras otro, persiguiendo algo que no podía detectar pero que le quemaba por dentro. “Una capital en condiciones para un reino en condiciones. No una cabeza de playa de Aegon”

Vhagar recuperaba la horizontalidad después del ascenso. Bajo ellos la capital, el Camino Real y el Gaznate. Allí, a lo lejos, estaría su media hermana, planeando cómo arrebatarle el trono a Aegon y sentar sus traidoras posaderas.

-No puedo culparla, de todas formas - ¿Por qué lo había dicho en alto? - Mi hermano es un rey nefasto. El Reino merece algo más.

Hubiera jurado que Vhagar reía en alguna lengua arcana.

“Un Rey que reine y que meta en vereda a los traidores. Un rey que sepa hacer algo más que esconderse bajo las faldas de su abuelo”

Agarró el pomo de la espada mientras hacía girar, levemente, a la dragona. Dos monstruos surcaban los cielos.

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La espada en el cuello, el hombro dolorido y la sangre corriéndole por el interior del jubón. Aemond Targaryen nunca se había visto en aquella situación…no desde que la daga había volado desde la mano de aquella mierda de Strong para arrebatarle un ojo. Y ahora el puto Darklyn le miraba, sonriendo. Cerró los ojos, su mente un cenagal de pensamientos en el que flotaban recuerdos de sus humillaciones, desprecios y todas aquellas sesiones de entrenamientos con Ser Criston. Y también…¿tres unos gigantes? La mente funcionaba de manera extraña.

Marchad, muchacho ― la hoja del caballero se aproximó muy peligrosamente a su garganta. Contuvo una lágrima de frustración. ¿Cómo había acabado allí? Un tropezón, un giro demasiado rápido. La impulsividad, intentar demostrarse cosas de nuevo. Era la mejor espada de Desembarco del Rey, pero su primer combate real en años había resultado en una humillación. Casi podía oír las risas desde Valleoscuro y aquella sarta de traidores. Pero volvería. Volvería y Ser Robert no sonreiría tanto. - Marchad y nunca volváis a amenzar al Valleoscuro o la próxima vez nadie tendrá la misma cle …

Un destello negro y el caballero salió volando por los aires. Un rugido. Vhagar.

“No, mierda, no” La dragona había reaccionado como hubiera hecho cualquier amigo, presta a protegerlo. Pero le había privado de su honor y su venganza. El escudero se puso lívido y salió corriendo de vuelta a la ciudad.

-Vámonos, Vhagar - Aemond se incorporó lo más rápido posible, tomó el arma y la envainó. No podía mirar lo que había sucedido ni a la ciudad que se erguía, burlona, a su espalda. -Tenemos que marchar-

Las alas negras se desplegaron y la enorme masa de la más antigua de las dragonas se elevó hacia los cielos mientras, en el horizonte, se distinguía la figura de otro dragón…

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Muchacho, mi espada ― el joven le tendió la vaina y Ser Robert desenfundó con presteza ―Vuelve a casa y dile a mi hermano que este asedio acaba hoy

Príncipe, no entendéis, el Valleoscuro no se rendirá, tendréis que arrasarla hasta los cimientos para que rompamos nuestro juramento. Pero esto ya no es sobre mi casa, sino sobre mi honor. No podéis insultarlo y esperar quedar impune, no soy quién para rendir la fortaleza, pero esto acaba aquí y ahora, ¡desenvainad!

Aemond sonrió, ¡por fin algo de acción! Tomó su espada y sin miramientos se lanzó sobre el caballero del Valleoscuro al grito de ¡sin cuartel! Las espadas chocaron y Aemond presionó con todas sus fuerzas mientras Ser Robert ligero de muñeca giró la espada sobre su eje deslizándola con precisión hacia la garganta del joven príncipe que sólo en el último segundo consiguió desviar la hoja con la mano izquierda, aún enguantada de montar sobre Vhagar.

Ser Robert dejó escapar una risilla ―Quién decís que os enseñó a luchar? Yo lo hice con mi tío, Ser Steffon, quizás deberíais haber pedido a la Guardia Real que os enseñara a defenderos tras perder el ojo ante un chiquillo

Aemond gritó enfurecido y volvió a cargar contra el caballero, una y otra vez las espadas chocaron y una y otra vez el resultado fue el mismo, con precisión, como el que lleva décadas estudianto hasta convertirse en un maestro, Ser Robert redirigía su hoja hacia el Targaryen. El primer golpe apenas produjo daños, la cota de Aemond era de la mejor calidad que el reino podía proveer y ni siquiera en la articulación del hombro tenía un punto débil, pero el dolor le acompañaríá durante días, el segundo cortó en la palma de la mano izquierda, atravesando el grueso cuero cuando tuvo que desviar un corte hacia su cuello. El tercero atravesó la malla hasta hacer sangre en el muslo drecho, dejando una clara apertura en su armadura.

El duelo duró apenas cinco minutos hasta que Ser Robert giró su espada a la vez que bloqueba el codo de Aemond con su mano izquierda forzando al príncipe a soltar su arma o que sus muñecas se rompieran, el subsiguiente golpe con el pomo lo tumbó y el del Valleoscuro habló con voz recia.

Marchad, muchacho― la hoja de Ser Robert tocó ligeramente la garganta de su rival Marchad y nunca volváis a amenzar al Valleoscuro o la próxima vez nadie tendrá la misma cle …

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