Noches en Bastión de Tormentas

Robert baratheon había meditado bastante sobre su vuelta a casa. Echaría de menos a su tutor, Lord Jon, quien tantas cosas le había enseñado. Por suerte su amigo Eddard lo acompañó en su viaje a Bastión con sus amigos y banderizos y pudo compartir chanzas entre bota y bota de vino. Eddard parecía estar cortejando a Ashara Dayne, una de las dornienses más hermosas y Robert aprovechaba cualquier momento para lanzarle pullas sobre como debían ser los besos de aquella mujer y otras chanzas que Eddard aguantaba con estoicismo. El norteño se quedo impresionado al ver el castillo de Bastión de Tormentas y Robert lo agasajó como a un invitado de honor, no faltando a ninguno de los grande sbanquetes y fiestas que Robert celebró a su llegada. Robert se sentía a gusto y seguro en su tierra, allí había muchos que lo amaban y lo apreciaban como un buen señor. Robert ayudó sobretodo a su amigo a encontrarse con Ashara en los rincones más oscuros de Bastión y le enseñó el viejo Bosque de Dioses de la fortaleza, donde había hecho el amor con tantas doncellas en su juventud. Sin duda uno de los rincones más tranquilos del castillo. Al cabo de pocos días Eddard marchó al sur y Robert continuó celebrando sus fiestas en Bastión, despreocupado de los peligros que se cernían sobre el reino.

Robert había reunido a sus vasallos en el Gran Salón de Bastión de tormentas. Faltaron muy pocos pendones. Lord Baratheon se alzó del trono de madera tallado.
“Os he reunido aquí en estos salones porque los tiempos son oscuros. Como todos sabéis ofensa tras ofensa el rey ha insultado a cada uno de sus vasallos. El honor nos obliga a alzarnos contra la locura del Rey Aerys.” Robert voceaba con un pie sobre la mesa y un cuerno de cerveza que rápidamente le había servido un fiel criado. “Gracias, Patrek, estaba sediento.” El hombre se retira asintiendo con la cabeza. Hizo una pausa para beber y observar la reacción de sus vasallos. “Además me debe dinero porque gané el torneo justamente. Espero que todos estéis de acuerdo con que ese loco no puede gobernar los Siete Reinos.” Eddard Stark estaba a su lado y también su hermano Stannis. “Por eso iremos a la guerra y colocaremos en el trono al rey que lo merezca.” Gritos de aprobación. “¡Que alguien traiga mi martillo!” Un sirviente encapuchado se lo acerca. “¡Aplastaremos a quien es incapaz de gobernar y Poniente tendrá un rey digno!” Alza el arma ante los presentes. “La Tormenta se acerca para Aerys el Loco. Tendrá lo que se merece”.

Todos los señores empezaron a hablar a la vez entre ellos. Le susurró a Eddard “Tywin no es el rey que Poniente merece, habiendo estado toda la vida sirviendo a Aerys. Y Rhaegar… ya sabes que no me cae muy bien. Ese tipo es un figaflor, un cantamañanas, un pelele.” Robert estaba muy celoso y dudaba que Rhaegar pudiera ser ese rey. “Es muy fácil ser mejor que Aerys pero ¿cuando llegue la hora de la verdad dejará el arpa y de cortejar a damas ajenas?”.

-Estoy de acuerdo contigo Robert, no creo que Rhaegar sea el mejor gobernante que Poniente pueda tener y Tywin Lannister es un ser con demasiadas intrigas e intereses, no creo que pensase en lo mejor para el pueblo sino para su beneficio. - El gesto de Eddard se truncó recordando la misiva que le había llegado apenas minutos antes del comienzo de la reunión no dejando margen a que ambos amigos pudiesen hablar. - Robert, debemos hablar en privado. -

Cuando lo estimó oportuno Robert pausó la reunión y ambos fueron a los aposentos de éste para poder hablar más tranquilamente, más bien Eddard temía la reacción de su amigo a las palabras que tenía que pronunciar a continuación. - Ante todo, quiero recordarte Robert que eres un hermano para mí y que la Casa Stark es hermana de la Casa Baratheon… pase lo que pase estaré a tu lado. - sacó la carta que su padre le había mandado aún con restos del sello de la Casa Stark - Es Lyanna, está encinta y no es capaz de pronunciar el nombre de quién la mancilló. -

Y los ojos de Robert hicieron honor al lema de su casa…

Robert se puso cada vez más rojo a medida que leía la misiva. “¡Maldita sea!” Gritó mientras arrugaba el papel y lo lanzaba al suelo. Miró hacia el suelo y musitó “Mataré a Rhaegar”. Apretaba fuertemente los puños “Mierda Ned, estoy hundido. Necesito vino. ¿Quién será el padre? ¿Como ha podido acceder Lyanna a eso?” Empezó a beber y a vaciar multitud de jarras de vino en la alcoba mientras lloraba. “Ned, mis vasallos se burlarán de mí si se sabe. El venado cornudo, el chiste se cuenta solo. ¡Malditos sean los Siete!”. Robert estaba fuera de si y cuando hubo vaciado unas cuantas jarras más fue hacia el bosque de dioses tambaleándose y le dijo a Eddard Stark que necesitaba tomar el aire. Se alejó pensativo de las torres de Bastión envuelto en la pena y la fría rabia.

Por el camino dio algunos tragos más a una bota cuando vio a Ashara Dayne recostada al lado de una de las bóvedas. “La mujer de Eddard ahora…” pensó “Cuánta envidia me da, es realmente hermosa. Y fiel… aunque ahora mismo no confío en ninguna mujer. Veamos a que se atreve.” Alzó la voz para saludarla y se acercó a ella. “Buenas noches, hermosa dama. Da gusto ver vuestros ojos aunque vuestro cuerpo no le va a la zaga.” Ashara ríe “Sois muy cortés Lord Robert. Espero poder complacer a mi marido.” Robert estaba muy ebrio y los senos de aquella mujer, cubiertos por fina seda le estaban mirando y llamándole. “¿Está coqueteando conmigo? Sin duda.” Robert la agarró de los hombros y la besó mientras agarraba sus senos y metía sus manos bajo la ropa. “Por favor, Lord Robert, aquí no, que pensará mi marido.” Ashara era incapaz de resistir la fuerza del mayor de los Baratheon. “Te gustará nena, lo estás pidiendo.” En seguida Ashara estuvo semidesnuda y Robert la penetraba ruidosamente sobre el suelo. Los gritos y los gemidos llenaron el bosque de dioses de Bastión de Tormentas. Al cabo de unos minutos oyeron la voz de Eddard que los miraba atónitos. “¿Robert, qué estás haciendo?” El señor de Bastión de Tormentas se abrochó los calzones mientras miraba a su amigo que hacía poco le decía que era un hermano. “Mierda Eddard esto es una cagada, no sé qué hacer.” Robert, estás follándote a mi mujer". “Ella se me insinuó, es muy ligera. TODAS ELLAS LO SON, YA LO VES” Eddard se lanzó contra Robert y lo derribó. “Estás muy borracho.” Era cierto pero Robert lo negó. “!Estoy bien, suéltame. Necesito más vino, necesito olvidar a Lyanna.” Eddard estaba agarrándole y no pudo evitar el formidable derechazo que lo dejó sin aliento y lo lanzó para atrás. “Eddard lo siento” Dijo Robert al observar a su amigo sangrando por la boca y tumbado en el suelo.

Ashara había desaparecido. Rompió a llorar. Miraba al suelo. “Estoy hundido. Mataré al maldito Rhaegar. Y a Aerys. Me da igual como pero te juro que estas manos acabarán con la lacra.” Se arrodilló junto a su amigo que ya se levantaba. “Eddard, lo siento, estaba como loco.”

“La Sangre del Lobo…” esa frase se le había comenzado a repetir de fondo en su cabeza cuando aquella estampa apareció ante sus ojos y no dejó de hacerlo hasta que se vió de pie con su amigo arrodillado con un maldito pusilánime y entonces comprendió realmente que era un Stark.

Dió un paso atrás sin dejar de mirar a su antiguo amigo, con los ojos inyectados en un rojo vivo, al igual que su rostro donde lo había golpeado y echando la mano a su cintura empuñó su espada apuntándole.

-Has roto todo lo que los años han construido Robert, lo he dado todo por ti, dejé el Norte y a mi familia porque por el camino encontré un padre y un hermano. - La rabia lo consumía y las ganas de acabar con aquel hombre, gran guerrero allí arrodillado y borracho, su amigo. - No mancharé hoy mi espada, no dejaré que el gran Robert Baratheon caiga en estas condiciones y esta es la última aportación que le hago a nuestra amistad pues desde hoy yo, Eddard de la Casa Stark, juro que ningún Stark te protegerá de los vientos de invierno y que el huargo jamás cabalgará a tu lado. Que la vergüenza sea tu condena y la soledad tu penitencia pues ya no tienes honor que perder. -

Y dándose la vuelta corrió a buscar a su esposa, con las lágrimas brotando en sus ojos y deslizándose por sus mejillas, sin saber bien si aquello era por el dolor recibido o la traición de un hermano, sabiendo que aquella era probablemente la última vez que vería a Robert Baratheon sin una espada o un martillo de por medio.

Robert cabalgaba al frente de su ejército cuando llegó un mensajero exhausto al tener que seguir a la caballería de Bastión de Tormentas. “El maestre Cressen os envía un mensaje.” dijo el joven casi sin aliento. Los nobles que cabalgaban junto a él también habían oído las noticias que llegaban de las Marcas y todos deseaban meter en cintura a los Tarly. Robert conocía las escaramuzas y Lord Bryen le habia informado de que los hombres del cazador se internaban continuamente en sus tierras y Robert les había dado permiso para expulsarlos. ;Los hijos de Brynden habían cumplido la misión con más celo que justicia y habían matado a todos y cada uno de los hombres que componían la partida de caza. “Informad a Cressen de que le mande un cuervo a Caron diciendo que pare las hostilidades antes de que vayan a más. Permitiremos a los Tarly y sus banderizos coger agua de la fuente en días acordados y Lord Tyrell y yo acordaremos cuales son las lindes y desde este mismo momento se respetarán.” Algunos vasallos no estarían acuerdo pero la Tormenta no quería tener desacuerdos con Altojardín que pudieran derivar en guerra abierta y menos tras el abandono de los Stark y la actitud errática de Lord Arryn.

“¡Maldita sea!” Lord Robert rugió contrariado al ver que la flota los había adelantado y habían desembarcado a unas millas de los Pergaminos. Él confiaba en esperar al enemigo atrincherado en la costa y hacerles pagar con sangre la osadía de la invasión. Blasones Targaryen, le daba igual de quien, pero al fijarse descubrió que eran los banderizos de Rocadragón. Aúnno habían Desembarcado todos y ya doblaban en número al pequeño grupo que había acudido con Robert a pedir la rendición de Lord Penrose. “Lord Robert” dijo Lord Grandison “debemos reitrarnos y esperar a los refuerzos, se nos han adelantado y ya están formados, sería un suicidio avanzar.” Robert sabía que el viejo Lord de Altavista tenía razón. “¡No importa!” Rugió “Ya que estamos aquí les daremos su merecido, no esperan un ataque y es de noche. Les haremos lamentar haber pisado la playa. Un golpe de mano y dejaremos a la mayoría muertos. ¡Ahora mismo!” Los lores se mostraron reticentes pero Robert ya se colocaba al frente de su caballería para asaltar la formación del enemigo en la playa. La brutalidad de su ataque sorprendió a los defensores y a la medianoche pudieron retirarse habiendo causado más bajas de las que recibieron aún lamentando la muerte del viejo Lord Grandison. Una pequeña victoria contra todo pronóstico que aumentó la moral delas tropas de la Tormenta. Al día siguiente ya habían llegado el resto de señores y Robert se preparó junto a ellos para entablar la batalla definitiva. “Ojalá estuviera allí Rhaegar para cumplir lo que juré en Harrenhal. Le hundiré el pecho con mi maza.” Al observar el campo vio que el enemigo no se lo pondría fácil. Además sabía que no contaba con la lealtad de los Pergaminos. Dejó a Peasebury y Staedmon vigilando cualquier salida desde el castillo y con el resto de tropas marchó al encuentro del enemigo. Su frustración creció al ver su buena posición defensiva y sospechó una trampa aunque todos sabían nunca había sido el más listo de la clase. Tenía ese olfato brutal para la batalla. Así que decidió reservarse con su caballería y los mejores hombres y enviar a la infantería a combatir la línea enemiga y después atacar con los refuerzos. Efectivamente era una trampa y la batalla fue muy ajustada y encarnizada hasta el final. Muchos señores murieron intentando mantener la línea y cuando Robert cargó con la caballería empezó a abrir una brecha en las líneas enemigas. Buscó al comandante del ejército y sólo encontró a Ser Richard Lonmouth, un viejo conocido de Harrenhal, el hijo menor de su vasallo. Pudo matarlo y no quiso dejándole sólo con el brazo roto y eso provocó la desbandada del enemigo. Los hombres de Punta Aguda resistían en el risco y fueron masacrados uno a uno, ya que no tenían retirada posible. La derrota había estado muy cerca y el mismo Robert, cubierto de sangre había sido herido por un lancero. Pero aquella noche alzó su martillo victorioso por segunda vez. A pesar de las bajas había vencido al invasor y eso aumentó su prestigio entre los señores que lo seguían.

Habían lamentado las pérdidas de muchos señores, que habían luchado valientemente al frente de sus tropas: Lord Beric Trant, Lord Alesander Staedmon, Lord Lucas Fell y Lord Bryen Cafferen. El entierro de tan grandes nobles señores apenó a Robert pero la batalla había hecho señores a varios herederos jóvenes de la edad de Robert. Tras la batalla se hizo gran amigo de Lord Lucas Fell, Lord Arrec Staedmon y de Ser Narbert Grandison, tres jóvenes que ansiaban la gloria como él. Cuando el ejército se acercaba silencioso a Los Pergaminos recibieron un mensaje de sus exploradores. “El enemigo se prepara para partir de la costa, hemos observado como hacen los preparativos.” Robert rio sonoramente y dijo “Por la cuenta que le trae a Lonmouth, un día más aquí y nadie volvería casa a contarle su derrota al “Regente” mariquita. Ni un palmo de tierra han tomado, la que tienen se la dejamos a los muertos.” Sus acompañantes rieron de la ocurrencia, miles de hombres de las islas ya no vovlerían a su patria y serían pasto de los cangrejos y las aves de la bahía.

Al llegar a las puertas de los Pergaminos con sus estandartes desplegados el mismo Lord Steffon Penrose salió junto a su heredero. Se echó de rodillas a los pies del señor de Bastión de Tormentas, que todavía estaba cubierto de sangre. " Perdonadnos mi señor, perdonadnos y nuestra espada será vuestra y de vuestros hijos y de los suyos después." dijo Lord Penrose. “Alzaos, Lord Penrose de los Pergaminos, os perdono por manteneros leal al Príncipe pero que no vuelva a ocurrir, ¿eh ? Jajajaja. Vos y vuestro hijo me acompañaréis a las batallas que están por venir pero hoy hemos de celebrar la victoria sobre el invasor.” Lord Penrose asintió y se alzó.

Una vez en los salones de los Pergaminos Robert comió como un león hambriento. “¡La batalla siempre da hambre, jajajaja y mucha sed! Otra cerveza para el señor victorioso, bonita. Y que no me entero que ese culito pasa hambre.” Decía observando con avidez el trasero de las sirvientas. “¿Quieres saber donde tengo la furia?” le decía la pelirroja de caderas anchas. “Ven esta noche a mi alcoba y te enseñaré como manejo mi maza. ¿No quieres ser la señora de la Tormenta una noche?” Sus jóvenes compañeros lo imitaban y en la fiesta de celbración se sucedía, exaltación sobre extación, júbilo sobre júbilo. Era un día alegre, pero la guerra no había hecho más que empezar. Cuando sólo los borrachos más aguerridos se mantenían en pie y Robert con una muchacha en cada brazo dijo. "Mañana marcharemos a buscar al resto de traidores, que no creo que resistan mucho en solitario. Debemos movernos rápido, Stannis me ha enviado noticias inquietantes sobre los Connington. Pronto Nido de Grifos será de alguien leal al Señor de Bastión de Tormentas. Al mediodía partiremos, pero ahora tengo trabajo que hacer. Venga hermosas, vamos al cuarto, ¡fuera esa túnica, zorrita! Robert manoseaba los pechos de la sirvienta mientras intentaba desnudarla de camino a la alcoba. "Después de matar, comer y beber, ¡lo único que queda para vivir es echar un buen polvo! Disfrutad de la vida, camaradas. Sus compañeros de juerga se fueron con otras mozas de vida alegre a terminar la noche. Robert era amdo y querido por sus vasallos y más tras su demostración de poderío. La guerra pintaba bien y él se sentía vivo como nunca desde… Lyanna.