Mervyn Flores - hermano bastardo de Lord Unwin Peake
La mañana en Altojardín era fresca, con el suelo todavía húmedo por la lluvia de la noche anterior. Los ecos de martillos y espadas resonaban en el campamento de los Peake, donde hombres se entrenaban bajo la atenta mirada de veteranos y caballeros. Entre los presentes, un pequeño grupo de jóvenes campesinos y curiosos se agolpaba alrededor de un claro, susurros y murmullos excitados recorriendo la multitud. Habían venido para presenciar lo que prometía ser un duelo memorable.
En el centro, Mervyn Flores se ajustaba la espada larga con la que tantas veces había combatido. Su figura ágil y curtida contrastaba con la imponente estampa de su oponente: Ser Gedmund Peake, “Gedmund Gran Hacha”. El tío de Lord Unwin era un coloso, conocido en todo el Dominio por su brutalidad en combate. Su hacha, enorme y aterradora, descansaba a su lado, brillando con un filo temible.
Los dos guerreros intercambiaron miradas breves antes de comenzar. No había odio entre ellos, pero tampoco simpatía. Esto era un duelo de demostración, una forma de mostrar a los posibles reclutas lo que era luchar bajo la bandera de los Peake. Sin embargo, Mervyn sabía que Ser Gedmund no se contendría ni siquiera en exhibiciones como esta.
—Espero que no te importe ensuciarte un poco, bastardo —gruñó Gedmund con una sonrisa ladina, mientras balanceaba su gran hacha.
—No más de lo que te importe perder, viejo —respondió Mervyn.
Las primeras acometidas fueron rápidas y precisas. Mervyn se movía como un lobo, esquivando los poderosos tajos de Gedmund con una agilidad impresionante. Su espada larga cortaba el aire con destreza, encontrando huecos pequeños en la defensa del gigante, pero siempre desviándose o bloqueándose en el último momento. Algunos de los jóvenes observadores contenían la respiración, impresionados por la velocidad de Mervyn, quien parecía estar a punto de asestar un golpe decisivo.
Pero Gedmund mantenía una calma brutal. Esperaba, casi estudiando los movimientos de Mervyn. En un instante de descuido, cuando Mervyn intentó una estocada demasiado ambiciosa, Gedmund giró sobre sí mismo, utilizando todo el peso de su cuerpo y su hacha en un movimiento fulminante. Con una precisión devastadora, golpeó la espada de Mervyn, desarmándolo al instante.
La espada voló por los aires, aterrizando lejos del alcance de Mervyn. El bastardo se quedó sin arma, con la respiración agitada, pero antes de que pudiera reaccionar, Gedmund lanzó su gran hacha al suelo. Los murmullos entre los espectadores se intensificaron, confundidos por la inesperada acción del guerrero.
Sin el arma, Gedmund cargó contra Mervyn como una bestia, embistiendo con una furia descomunal. El impacto fue imparable. El bastardo trató de esquivar, pero la velocidad y el peso de Gedmund eran demasiado. Ambos chocaron, y en cuestión de segundos, Mervyn fue derribado al suelo, aterrizando en el barro con un golpe seco.
La multitud rugía de emoción, mientras el guerrero veterano mantenía a Mervyn sujeto en el barro. La derrota era clara, Ser Gedmund era una leyenda en el Dominio, y Mervyn, aunque vencido, había demostrado una agilidad y valentía que no pasaron desapercibidas.
—Podrías haberlo hecho peor, bastardo —dijo Gedmund, con una risa grave mientras se levantaba, extendiendo una mano para ayudar a Mervyn a ponerse de pie—. Pero recuerda, la fuerza siempre gana.
Mervyn tomó su mano, levantándose con esfuerzo.
—La próxima vez no te lo pondré tan fácil, Gedmund —replicó, limpiándose el barro de la cara y el torso mientras la multitud seguía hablando entre ellos, emocionados por el espectáculo.
Los comentarios y vítores de los espectadores llenaban el aire, Mervyn sabía que la demostración había cumplido su propósito. Los reclutas potenciales que miraban a su alrededor ya tenían en sus ojos la chispa del deseo de unirse a un ejército que albergaba semejantes guerreros.
La campaña para reclutar más hombres acababa de comenzar.