Planes de guerra

Tyrion está frente a todo el Consejo, pese a estar ciertamente tenso se mostraba tan poco decoroso como siempre, sobre todo hacia el viejo Maestre Pycell, al vulgar marioneta de su famiilia. Aún así, la urgencia del momento le llevo a afrontar aquellos delicados puntos en los que su padre había insistido tanto.

Lord Varys, ¿sabéis cuantos caballeros y barcos ha conseguido reunir nuestro ausente Consejero Naval? Los Ríos y el Norte están en pie de guerra, mi señor padre tendrá a los primeros evitando que arrasen sus tierras, solo la ayuda del joven Robb puede evitar que Aguasdulces caiga. Pero, la capital es vulnerable, si deciden marchar directamente hacia aquí tendremos un serio problema.

Miro de soslayo a su hermana, ya habían tenido esta conversación en privado.

Ser Jaime debe estar en estos momentos reuniendo a la hueste real, las órdenes de la Mano son que conduzca ese ejército a Harrenhall, después de dejar la ciudad bien guarnecida. El castillo es demasiado grande para ser defendido por los ribereños pero una hueste lo suficientemente grande puede convertir la plaza en inexpugnable.

Ya estaba dicho, tocaba escuchar las observaciones del Consejo, aquellos hombres y mujer que habían conducido a la anterior Mano a los calabozos y el reino a una guerra inmintente.

Señores nosotros debemos gobernar y defender la ciudad, ardo en deseos de conocer vuestras opiniones.

Varys sugiere entablar un tratado con los Frey para impedir que los norteños entren al Tridente.

También sugiere que el ejército real no se aleje demasiado de la capital ante un posible ataque de las fuerzas de Stannis o Renly, las que, en base a rumores, deben ser muy numerosas.

- Los Tyrell.- Dijo, con tranquilidad, Petyr.- Renly Baratheon anhela el Trono de Hierro, al igual que los Tyrell. Y de ellos viene su principal apoyo. Si son capaces de llegar a Desembarco del Rey…- Chasqueó su lengua.

- Mientras los ribereños solo se defenderán, los hombres de Renly se concentran, cada día más fuertes, cada día más seguros…ellos deberían ser el primer objetivo, si me lo permitís, mi reina. Eso, o ser capaces de ofrecerles algo que no pueda ofrecerle Renly Baratheon. O al menos, igualárselo…- Mantuvo el silencio unos segundos.- Si consiguieseis que su hija casase con el actual Rey de Poniente, quizás todo fuese fluido. No solo con aquel que pretende el trono. Pero para eso, deberíais anular el actual matrimonio concertado con Lady Sansa Stark, claro.

—Bienvenida madre. —Joffrey se mostró ligeramente nervioso cuando su madre apareció en el consejo, como cuando a un niño está jugando a algo que no debería y aparecen los adultos de improviso, con mirada curiosa e inquisitiva. Cersei ocupó uno de los asientos vacíos del Consejo, aceptando la invitación a hacerlo que el siempre displicente Ser Barristan Selmy le había lanzado y no devolvió el salido a su hijo, esperando quizás algo más.
El joven Rey carraspeó y añadió:
—Madre se incorporará desde hoy a mi Consejo como Reina Regente, siendo considerada fiel consejera y garante de los derechos de la Casa Real en este cónclave.
La reina lanzó una mirada de suficiencia a su medio hermano, en tamaño, Tyrion Lannister, que se refugió detrás de un cáliz de buen vino del Rejo antes de aceptar aquel desafío que hoy sabía que no podía ganar.
//Tywin Lannister y ft. Tyrion deben ser añadidos a la lista de consejeros. También Cersei Lannister. Además, no creo que haga falta decir que hay que quitar a Stannis y Renly que son traidores. Declararles fuera de la paz del Rey es suficiente, convendría yo.

La conversación continuó con largos debates alrededor de temas relativos a la rebelión en los Ríos y en los dominios de los Baratheon hasta que la sesión fue levantada por el maestre Pycelle, secretario de aquellas sesiones, y los consejeros fueron abandonando la sala.
—Lord Baelish, quédese en la sala un momento conmigo y con mi hermano. Tengo un curioso asunto que creo que le interesará. Es relativo a unas inversiones.—Cersei apuntaba con la mano, sin levantarse, el asiento que acababa de dejar libre el consejero de la moneda, que se sentó de nuevo con una pequeña muesca de preocupación en el habitual rictus socarrón que le caracterizaba.
—¿Qué espera del futuro Petyr? Porque mi hermano me comenta que últimamemte ha hecho unas inversiones muy…gravosas.
—El dinero es esquivo, unas veces sale bien lo que se gast…
—A Janos Slynt le ha salido muy mal.—Tyrion escupió las palabras con el sarcasmo habitual, salvo que en aquello apenas había sarcasmo. Petyr Baelish había comprado a los Capas Doradas. Janos era una sabandija y hacia tiempo que Cersei sabía que tramaba algo, pero no pensaba que el comprador de semejante rata estaba en el propio consejo de su hijo.


Juegas, Pablo.

- Janos Slynt era el Capitán de la Guardia Dorada, mi reina.- Petyr se había sentado en su asiento, quedando ante los dos hijos de Tywin Lannister. Y eso nunca daría tranquilidad al contrario.- Un hombre acostumbrado a recibir órdenes de donde según viniese el oro, y no la autoridad.- Un oro que él había apostado sobre el mismo Slynt.

- Vuestro hermano ha jugado de manera valiente. Y parece haber conseguido el mejor de los resultados. Pero hasta que no hemos sabido de su resultado, era Janos Slynt quien comandaba a dos mil hombres en Desembarco del Rey, sobre quien debía de existir control, por el bien de todos los que habitamos aquí. Bien podría haberse dado una situación contraria y peligrosa- Y no estaba falto de veracidad.

- Como bien sabéis, mi reina, he actuado muchas veces en nombre de nuestro querido Rey Robert Baratheon. Siempre en su nombre, aunque no siempre fue un hombre que quisiese ocuparse de todos los asuntos que atañen a la Moneda. Tediosos para alguien como Robert Baratheon, interesado en asuntos mucho más…- ¿Cómo decirlo?- …interesantes.

- El conocimiento es poder, Majestad. Y la Corona necesita del mayor poder posible para contrarrestar a todos los enemigos que tiene en la actualidad. Saber que Janos Slynt sería fiel a las monedas de la Casa Real era primordial. ¿No creéis? Actué para ello.

- Espero crear mi propio lugar, Majestad. Algunos tienen la suerte de nacer en la familia apropiada, otros buscan sus propios caminos.