Soy muy pesimista, sí, que le voy a hacer, y cada vez recurro más a la opción de no pensar -actitud cobarde, que dirían algunos- porque así al menos me permito descansar. No es sólo ya por las noticias que tienen la desgracia de llegar a mis oídos, si no por mi percepción cada vez mas negativa de la sociedad en la que vivo, reforzada por la observación de mi entorno más cercano. Es la sociedad del “yo, yo y yo”: todo está supeditado a la satisfacción inmediata de los placeres y necesidades del individuo, se invita a vivir en un hedonismo perpetuo, a estirar la adolescencia hasta límites obscenos, conceptos como el legado son objeto de risa. Eso explica que para el español joven de mi generación los hijos sean vistos como una carga que sólo consume tiempo y dinero, que las relaciones sentimentales se hayan mercantilizado y hayan pasado al grupo de cosas que son también de usar y tirar, sin importar el daño personal, o que tenga esa imperiosa necesidad de competir y de aparentar ante el mundo que lleva una vida plena y feliz llena de éxitos.
Yo, una persona totalmente mediocre y carente de cualquier virtud que me confiera valor no soy quién para juzgar esas actitudes, cada cual es libre de hacer con su tiempo en esta tierra lo que considere oportuno, pero lo único que pido es ser consecuente con ellas, y si, por ejemplo, tuviste la oportunidad de formar una familia y tener hijos y no lo hiciste porque decidiste vivir la vida, luego no lamentes que años después no haya nadie para pagarte una pensión. Puedes decidir comprarte ropa nueva cada vez que llega la temporada de ofertas o una nueva moda, pero luego no tengas el descaro de criticar a una industria esclavista de cuyos precios bajos y oferta de productos te has aprovechado. Y yo, en lo personal, veo muy poca conciencia sobre la responsabilidad de nuestros actos, porque muchos quieren estar en misa y repicando. De la derecha no espero nada, pero de la izquierda que dice ser reformista en este país sí, y sus cabecillas lo único que dan son ganas de llorar. Y tampoco pienses que a nivel de la baja militancia el nivel es mejor.
Esta frase sólo la he leído en burdos panfletos anticomunistas y se la atribuyen a Lenin, yo en lo personal pienso que es burda propaganda para denigrar su persona, pero resume muy bien mi punto de vista al respecto: “El hambre destruye no solamente la fe en el Zar, también en Dios”. Nada va a cambiar hasta que el bienestar que hoy conocemos se vaya por el retrete, cuando la gente no tenga nada que perder estará mentalizada para matar, pero sobre todo y más importante, para morir; y es entonces cuando se llevarán a cabo los cambios profundos que quizá alumbren un mundo mejor. Quiera Dios que no tengamos que vivir tiempos de tanta penuria. Creer en que las masas se levantarán por libre voluntad es a mi parece utópico: nunca las masas han tenido acceso a tanta información y nunca la opinión pública ha sido tan manipulable como en nuestros tiempos. Mientras la mayoría de la población tenga asegurada techo y comida, se agarrará a cualquier clavo ardiendo que le preste el sistema y se intentará convencer de las cosas le podrían ir peor, de que en el fondo, es afortunado de poder vivir así porque tiene las necesidades más básicas cubiertas. Sólo una persona de extraordinaria fortaleza mental o totalmente aislado de los medios de comunicación y las redes que nos invaden 24/7 con su infecta propaganda consumista puede resistirse a esa tentación. Y aún así, igual hay otras cosas que te atan. ¿Mandarías todo a tomar por culo y saldrías a matar tú solo con tus padres aún vivos? ¿Les darías la amargura de saber que has muerto por nada? Imagino que al final te queda el poner tu pequeño granito de arena, sí, el pensamiento reconfortante de saber que, al menos, has vivido un día de acuerdo a tus ideales, aunque sepas que estás yendo contra una marea que no vas a poder capear.
En fin, no comento más porque lo mismo son delirios de un pobre loco y desde fuera sólo doy vergüenza ajena. Perdón por el tocho y todo eso.