¿Qué es el honor en comparación con el amor de una mujer? ¿Cuál es el deber frente a la sensación de un hijo recién nacido en sus brazos… O el recuerdo de una sonrisa entre hermanos? El viento y las palabras. Sólo somos humanos, y los dioses nos han formado para el amor. Esa es nuestra gloria y nuestra gran tragedia.
El maestre Aemon nació hace más de cien años y vistió con los colores negro y carmesí, como correspondía a su regio linaje, pero tomó la decisión de no aceptar la corona que se le ofreció y marchó de propia voluntad al Muro, para evitar ser objeto de conjuras políticas que pudieran poner en riesgo la estabilidad del reino… más no es únicamente su condición lo que inspira respeto, si no su dilatada experiencia durante más de medio siglo como maestre del Castillo Negro, así como su agudeza mental, que no corresponde para un cuerpo que está tan decrépito.
En los últimos años, el rey Rhaegar y su tío-bisabuelo han tenido una intensa relación epistolar, y durante las dos visitas del monarca al muro, hablaron largo y tendido sobre lo que parecía estar por venir. El maestre no sabría explicarlo de manera racional, pero sus viejos huesos notan que un frío más gélido como el que nunca se haya visto se aproxima lentamente hacia el sur, y teme que las medidas que el concienzudo monarca ha tomado quizá no hayan sido las suficientes… El maestre Aemon actúa como la vista de la monarquía en el gélido norte, y quiere creer que El Príncipe que Fue Prometido ha llegado y está preparado para salvar el mundo de los Hombres.
Si media cebolla está podrida, la cebolla está podrida. Un hombre es bueno o malo. […] Yo también soy una especie de caballero, mi buen ser. Una campeona de la luz y la vida.
«Rojo» sería el primer adjetivo que cualquier persona que la contemplase usaría para describirla. Rojas son sus túnicas, rojas sus gemas, rojo su cabello y hasta el iris de sus ojos: no en vano es llamada la Mujer Roja. Salvo Rhaegar, nadie sabe nada de su ascendencia o pasado, salvo que llegó desde el lejano Asshai para cumplir con los mandatos de su Dios. Pero ni siquiera el monarca cuenta con todos los detalles que querría conocer sobre su origen.
Melisandre es una mujer totalmente independiente. Su aspecto es tan sobrecogedor como imponente, alta, delgada y serena, de curvas peligrosas y exótico verbo. Si no le basta con su carisma natural y su lengua para someter a hombres y mujeres por igual, recurre a su magia; tan antigua como olvidada… pero eficaz. Rhaegar conoce acerca de su capacidad para la profecía y las ilusiones, pero eso es solo una parte de su elenco de poderes. Poderes al servicio del que considera que es Azor Ahai renacido, aquel que está destinado a salvar el mundo del Gran Otro y la Noche Eterna. Tanto en la corte como en las calles, todos la respetan y la reverencian por su posición… con un punto de temor.
Llegará un día, tras un largo verano, un día en que las estrellas sangrarán y el aliento gélido de la oscuridad descenderá sobre el mundo. En esa hora espantosa, un guerrero sacará del fuego una espada llameante. Y esa espada será Portadora de Luz, la Espada Roja de los Héroes, y el que la esgrima será Azor Ahai renacido, y la oscuridad huirá a su paso.
Aemon Targaryen nació y creció al mismo tiempo que el primer dragón en más de un siglo. Al margen de las profecías, muchos fueron en el reino los que pronosticaron que el joven estaba destinado a hacer grandes cosas, y las expectativas se dispararon. Físicamente, poco ha heredado de su padre, más allá de su altura y complexión física, porque en lo que respecta a sus rasgos faciales, ha heredado por completo los de su madre.
Los que conocieron al padre aseveran que se le parece mucho de ánimo, pues por las circunstancias de su vida ha adoptado un carácter taciturno y algo melancólico, pero la reina Lyanna y su más cercano preceptor, Arthur Dayne, ven en él un punto de determinación, férrea honestidad y calidez del que el actual monarca carecía. Aunque ha recibido una educación estricta y exquisita como la que corresponde al señalado por las profecías, él no se siente llamado a hacer grandes gestas. Cree que es un deber que las circunstancias le han impuesto y que, lo desee o no, está destinado a cumplir. Sólo el amor que siente por su familia y amigos más cercanos podrían desviarle de la senda que le han impuesto.