Varios caballeros con el faro en su armadura entraron de repente en las dependencias del Lord en La Ciudadela. Los hombres se colocaron rodeando al enfermo y se quedaron allí, quietos, sin decir palabra. Solo uno se giró tras apartar cualquier objeto hiriente del alcance del hijo del hierro - ¡Podéis entrar mi señor! - dijo hacia el pasillo.
Los pasos calmados y tranquilos del señor del Faro resonaron en la bóveda del exterior de la dependencia y tras unos segundos un hombre de pelo y barba blanca se presentó en el pórtico. Se escuchó a varios caballeros más en el exterior pero eso era ya secundario. Lord Leyton vestía con armadura, algo raro en él, con la espada al cinto y el blasón de su casa en la sobrevesta. Entró con paso pausado en la habitación y se sentó en una silla frente a Lord Quellon, mirandolo de manera pensativa.
Llevo semanas preparandome para este encuentro Lord Segador de Pyke, semanas enteras, pero por algún motivo ahora todo me parece en vano - dijo mientras un aprendiz de maestre entraba con una botella de vino y dos copas en una bandeja. Lord Leyton sirivió el mismo las copas, llenándolas del excelente vino del Rejo. - Vereis, se que estáis enterado de lo sucedido y se también que no sois un hombre estúpido aferrado a viejas tradiciones. Creéis en el progreso y eso os honra, pero, hay algo que no consigo vislumbrar y vos vais a alumbrarme - Lord Leyton, como muestra de que el vino era bueno dio un sorbo y lo dejó a su lado. - ¿Por qué después de haber sacrificado tanto por ayudaros vuestro hijo paga mi amabilidad atacando a mis amigos del Rejo y matando a mi primogénito? - el tono sosegado de Lord Hightower fue desapareciendo con cada palabra y el sabio de Antigua adquirió un tono sombrio. - Explicadmelo ahora Lord Quellon porque os juro que no lo entiendo. ¡¿Acaso criasteis bestias en lugar de hombres?!
Quellon se mantuvo en silencio mientras los guardias aseguraban la habitación. Al ver entrar a Lord Leyton no le sorprendió ver que portaba espada y armadura, desde que se enteró de lo que había hecho su hijo sabía que lo más probable es que tuviera los días contados. Al final su maldito hijo había echado a perder todo lo que el Lord de las Islas del Hierro había conseguido.
Quellon mantuvo el silencio unos segundos antes de responder a su anfitrión.
– Siento lo de vuestro hijo, no merecía morir. Mis hijos siempre han sido complicados de manejar, incluso para mi. Lo que ha hecho Euron no tiene sentido ni perdón, y sin suda ha de ser castigado por ello. – Quellon se incorporó con dificultad acercándose más a Leyton para que pudiera ver la sinceridad en su rostro.-- Mi hijo ha perdido la cabeza, pero no es solo culpa suya. Es difícil educar a los niños en las Islas del Hierro, vivimos aislados de Poniente y nuestras tierras yermas obligan a los hijos del hierro a saquear continuamente. Se que vos lo entendéis, es duro asimilar la pérdida. Pero en el fondo sabéis, igual que yo, que no hay explicación alguna para tan crudo desenlace que pueda haceros sentir mejor. Sólo el tiempo os puede ayudar ahora.
Los caballeros se mantuvieron en su sitio, como estatuas de mármol, observando cada movimiento del Lord Segador. Era un hombre enfermo y debilitado pero todos sabían que seguía siendo un Hijo del Hierro y por lo tanto un hombre peligroso. Sin embargo Lord Leyton simplemente se frotó las sienes al escuchar la respuesta de su igual y soltó el aire de sus pulmones cansadamente.
El tiempo y vos Lord Quellon, el tiempo y vos - dijo de manera pensativa. Ya sabía lo que quería pero nada era sencillo en aquellos días. - Se que es complicado vivir en vuestra tierra y estoy dispuesto a ayudaros en el futuro, como he hecho hasta ahora, las Islas del Hierro merecen un futuro mejor y nosotros, los del continente, acabar con la larga amenaza de vuestros saqueadores. Pero no puedo dejar pasar esto - dijo volviendo a dar un corto trago del vino que había servido mientras en su mente se repetía una y otra vez aquello de “nada era fácil”. Toda su vida se había preparado para algo así y en el ocaso de su vida creía faltarle el tiempo. - Nuestras tierras pueden colaborar en el futuro, pero no mientras vuestro hijo siga por ahí libremente. No por la muerte de mi hijo, sino por el ataque al Rejo. Tarde o temprano alcanzaré a vuestro vástago Lord Quellon, de un modo u otro lo plantaré ante mi para que responda por sus actos - en ese momento se calló, estaba dispuesto a dejar ahí la conversación pero sabía que aunque doloroso debía seguir - pero puedo ceder. Puedo olvidarme de plantarlo ante mi y dejar que seáis vos quien lo juzguéis pero debéis hacerlo sin demora y sin vacilación. Ordenad a vuestros hijos que entreguen a su hermano a las puertas de mi ciudad y vos mismo podréis presidir el juicio para garantizar que será justo. En vuestra mano está el futuro de vuestra tierra, nadie más querrá ayudaros como yo.
Quellon estaba de acuerdo con que su hijo debía ser juzgado por lo que había hecho. No solo había roto el pacto de no agresión, también había había traicionado a su padre y por ende a la casa Greyjoy, había arruinado por completo todo lo que él había logrado en los últimos años. Habían estado tan cerca de conseguirlo, el viejo y enfermo Lord Segador de Pyke lamentaba el día que decidió que su hijo Euron participaría en la campaña naval, debió dejarlo en las Islas. Que debía hacer, ¿sus hijos seguían vivos? si fuera así, ¿escucharían lo que su viejo y enfermo padre les dijera desde Antigua? Quellon estaba cansado de todo, cada vez se sentía menos ligado a su pasado y sus recuerdos, además su mente no razonaba como antes. Y por primera vez en su vida, no actuaría teniendo en cuenta lo mejor para los Hijos del Hierro.
Agradezco vuestra comprensión Lord Leyton, sin duda tenéis motivos suficientes como para acabar conmigo. Aun así, os mantenéis cuerdo, firme y me seguís tendiendo la mano aun con todo lo ocurrido. Hoy enseñáis a este enfermo algo nuevo, algo de lo que había leído pero aun no entendía, algo que falta mucho en Poniente y por lo que yo he luchado toda mi vida. El resultado de un camino labrado desde el razonamiento—Quellon descansó unos segundos, en su estado hasta mantener una conversación acababa con sus fuerzas—. Juzgaré personalmente a mi hijo Euron, en nombre de la Casa Greyjoy por su vil traición. Traed papel y pluma, escribiré la carta a mi hijo Victarion.
Lord Leyton asintió agradecido y miró con especial atención al hombre que tenía delante. Viejo, enfermo y en el ocaso de sus días. Lamentó profundamente este hecho pues el señor del Faro comprobó en ese momento que sí, que si Lord Quellon hubiese tenido una salud mejor y más tiempo podría haber cambiado la vida de todos sus vasallos. El enfermo Lord Segador de Pyke era a ojos de Lord Leyton y si sus palabras eran ciertas uno de los mejores señores de Poniente, uno que iba a hacer falta en tiempos venideros.
Os lo traerán enseguida Lord Quellon - respondió Lord Leyton haciendo un gesto con su cabeza para que uno de los caballeros fuese a cumplir con el recado. Uno de los hombres, bajito y con canas en su barba salió de la habitación sin hacer demasiado ruido y Lord Leyton pensó por un segundo si contarle al hombre de las Islas del Hierro algo que llevaba tiempo pensando.
Cerca de Lanza del Sol…
Victarion volvió de parlamentar con el consejo dorniense sin conseguir nada. El plan de su padre, que tanto había luchado por llevar a cabo, se había reducido a lo mismo. Lo que no esperaba Victarion al volver a su embarcación era encontrarse con su hermano Balon esperándole con un mensaje que había enviado el Lord Segador de Pyke desde Antigua. Era la primera noticia que recibían de su padre Quellon desde que éste había sido acogido en la ciudadela para el tratamiento de su enfermedad. Pero más impactante aún era el contenido. Mi hijo, Euron de la casa Greyjoy, debe acudir a la ciudad de Antigua donde será juzgado por los delitos cometidos en el asalto al Rejo, el asesinato del heredero de Antigua, la completa desobediencia hacia mí, Señor de las Islas del Hierro, y por lo tanto traición a la casa Greyjoy y sus vasallos. Esta tarea te la encomiendo a ti hijo mío. No especificaba cuál de sus otros dos hijos, pero Victarion tenía claro que se refería a él. Aquello lo dejó anonadado, que podía pretender su padre, ¿tenía un nuevo plan? ¿quizás solo buscaba justicia?
Balon fue el primero en recibir el mensaje y había preferido ocultarlo a Euron por temor a su reacción, pero sobre todo porque quería saber qué opinaba Victarion al respecto. Pero cuando Victarion le explicó su plan, Balon hizo caso omiso. No estaba dispuesto a arriesgar su vida por algo como aquello, su padre había dejado de importarle hacía mucho tiempo, y Euron… nunca le había importado demasiado. Pero no iba a arriesgar la vida de sus hombres para ajusticiar a su hermano, no entraba en sus planes. Todo aquello a Balon ya no le importaba, hacía semanas que no dejaba de pensar en lo vacío que estaba el trono de piedramar en Pyke.
Victarion sí que parecía decidido a llevar a cabo la tarea que le encomendaba su padre. Nunca se había llevado bien con Euron, pero no era eso lo que importaba. Victarion era fiel a su padre y lo sería siempre, el único de los hermanos que había sido cautivado por la inteligencia y las ideas de Lord Quellon Greyjoy. Y que cada vez se sentía más alejado de la forma de actuar de su pueblo, los saqueos, la violencia desmedida. Compartía la misma visión del futuro que su padre y no iba a defraudarlo. Pero no se le ocurría ningún plan, así que usaría la valentía y fuerza que nunca le habían fallado.
Los tres hermanos se reunieron junto a los señores vasallos de la flota del Hierro y Victarion compartió la carta de su padre. Acusó a su hermano Euron de haber tirado por la borda todo lo que habían logrado hasta entonces, a lo que Euron respondió con risas e insultos hacia sus otros dos hermanos. Balón ni siquiera hablaba, se limitaba a observar el debate de insultos e incoherencias que no llegaban a nada. No pasaron ni diez minutos hasta que Victarion alzó su enorme hacha señalando directamente a Euron.
— Hermano, solucionemos esto ahora mismo —el silencio se apoderó de la habitación donde estaban reunidos. Ninguno de los señores de las Islas que allí se encontraban, intercedió para evitar el enfrentamiento. Euron se levantó y desenvainó la espada mirando fijamente a Victarion, dispuesto a aceptar el duelo. Pero lo que realmente pensaba estaba muy lejos de lo que los demás creían. Euron miró fijamente a su hermano y tras sonreírle dejó caer la espada al suelo. Ninguno de los allí presentes entendía los actos del Kraken.
—No hará falta derramamiento de sangre, no haré daño a mi propio hermano —su sonrisa se había desvanecido y ahora se mostraba serio, reflexivo, poco creíble. —Yo mismo corté la garganta del heredero de Antigua. Asalté el Rejo porque me apeteció, quemé las tierras de los Ríos porque así me lo dictaron los Dioses— Euron lograba captar la atención de los señores— Destruí la flota del Rejo y de Antigua demostrando que la Flota del Hierro no tiene igual. Traicioné la confianza de mi propio padre…. Y solo me arrepiento de no haber decapitado al ricachón de Tywin Lannister, que sigue vivo gracias a Quellon Greyjoy. Pero es cierto, soy el traidor de los Hijos del Hierro. No opondré resistencia, llevadme a Antigua para que mi padre pueda juzgar mis actos por última vez.
La respuesta de Euron dejó sin palabras a la mayoría de los presentes. Euron Greyjoy era sin duda el más impredecible de los Hijos del Hierro. La flota del Hierro cambiaba el rumbo para dirigirse a la ciudad el Faro.