Quellon Greyjoy, Lord Segador de Pyke

El asalto a los Ríos

Quellon Greyjoy había planeado el ataque, en parte, incentivado por una tercera persona con intereses distintos a los suyos. Aún así, finalmente el motivo pasó a ser el de contentar a sus vasallos. Los Hombres del Hierro llevaban tiempo infelices debido al largo periodo de paz y, en consecuencia, de pobreza que vivían desde la llegada de Aegon I y sus dragones. Fueron los Targaryen quienes los aislaron en las islas, extinguiendo la casa Hoare durante el proceso. Pero la paz del reino llegaba a su fin para dar comienzo a un periodo de guerra e inestabilidad, que si bien agradaba a la mayoría de hombres del Hierro, no provocaba ese sentimiento en Quellon, quien ocultaba sus verdaderos pensamientos y motivaciones. Tras largas conversaciones junto a su amigo de confianza Lord Rodrik Harlaw, llegaron a la conclusión que el período de los Targaryen llegaba a su fin. Era el momento de actuar, pues en los próximos años se decidiría el futuro de los Siete Reinos.

La inestabilidad de los Ríos generada por la traidora trucha de Lord Hoster Tully y su hermano el pez Negro blindaba una oportunidad que Lord Quellon no iba a dejar pasar. Las tierras al sur se habían convertido en zona de guerra desplazando a la mayoría de mercaderes y campesinos a las zonas más al norte de Aguasdulces. Además, la mayoría de hombres capacitados para el combate habían sido convocados al sur, dejando desprotegida la zona donde se realizaría la incursión.

La travesía fue corta y menos dura de lo esperado por Quellon que había permanecido encerrado en su camarote todo el tiempo. Su hijo Victarion se encargaba de él, a la vez que transmitía las ordenes al resto de la flota del Hierro. Todo suponía un riesgo para un enfermo Lord Greyjoy que se había empeñado en dirigir el asalto en persona. Más de 300 barcos, repletos de marinos de cada uno de los señores de las Islas del Hierro, avanzaban en dirección a Varamar.

La bruma marina había permitido que la gran flota se acercase sin ser vista hasta llegar a la altura del Cabo de Águilas. Las olas rompían contra la muralla de la fortaleza de Varamar, que se alzaba imponente en el horizonte. Desde lo alto, los guardias avistaban las primeras hileras de barcoluengos que aparecían de entre la niebla.

— Padre, hemos llegado— Quellon Greyjoy se incorporó en la cama lentamente sin decir nada, como si una parte de él aun siguiera durmiendo— Varamar se alza ante nosotros, lo más probable es que ya nos hayan visto desde las almenas—. Victarion insistía pero no parecía que su padre le estuviera escuchando—¿Asaltaremos la fortaleza directamente?

Quellon despertó del silencio que tantas veces le impedía ver, escuchar y sentir lo que tenía a su alrededor.

— Hijo mío… —los ojos de Quellon se iluminaron por fin—. me enorgullezco de ti, del hombre en el que te has convertido y, sobre todo, de lo que puedes llegar a ser… Tus hermanos no sirven para más que la guerra pero en ti veo el futuro de nuestra casa y el de todos los Hombres del Hierro. Pero aún te falta mucho por aprender, sólo espero poder seguir contigo el suficiente tiemp…—

¡CLANG! ¡CLANG! ¡CLANG! — el repicar de la inmensa campana de bronce de la Torre Retumbante se hizo escuchar con fuerza.

Quellon, muy sorprendido, abrió los ojos de golpe — ¿Hemos llegado a Varamar? Rápido, ayúdame a salir, necesito verlo.

Victarion le ayudó a levantarse. Quellon se movía con mucha dificultad ayudándose con un largo bastón de hierro. El bullicio de los hombres del hierro se sobreponía incluso por encima del repicar de las campanas. Victarion salió primero e hizo sonar el cuerno para llamar la atención de sus hombres. Quellon salió en ese momento, todas las miradas estaban fijas en él y todos los hombres callaron, la mayoría de los marinos aún no lo habían visto y más de uno lo daba por muerto. Quellon respiró profundamente varias veces seguidas, la salada bruma inundó sus pulmones haciéndole recordar y sentir tiempos pasados.

— Hijos del Hierro. Hoy se termina nuestro confinamiento. Hoy seremos libres de nuevo. ¡Hoy le recordaremos a Los Siete Reinos que trescientos años no nos han hecho menos duros!

La respuesta fue ensordecedora. — ¡Por las Islas del Hierro! ¡Viva el Lord Segador de Pyke!

Parte de la flota del Hierro aprovechó la distracción en Varamar para desembarcar al sur del golfo de Águilas y saquear grandes extensiones de los Ríos. La campana de la Torre Retumbante alertó a los campesinos de las tierras cercanas, pero de nada más les sirvió.

Euron avanzaba a un ritmo tranquilo, no parecía tener prisa por llegar a BuenMercado, el punto que su padre les había asignado. No respetaba ninguna de las normas “de conducta” que Quellon había impuesto a la Flota del Hierro. Se deleitaba con la muerte de los inocentes, disfrutaba cada lagrima de sus victimas.

— ¡Abre la boca de una vez! —Euron intentaba abrir la boca a un anciano que se resistía en el suelo— Podemos hacerlo de otra forma, viejo. Puedo arrancarte la cabeza… pero será más trabajo para mi.

El anciano estaba aterrorizado pero no cedía a las órdenes de Euron, que se alejó unos metros para recuperar su hacha. En ese momento, Harras Harlaw entró en la caseta.

— ¡Harras! ¡Mi hermano!
— ¿Has terminado de perder el tiempo? No queda nada de valor aquí. Los hombres están listos para reanudar la marcha, estamos a menos de dos días de BuenMercado.
—¿Nada de valor dices? —Euron miró fijamente al anciano, se había arrastrado unos metros en dirección a la entrada— Aun queda algo, pero no me llevará mucho tiempo.

Euron se acercó hasta su victima, la incorporó dedicándole su mejor sonrisa y tras eso golpeó la boca del anciano repetidas veces haciendo uso del mango del hacha. Sangre y dientes salieron volando y enseguida se apagaron los gritos de angustia, Euron por fin pudo meter su mano en la boca del hombre, que yacía inconsciente.

— Ya no queda nada de valor.— la mano abierta de Euron mostraba a Harras una moneda ensangrentada.—

El saqueo en los ríos fue más bien un paseo, los barcoluengos rebosaban de bienes de diferente valor así como alimentos varios, incluidas miles de mujeres de BuenMercado. Lord Quellon Greyjoy había decidido repartir la mayor parte del botín entre todos los Hijos del Hierro, teniendo en cuenta a los hijos de los pocos isleños que habían muerto durante el saqueo. Volmark arrastraba el botín por la playa en dirección a su cabaña, tras él una mujer de avanzada edad lo seguía. Un niño salió de la cabaña y empezó a correr hacia ellos enérgicamente.

— ¿¡Padre!? ¡Padre! —Volmark levantó a su hijo y lo abrazó con fuerza— Hijo mio, pesas más que una foca, veo que sabes apañartelas solo, no has pasado hambre.
— Me enseñasteis bien, padre.— el niño lucía una gran sonrisa.
— Hijo mio se que te alegras de verme, y yo a ti, pero he de marcharme hoy mismo. El Lord Segador de Pyke parece estar más despierto que nunca y reclama la flota del Hierro de nuevo, todos los señores de las Islas del Hierro han confirmado su asistencia. Pero tranquilo —Volmark arrastró el saco delante de su hijo para que pudiera verlo mejor, y después señaló a la mujer que permanecía en silencio tras él— ¡te dejo al cargo de esto y además te traigo compañía!

Los barcoluengos se alejaban de Antigua a un ritmo lento. Algunos de los señores de las Islas del Hierro se preguntaban porque no asaltaban la ciudad del faro. Aunque todos los movimientos estratégicos dirigidos por el Lord Segador de Pyke habían sido más que acertados y exitosos, el descontento crecía en la flota del Hierro. En su avance por las costas del Dominio se produjo la división que tanto habían intentado evitar. Parte de los isleños retrocedían liderados por Euron Greyjoy, aunque la mayoría de la flota continuaba apoyando a Quellon.

Una efímera e intensa tormenta había sorprendido a la flota provocando daños que los hombres el hierro no tuvieron problema en arreglar. En cuanto el temporal amainó, una extraordinaria noticia se propagó entre los marinos. Nadie hablaba de otra cosa.

— ¡Dos enormes pilares de agua surgieron del mar, atrapando y arrastrando a Quellon Greyjoy hasta las profundidades. Los marinos que lo presenciaron, incluido su hijo Victarion, aseguran que fue obra del mismísimo Dios Ahogado.— todos escuchaban la noticia asombrados, aunque algunos se mostraban reticentes a creer aquello. El cuentacuentos continuó con el relato— ¡Quellon ni siquiera hizo ademán de huir! sus hombres se mantuvieron quietos, paralizados por el asombro de lo que estaban viendo, sin duda fue cosa de los dioses. Ni siquiera Victarion hizo algo por evitar que el mar engullera a su padre.— al terminar el relato, estallaron las conversaciones paralelas, cada hombre defendía su opinión sobre aquel suceso.

Victarion Greyjoy tenía muy claro lo que había ocurrido: El Dios Ahogado había reclamado a su padre; Lord Quellon Greyjoy se encontraba ahora en las estancias acuosas del Dios Ahogado y las sirenas atendían todos sus deseos. A Victarion le preocupaba más quien sería el próximo Lord Segador de Pyke.

El cuerno sonó anunciando el avistamiento de la flota. Los isleños que habían partido por propia voluntad, siguiendo a Euron Greyjoy en su locura, aparecieron por el oeste. Habían perdido decenas de barcoluengos y miles de marinos, pero la moral de los hijos del hierro no había decaído, más bien lo contrario. Tenían reciente la batalla contra la flota de Antigua y bebían mientras recordaban el momento de la victoria. Euron había mandado un mensaje claro a sus “aliados” en Poniente: él no había nacido para servir a nadie.

Victarion se encontraba en cubierta cuando sonó el cuerno. Pudo ver el kraken en las velas y supo que se trataba de su hermano Euron. Ya habían tenido noticias sobre él y su acto vandálico en el Rejo, los Lannister pedían su cabeza en un juicio por traición. La verdad es que Victarion sabía que, estando ausente su padre, el pacto con el león no iba a durar demasiado tiempo. Balon y él no habían hablado demasiado sobre el tema, estaban completamente inmersos en la campaña marítima que llevaban a cabo. Más de un año navegando, solo habían tomado tierra para reponer los suministros a costa de los indefensos pueblos costeros. Ni siquiera tenían noticias sobre las Islas del Hierro.

Al anochecer los tres hermanos lograron reunirse en el camarote del Gran Kraken.

— La verdad es que nuestro padre no está muerto. Está en Antigua. —Victarion decidió contarlo debido a los acontecimientos recientes.

— ¿En Antigua? — Balon no acababa de asimilar la noticia — ¿Pero qué estás diciendo hermano, ¿el mar te ha hecho perder la cabeza?

— Quellon aceptó la oferta de Lord Hightower para intentar sanar rodeado de los mejores maestres de Poniente. A nuestro padre le pareció una buena idea ocultar su paradero, aunque a decir verdad me sorprende que no te hayas enterado antes. Los marinos que transportaron a Quellon hasta el puerto de los Hightower prometieron mantenerlo en silencio, pero diría que no lo consiguieron. — Victarion intentaba desviar la conversación— Pero no podemos quejarnos, ¡nuestros hombres están demostrando ser unas verdaderas fieras marinas!

— Ese viejo se ha vuelto loco, ¿Antigua? — Euron no parecía sorprendido, sino asqueado. — ¿Qué será lo siguiente? Nuestro padre es un traidor, ha vendido su pueblo para poder vivir dos o tres años más. Imagino entonces que ya no tenemos que seguir las indicaciones de nuestro padre. —Euron terminó sonriendo.

— Hace tiempo que nuestro padre dejó de dirigir la flota— intervino Balon.

La duda sobre cual de los hijos iba a dirigir la Flota del Hierro en adelante comenzaba a generar tensión. Victarion no iba a tolerar más la falta de respeto de Euron hacia su padre.

— Mientras tu estabas perdiendo parte de nuestros hombres por motivos ajenos a nuestra casa, Balon dirigió el asalto a dos ciudades dornienses, y en ambas salimos victoriosos. La Flota del Hierro ha de ser una, no puedes marcharte con parte nuestros hombres a follarte putas en la otra punta del mar.—Victarion se levantó furioso— No pretendo enfrentarme a ti hermano, pues los dos sabemos quién vencería y no estaría bien hacerte daño.

— No nos importa Quellon Greyjoy, creo que nuestro padre puede seguir haciendo lo que sea que este haciendo. Nosotros tenemos por delante algo mucho más grande a lo que prestar atención — Balon intercedió evitando que Euron aceptara la proposición. A Victarion no le gustó nada escuchar aquello.

Pasaron los días y los tres hermanos llegaron a un acuerdo. La flota del Hierro avanzaba dividida en tres, pero con un mismo destino.

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Varios caballeros con el faro en su armadura entraron de repente en las dependencias del Lord en La Ciudadela. Los hombres se colocaron rodeando al enfermo y se quedaron allí, quietos, sin decir palabra. Solo uno se giró tras apartar cualquier objeto hiriente del alcance del hijo del hierro - ¡Podéis entrar mi señor! - dijo hacia el pasillo.

Los pasos calmados y tranquilos del señor del Faro resonaron en la bóveda del exterior de la dependencia y tras unos segundos un hombre de pelo y barba blanca se presentó en el pórtico. Se escuchó a varios caballeros más en el exterior pero eso era ya secundario. Lord Leyton vestía con armadura, algo raro en él, con la espada al cinto y el blasón de su casa en la sobrevesta. Entró con paso pausado en la habitación y se sentó en una silla frente a Lord Quellon, mirandolo de manera pensativa.

Llevo semanas preparandome para este encuentro Lord Segador de Pyke, semanas enteras, pero por algún motivo ahora todo me parece en vano - dijo mientras un aprendiz de maestre entraba con una botella de vino y dos copas en una bandeja. Lord Leyton sirivió el mismo las copas, llenándolas del excelente vino del Rejo. - Vereis, se que estáis enterado de lo sucedido y se también que no sois un hombre estúpido aferrado a viejas tradiciones. Creéis en el progreso y eso os honra, pero, hay algo que no consigo vislumbrar y vos vais a alumbrarme - Lord Leyton, como muestra de que el vino era bueno dio un sorbo y lo dejó a su lado. - ¿Por qué después de haber sacrificado tanto por ayudaros vuestro hijo paga mi amabilidad atacando a mis amigos del Rejo y matando a mi primogénito? - el tono sosegado de Lord Hightower fue desapareciendo con cada palabra y el sabio de Antigua adquirió un tono sombrio. - Explicadmelo ahora Lord Quellon porque os juro que no lo entiendo. ¡¿Acaso criasteis bestias en lugar de hombres?!


Quellon se mantuvo en silencio mientras los guardias aseguraban la habitación. Al ver entrar a Lord Leyton no le sorprendió ver que portaba espada y armadura, desde que se enteró de lo que había hecho su hijo sabía que lo más probable es que tuviera los días contados. Al final su maldito hijo había echado a perder todo lo que el Lord de las Islas del Hierro había conseguido.

Quellon mantuvo el silencio unos segundos antes de responder a su anfitrión.
– Siento lo de vuestro hijo, no merecía morir. Mis hijos siempre han sido complicados de manejar, incluso para mi. Lo que ha hecho Euron no tiene sentido ni perdón, y sin suda ha de ser castigado por ello. – Quellon se incorporó con dificultad acercándose más a Leyton para que pudiera ver la sinceridad en su rostro.-- Mi hijo ha perdido la cabeza, pero no es solo culpa suya. Es difícil educar a los niños en las Islas del Hierro, vivimos aislados de Poniente y nuestras tierras yermas obligan a los hijos del hierro a saquear continuamente. Se que vos lo entendéis, es duro asimilar la pérdida. Pero en el fondo sabéis, igual que yo, que no hay explicación alguna para tan crudo desenlace que pueda haceros sentir mejor. Sólo el tiempo os puede ayudar ahora.


Los caballeros se mantuvieron en su sitio, como estatuas de mármol, observando cada movimiento del Lord Segador. Era un hombre enfermo y debilitado pero todos sabían que seguía siendo un Hijo del Hierro y por lo tanto un hombre peligroso. Sin embargo Lord Leyton simplemente se frotó las sienes al escuchar la respuesta de su igual y soltó el aire de sus pulmones cansadamente.

El tiempo y vos Lord Quellon, el tiempo y vos - dijo de manera pensativa. Ya sabía lo que quería pero nada era sencillo en aquellos días. - Se que es complicado vivir en vuestra tierra y estoy dispuesto a ayudaros en el futuro, como he hecho hasta ahora, las Islas del Hierro merecen un futuro mejor y nosotros, los del continente, acabar con la larga amenaza de vuestros saqueadores. Pero no puedo dejar pasar esto - dijo volviendo a dar un corto trago del vino que había servido mientras en su mente se repetía una y otra vez aquello de “nada era fácil”. Toda su vida se había preparado para algo así y en el ocaso de su vida creía faltarle el tiempo. - Nuestras tierras pueden colaborar en el futuro, pero no mientras vuestro hijo siga por ahí libremente. No por la muerte de mi hijo, sino por el ataque al Rejo. Tarde o temprano alcanzaré a vuestro vástago Lord Quellon, de un modo u otro lo plantaré ante mi para que responda por sus actos - en ese momento se calló, estaba dispuesto a dejar ahí la conversación pero sabía que aunque doloroso debía seguir - pero puedo ceder. Puedo olvidarme de plantarlo ante mi y dejar que seáis vos quien lo juzguéis pero debéis hacerlo sin demora y sin vacilación. Ordenad a vuestros hijos que entreguen a su hermano a las puertas de mi ciudad y vos mismo podréis presidir el juicio para garantizar que será justo. En vuestra mano está el futuro de vuestra tierra, nadie más querrá ayudaros como yo.


Quellon estaba de acuerdo con que su hijo debía ser juzgado por lo que había hecho. No solo había roto el pacto de no agresión, también había había traicionado a su padre y por ende a la casa Greyjoy, había arruinado por completo todo lo que él había logrado en los últimos años. Habían estado tan cerca de conseguirlo, el viejo y enfermo Lord Segador de Pyke lamentaba el día que decidió que su hijo Euron participaría en la campaña naval, debió dejarlo en las Islas. Que debía hacer, ¿sus hijos seguían vivos? si fuera así, ¿escucharían lo que su viejo y enfermo padre les dijera desde Antigua? Quellon estaba cansado de todo, cada vez se sentía menos ligado a su pasado y sus recuerdos, además su mente no razonaba como antes. Y por primera vez en su vida, no actuaría teniendo en cuenta lo mejor para los Hijos del Hierro.

Agradezco vuestra comprensión Lord Leyton, sin duda tenéis motivos suficientes como para acabar conmigo. Aun así, os mantenéis cuerdo, firme y me seguís tendiendo la mano aun con todo lo ocurrido. Hoy enseñáis a este enfermo algo nuevo, algo de lo que había leído pero aun no entendía, algo que falta mucho en Poniente y por lo que yo he luchado toda mi vida. El resultado de un camino labrado desde el razonamiento—Quellon descansó unos segundos, en su estado hasta mantener una conversación acababa con sus fuerzas—. Juzgaré personalmente a mi hijo Euron, en nombre de la Casa Greyjoy por su vil traición. Traed papel y pluma, escribiré la carta a mi hijo Victarion.


Lord Leyton asintió agradecido y miró con especial atención al hombre que tenía delante. Viejo, enfermo y en el ocaso de sus días. Lamentó profundamente este hecho pues el señor del Faro comprobó en ese momento que sí, que si Lord Quellon hubiese tenido una salud mejor y más tiempo podría haber cambiado la vida de todos sus vasallos. El enfermo Lord Segador de Pyke era a ojos de Lord Leyton y si sus palabras eran ciertas uno de los mejores señores de Poniente, uno que iba a hacer falta en tiempos venideros.

Os lo traerán enseguida Lord Quellon - respondió Lord Leyton haciendo un gesto con su cabeza para que uno de los caballeros fuese a cumplir con el recado. Uno de los hombres, bajito y con canas en su barba salió de la habitación sin hacer demasiado ruido y Lord Leyton pensó por un segundo si contarle al hombre de las Islas del Hierro algo que llevaba tiempo pensando.


Cerca de Lanza del Sol…

Victarion volvió de parlamentar con el consejo dorniense sin conseguir nada. El plan de su padre, que tanto había luchado por llevar a cabo, se había reducido a lo mismo. Lo que no esperaba Victarion al volver a su embarcación era encontrarse con su hermano Balon esperándole con un mensaje que había enviado el Lord Segador de Pyke desde Antigua. Era la primera noticia que recibían de su padre Quellon desde que éste había sido acogido en la ciudadela para el tratamiento de su enfermedad. Pero más impactante aún era el contenido. Mi hijo, Euron de la casa Greyjoy, debe acudir a la ciudad de Antigua donde será juzgado por los delitos cometidos en el asalto al Rejo, el asesinato del heredero de Antigua, la completa desobediencia hacia mí, Señor de las Islas del Hierro, y por lo tanto traición a la casa Greyjoy y sus vasallos. Esta tarea te la encomiendo a ti hijo mío. No especificaba cuál de sus otros dos hijos, pero Victarion tenía claro que se refería a él. Aquello lo dejó anonadado, que podía pretender su padre, ¿tenía un nuevo plan? ¿quizás solo buscaba justicia?

Balon fue el primero en recibir el mensaje y había preferido ocultarlo a Euron por temor a su reacción, pero sobre todo porque quería saber qué opinaba Victarion al respecto. Pero cuando Victarion le explicó su plan, Balon hizo caso omiso. No estaba dispuesto a arriesgar su vida por algo como aquello, su padre había dejado de importarle hacía mucho tiempo, y Euron… nunca le había importado demasiado. Pero no iba a arriesgar la vida de sus hombres para ajusticiar a su hermano, no entraba en sus planes. Todo aquello a Balon ya no le importaba, hacía semanas que no dejaba de pensar en lo vacío que estaba el trono de piedramar en Pyke.

Victarion sí que parecía decidido a llevar a cabo la tarea que le encomendaba su padre. Nunca se había llevado bien con Euron, pero no era eso lo que importaba. Victarion era fiel a su padre y lo sería siempre, el único de los hermanos que había sido cautivado por la inteligencia y las ideas de Lord Quellon Greyjoy. Y que cada vez se sentía más alejado de la forma de actuar de su pueblo, los saqueos, la violencia desmedida. Compartía la misma visión del futuro que su padre y no iba a defraudarlo. Pero no se le ocurría ningún plan, así que usaría la valentía y fuerza que nunca le habían fallado.

Los tres hermanos se reunieron junto a los señores vasallos de la flota del Hierro y Victarion compartió la carta de su padre. Acusó a su hermano Euron de haber tirado por la borda todo lo que habían logrado hasta entonces, a lo que Euron respondió con risas e insultos hacia sus otros dos hermanos. Balón ni siquiera hablaba, se limitaba a observar el debate de insultos e incoherencias que no llegaban a nada. No pasaron ni diez minutos hasta que Victarion alzó su enorme hacha señalando directamente a Euron.

— Hermano, solucionemos esto ahora mismo —el silencio se apoderó de la habitación donde estaban reunidos. Ninguno de los señores de las Islas que allí se encontraban, intercedió para evitar el enfrentamiento. Euron se levantó y desenvainó la espada mirando fijamente a Victarion, dispuesto a aceptar el duelo. Pero lo que realmente pensaba estaba muy lejos de lo que los demás creían. Euron miró fijamente a su hermano y tras sonreírle dejó caer la espada al suelo. Ninguno de los allí presentes entendía los actos del Kraken.

—No hará falta derramamiento de sangre, no haré daño a mi propio hermano —su sonrisa se había desvanecido y ahora se mostraba serio, reflexivo, poco creíble. —Yo mismo corté la garganta del heredero de Antigua. Asalté el Rejo porque me apeteció, quemé las tierras de los Ríos porque así me lo dictaron los Dioses— Euron lograba captar la atención de los señores— Destruí la flota del Rejo y de Antigua demostrando que la Flota del Hierro no tiene igual. Traicioné la confianza de mi propio padre…. Y solo me arrepiento de no haber decapitado al ricachón de Tywin Lannister, que sigue vivo gracias a Quellon Greyjoy. Pero es cierto, soy el traidor de los Hijos del Hierro. No opondré resistencia, llevadme a Antigua para que mi padre pueda juzgar mis actos por última vez.

La respuesta de Euron dejó sin palabras a la mayoría de los presentes. Euron Greyjoy era sin duda el más impredecible de los Hijos del Hierro. La flota del Hierro cambiaba el rumbo para dirigirse a la ciudad el Faro.

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Areoh Hotah recibió a Victarion con la guardia de palacio. Sin quitarle el ojo de encima, pero con la cortesía que se le otorga a un invitado lo llevó a ver a Elia. La joven estaba en el salón del trono con el niño. Victarion hizo un intento de reverencia que fue recibido con pocas ganas. El Hijo del Hierro comenzaba a arrepentirse de haber decidido visitar Lanza del Sol, algo demasiado arriesgado teniendo en cuenta que la flota del hierro había saqueado varios castillos de la costa sur dorniense hacía apenas dos semanas.

— Seré claro con vos, me encuentro aquí para proponeros una alianza. Durante los últimos años la casa Targaryen ha demostrado ser un impedimento para el avance del reino. Tenemos la obligación de hacer algo, de cambiar para que Poniente sea un lugar mejor. Desgraciadamente, o no, la relación que la Flota del Hierro mantenía con el Rey Tywin Lannister ha culminado debido a la traición de mi hermano. Uno de los principales motivos que hace que necesitemos de un nuevo y poderoso aliado para llevar a cabo esta tarea. Esperaba poder hablar con Oberyn pero veo que no se encuentra aquí. —Elia no prestaba atención a Victarion, parecía entretenida observando a su hijo jugando. — Mi propuesta es clara, la flota del Hierro apoyaría al ejército de Dorne en un asalto a Desembarco para derrocar el reinado de los Targaryen. ¿Quién sería el futuro Rey? se decidiría una vez tomado el trono de Hierro, pero os adelanto que contáis con mi voto. Si queréis preguntarme algo respecto a los asaltos recientes en Ermita Alta, os invito a hacerlo y estoy seguro de que mis explicaciones os complacerán. Pero no tenemos mucho tiempo.

La respuesta a la propuesta también fue clara. Elia se tomó aquello como una broma.

— ¿Habéis escuchado? — preguntó a varios de los dornienses que se encontraban allí con ella, y que en respuesta a la pregunta reían y se mofaban del isleño. — Dorne no hace tratos con piratas. Oberyn no necesita vuestra ayuda, cuenta con aliados más fiables de lo que podría llegar a ser un hombre del Hierro jamás. Marchaos de aquí inmediatamente y no piséis tierra dorniense jamás. Idos ya, antes de que me arrepienta.

Victarion no se lo pensó dos veces y se marchó de allí. No esperaba que las negociaciones fueran fáciles, ni siquiera tenía experiencias previas. Su padre Quellon le había enseñado algunos modales y trucos para cuando entablara relación con personajes de poder e influencia de los Siete Reinos, pero no parecía ser lo suyo. El Hijo del Hierro se reunió de nuevo con sus hermanos en alta mar, donde recibió la inesperada carta de su padre en la que pedía el arresto de Euron Greyjoy.

Estado de los tres hermanos Greyjoy, por si hubiera una continuación de la partida.

Balon Greyjoy se desentiende de sus hermanos y comienza sus labores como Lord Segador de Pyke, cabeza de la casa Greyjoy. Euron desaparece, exiliado, repudiado por algunos (sobretodo Harlaw) aunque también respetado por muchos hombres el hierro. Victarion continuará el legado de su padre Quellon, intentando crear lazos entre su gente y el resto de Poniente. Ha hecho amistado con Lord Leyton Hightower y Elbert Arryn.