Roleos internos

-¿Por qué, hermano? - Sigurd cabalgaba a su lado mientras observaba a los hombres y mujeres de Nathul preparándose para partir. - Rivendall está débil, los lorelanos los han masacrado. Es nuestro momento. Es la oportunidad para tener la paz que tanto pides.

Arëon suspiró. Su hermano dominaba la espada mucho mejor de lo que lo haría él. También desconfiaba de aquellos hombres llegados del sur, que le parecían los responsables de la muerte de su familia. No podía culparlo. Los rumores acerca de muertos que luchaban de nuevo eran aterradores, y, aunque Porsenna se había demostrado como un hombre leal y trabajador, nunca podría estar del todo seguro con alguien que no fuera de Nathul.

Pero, de nuevo, el problema estaba en que su hermano solo miraba al siguiente paso. Nunca al resto del camino. Nunca más allá del horizonte del filo de su espada.

-Supongamos, Sigurd, que atacamos Rivendall. Saqueamos la ciudad, nos hacemos con la fortaleza. - Arëon abrió los brazos. - Dominamos la margen norte del río y…¿qué hacemos?

-Aliarnos con los Björn e Izila y echar a los lorelanos.

-Y dejar que Snjórsonr se lance contra nosotros y nos engulla con su superioridad militar y un territorio extenso que no podemos defender efectivamente. ¿Eso queremos?

Sigurd bajó la mirada, pero Arëon notaba que las dudas no se le habían disipado.

  • No estoy vendiendo nuestra tierra, hermano. Porsenna parece un buen hombre, pero no lo quiero por eso. Lo quiero porque solo sobreviviremos, y medraremos, en el equilibrio entre poderes. Deja que Rivendall crezca demasiado y nos sojuzgará. Deja a los lorelanos que se multipliquen y la isla será su colonia. Deja que los orientales tomen Kaven y se expandan hacia aquí y no quedará nada para nosotros.

Los hombres ya empezaban a marchar.

-No, hermano. Nosotros creceremos en el caos. El cónsul pronto tendrá que elegir entre la isla…o el otro cónsul. Rivendall no se recuperará en un tiempo y nosotros no comprometeremos las tropas que ellos. Nathul será un lugar de paso imprescindible para sus carromatos y hombres…No, Sigurd. Ganamos haciendo que ellos sean débiles, no mandando a nuestros hombres a la muerte en vano.