Roleos

Cuando abrió la puerta de la Torre Aullante y empezó a subir por la escalinata de piedra, un escalofrío recorrió la espalda de Dana al escuchar la voz susurrante de su madre que llegaba desde el piso superior. Era un día de viento norte, cuando los espectros plañideros del pasado se congregaban a aullar sus penas en la Torre Aullante de Harrenhal y Lady Whent venía a consultar su consejo. No había ni un alma en la torre, al menos ni un alma viva, pues todos los hombres de su padre estaban consagrados a los preparativos del Gran Torneo de Harrenhal, que se celebraría pronto. Los pasos de Dana en la solitaria escalinata de piedra resonaban en el silencio de las voces de los fantasmas y se elevaban hacia lo más alto de la torre. Su madre dejó de susurrar al escucharlos. Dana la encontró con la cara desencajada y los ojos inyectados en sangre que combinaban tan a menudo con su cabello caoba, casi pelirrojo. El cabello caoba era una característica de los Whent que se había mantenido de generación en generación, junto con sus altos pómulos. Pero la cabellera de su madre llevaba el caoba hasta el extremo del pelirrojo, y no faltaba quien la llamara a sus espaldas, y quizás no sin razón, Danelle. Dana no sabía aún quién era Danelle, sólo lo había escuchado de la boca de algunos sirvientes, en los días de viento norte. Los altos pómulos de Lady Shella se retorcieron para dar lugar a una sonrisa al reconocer a Dana.

-Hola, hija mía. ¿Qué te trae por estos lares?
-Hola, Madre.

Detrás de la figura oscura de su madre, Dana pudo ver una figura aún más oscura y neblinosa, traslúcida, casi no presente, pero que de alguna forma enturbiaba todo el aire de la sala. Dana sabía que su Madre vendría a hablar con el rey Harren y por eso había acudido directamente a la Torre Aullante cuando su padre había preguntado por ella. El propio rey Harren le había hablado de estas reuniones, en otro día de viento norte, cuando Dana al fin se había armado de valor para hablar con las sombras. Hacía ya años que las veía, desde que había sido suficientemente mayor para deambular con libertad por el castillo.

Padre os manda llamar.

Lady Shella notó la mirada de Dana dirigida a su espalda, al lugar donde estaba Harren el Negro. El horror encendió sus ojos como una hoguera.

-¿Tú… tú… también…?
-Sí, Madre.
-¿Entonces no estoy loca?

Dana observaba el espectro del rey Harren, inmóvil contra la pared mientras su familia se desgarraba el gaznate aullando su muerte bajo el fuego del dragón a través de los siglos. Él le había contado esa historia del lejano tiempo cuando aún vivían los dragones, él le había explicado aquél que durante toda su vida había sido el misterio de las torres derretidas de Harrenhal.

Padre os manda llamar.

Lady Shella se volvió hacia el rey Harren, enfurecida.

Su Majestad, ¿por qué habláis con mi hija sin mi conocimiento?

El semblante inmóvil y oscuro del espectro no se movió, ni articuló palabra alguna.

-Calláis ahora, ya veo… - Lady Shella, exasperada, se volvió de nuevo hacia su hija -. ¿Y qué quiere vuestro padre? ¿Es por ese maldito – hizo una pausa y pronunció todavía con más énfasis aquella palabra mágica – maldito torneo suyo? – Un golpe de risa histérica escapó de sus mandíbulas contraídas -. Los verán… ¡¿cómo vamos a ocultarlos?! – se volvió hacia el rey Harren.

  • Vamos, Madre. Padre os manda llamar.

Dana entrelazó su brazo con el de su madre y comenzaron a descender por la solitaria escalinata de piedra. Antes de marcharse, inclinaron la cabeza antes Su Majestad el rey Hoare, que había empezado a hablar con el recién llegado Lord Lyonel Strong. Abandonaron la Torre Aullante, los aullidos de las sombras y el olor a ceniza y carne quemada, que se había intensificado con la presencia del espectro de Lord Strong y su piel chamuscada a través de los siglos.


Lord Walder había llamado a Dana para mandar buscar a su madre, pues sabía que ésta siempre conseguía encontrarla. Se lo había pedido con voz distraída y sin mirarla, mientras sus ojos observaban atentamente, desde una ventana de la Torre de la Pira Real, a sus tres hijos que entrenaban su destreza en la espada, el mazo y la lanza en el patio de armas. Ser Duncan se defendía férreamente con mazo y escudo de sus dos hermanos Ser Rogerin y Ser Triston, que en perfecta sincronía asediaban a golpe de espada y lanza, respectivamente, el cuerpo enorme y musculoso de su hermano mayor. Lord Walder olvidaba a menudo que, al hablar de “sus tres hijos” con gran orgullo y ojos brillantes, dejaba de lado a Ser Aegon. El segundo en la línea de herencia de los Whent tenía una constitución demasiado débil para el combate y no había demostrado destreza alguna en el manejo de las armas, a pesar de los esfuerzos del maestro de armas. Aegon había sido siempre una fuente de disgustos para su padre, que no comprendía su carácter oscuro y silencioso, tan opuesto al suyo, siempre esquivo y refugiado en algún rincón apartado y oscuro de la fortaleza, dedicado a quién sabe qué.

El propio Señor de Harrenhal nunca había sido particularmente diestro en el arte de la guerra, al contrario que su estimado hermano. Ser Oswell, que era una de las mejores espadas de Poniente y miembro de la Guardia Real, tenía, en cambio, una personalidad misteriosa y reservada, amante del humor más oscuro; en efecto, parecía una proyección perfecta de blanco a negro del ánimo bondadoso, amable y elocuente de su hermano mayor. Ambos representaban, de forma alternativa o, si quisiéramos imaginarlo, como una especie de hélice bicolor, los dos extremos de la Casa Whent y de todas las Casas que la habían precedido en el señorío de Harrenhal, entre la virtud y la maldición.

Lord Whent volvió de sus pensamientos, abandonó el entrenamiento de sus hijos y la ventana y se giró hacia sus compañeros de juegos, el caballero Ser Willis Wode y el viejo y respetado herrero Ben Blackthumb. Una magnífica sonrisa había vuelto a poblar sus labios y no quedaba ni rastro de aquellos perturbadores pensamientos que hace unos instantes lo acosaban. Hasta sus ojos habían recobrado su brillo habitual, cálido y generoso, cuando tomó de nuevo en sus manos los dados ante la mirada expectante de sus compañeros. Los revolvió cuidadosa y lentamente y los lanzó. En el breve instante en que los dados atravesaban el espacio aéreo hasta la mesa, abierto a la fortuna o la desgracia de Lord Whent, la puerta también se abrió, y, a su llegada a la mesa, el ruido del rebote de los dados, ya olvidados por los jugadores, se confundió con el de los pasos entrantes de Ser Oswell Whent. Lord Walder, cuyos ojos habían adquirido un brillo inusual y excitado, hizo una seña silenciosa a Ser Wode y Ben para que abandonaran la sala.

-¿Y bien? – preguntó a su hermano una vez se hallaron solos.

-Dudó durante días, pero en la ciudad es imposible, el rey jamás permitirá a Rhaegar ocupar su lugar como Príncipe. Acabó considerando vuestra propuesta y aceptó, será el mayor torneo hasta la fecha. Preferiría follarme a la Madre que estar cerca de Aerys si supiese lo que hemos hecho.

Parecía la misma gran sonrisa generosa que Lord Whent portaba siempre y, sin embargo, había algo más. Su hermano no dejó de notarla, y quiso burlarse.

-Desde luego, no podría imaginar un lugar más tranquilizador que Harrenhal para el Gran Torneo de Lord Whent. No dudo que discurrirá sin inconvenientes ni altercados.

Pero Lord Walder ya no lo escuchaba, estaba escribiendo el comunicado por el cual convocaba el Gran Torneo de Harrenhal e invitaba a todas las Grandes Casas y también a las Menores, y a todos los caballeros que creyeran que su nombre merecía figurar en la historia. Cuando acabó de redactar el comunicado, llamó a los guardias que vigilaban la sala y les encomendó entregárselo al maestre Tothmure. Invitó a Ser Wode y Ben Blackthumb, que esperaban fuera, a retomar el juego, invitación que extendió a su hermano. Éste denegó el ofrecimiento, alegando con una media sonrisa arisca que prefería observar.

La atención volvió a los que no habían dejado de ser los protagonistas invisibles de la escena. Lord Whent contó sus dados y clamó su victoria. La fortuna le había favorecido, al menos por ahora. Pero los dados, como los dioses, siempre imprevisibles, no dejan de cambiar las suertes de los mortales, y nadie habría podido asegurar si aquella tirada no iba a desembocar en una desgracia a raíz de las siguientes. Sin embargo, por el momento no habría más tiradas, puesto que en ese preciso momento entró como un huracán rojo gritando por la puerta Lady Whent. Ser Wode y Ben fueron invitados de nuevo a abandonar la tragedia, mientras que Ser Oswell permaneció en la sombra, observando divertido.

-¡No podemos celebrar ese maldito – Lady Sella hizo una pausa y pronunció todavía con más énfasis aquella palabra mágica – maldito torneo! ¡Será nuestro fin! ¡Todos los… los verán!

-Calmaos, mujer – respondió Lord Walder con calma y sin perder la sonrisa - . El príncipe ha aceptado – señaló con la mano abierta al cielo a su hermano - . Las invitaciones ya están de camino, el Gran Torneo de Harrenhal se ha convocado. ¡Será magnífico! No debéis preocuparos, ya he empezado a organizar todo.

-¡¿Organizar?! No hay nada que organizar mientras estén… ellos – había un temblor de desesperación en su voz. Ser Oswell la observaba inquisitivamente, sin tener una idea clara de quiénes habían de ser estos tales “ellos” - . ¿No lo entendéis? Son… ellos quienes mandan. No he podido siquiera consultar su parecer, pedirles permiso… Su furia será recordada… Y nuestra Casa… nuestra Casa… - la voz se le quebró en mil pedazos u empezó a tirarse con fuerza de sus alborotados cabellos caoba, casi rojos.

-No debéis preocuparos, mujer – respondió de nuevo con su inmensa sonrisa Lord Walder - . Tengo todo bajo control. La gloria de nuestra Casa será inmensa gracias a este presente de los dioses que mi hermano nos trae de la boca del magnífico príncipe.

-No os perdonarán… - los ojos de Lady Shella, inyectados en el color de su cabello, casi rojo, se mostraron acuosos.

-Las invitaciones están ya de camino – repitió Lord Walder, ya algo cansado, pero sin perder su magnánima sonrisa.

Y no mentía Lord Walder, al menos en esta parte. Las invitaciones estaban ya de camino, de la mano del guardia que había de entregárselas al maestre Tothmure, quien había de enviar cuervos a cada castillo y cada rincón de Poniente. Y las invitaciones decían así:

Se convoca el Gran Torneo de Harrenhal, que tendrá lugar la próxima primavera y será el más grande que se haya visto bajo los ojos de los dioses antiguos y de los Siete en nuestra época. Las celebraciones durarán diez días, siendo siete de los cuales dedicados a las diversas competiciones: cinco días de justas, una melé de siete a la manera antigua, un certamen de arquería, otro de lanzamiento de hacha, una carrera de caballos y un concurso de cantantes, así como un espectáculo de cómicos.

Quedan invitados al mismo Su Majestad el rey de Poniente, Aerys Targaryen, y su noble descendiente, el príncipe Rhaegar Targaryen y todos los demás miembros de la gloriosa Casa Targaryen, así como las Grandes Casas de Stark, Tully, Arryn, Lannister, Greyjoy, Tyrell, Baratheon y Martell. De la misma forma, serán bienvenidas todos los miembros de las Casas Menores que presten vasallaje a las anteriores, y, por último, todos los caballeros errantes que sientan que su nombre merece figurar en la historia

Firmado: Lord Walder Whent, Señor de Harrenhal

//Iba a ponerlo en el post de “Que comience la competición!” (supongo que es el lugar adecuado), pero no me deja, no sé por qué :frowning: . Siento haber tardado…

Duncan observaba taciturno la marcha de los últimos lores. A su lado estaba su padre, Lord Whent, con una abierta sonrisa de oreja a oreja. Junto a éste, su madre aún esbozaba estoicamente las últimas ruinas de aquella falsa mueca a la que había debido forzar sus labios durante estos días interminables. Duncan se dedicó a observarlos mientras la trucha de Tully se escurría por los últimos recodos del Ojo de Dioses. Tan opuestos como eran, y, sin embargo, su padre, tan astuto y tan simple, la amaba de verdad. Y quizás se pudiera decir que su madre también lo amaba, al menos en aquellos momentos en los que los fantasmas aflojaban el oscuro abrazo con el que rodeaban su alma. La sonrisa de su padre parecía satisfecha por la gran gloria que traería a la Casa Whent el magnífico torneo: sin duda, nadie lo olvidaría. Duncan no logró descubrir ni un atisbo de preocupación en el brillo excitante de sus ojos, una llama de felicidad que no se apagaba, a pesar de todo cuanto había ocurrido. Pero ya le gritaba Madre:

-¡Los vieron! ¡Os lo había dicho! – las lágrimas comenzaron a abrasar sus mejillas tan pronto como la trucha se sumergió finalmente en el Ojo de Dioses.

Padre la abrazó, acariciando su cabellera caoba, casi pelirroja.

-No os preocupéis, no ha ocurrido tal cosa… Y en cambio, ¿visteis cuántos caballeros? ¡Jamás había brotado tal vida de las entrañas de Harrenhal!

-Pero… pero ellos me lo han dicho… - se detuvo un instante – Y no es vida lo que brota de las entrañas… de Harrenhal.

Por lo demás, todo intentaba volver a la normalidad. La primera en desaparecer había sido su hermana Dana. Duncan había visto fugazmente una lágrima precipitándose como desde una balaustrada desde sus ojos recién inyectados en el color de la cabellera de su madre. Pero, en aquel mismo instante, Dana había girado su cabellera caoba en el aire como una ola o un suspiro de amor y había corrido a refugiarse entre las sombras de la Torre Aullante, que le eran cálidas. Su padre le había comunicado ese mismo día su matrimonio. Poco después, sus hermanos Rogerin y Triston habían comenzado a dirigir la normalización de la fortaleza y el campo del torneo. Aunque nada vuelve nunca a ser lo que era, pues nada pasa y todo se queda.

Ahora volvían todos a Harrenhal, a recuperar sus quehaceres. Había un gran trabajo que hacer y muchas incertidumbres sobre las que cavilar. Duncan intercambió una mirada taciturna con Aegon. A pesar de todo cuanto fuera diferente en ellos, y de que Duncan nunca había logrado entrar en la intensa tiniebla que su hermano encerraba, siempre se habían entendido en los momentos importantes. Tenían un sentido de realidad del que carecía el resto de la familia, a excepción de Dana. Y estaban naturalmente preocupados por los hechos que habían tenido lugar en el torneo, más allá la gloria de su padre y los fantasmas de su madre. Habían visto cosas que preferirían no haber visto, o al menos haberlo hecho lejos de su hogar, donde las faltas del honor mancharan a otros. Porque había grandes esperanzas y grandes preocupaciones, y así pesaban.

Cuando llegó a la habitación, Helen todavía estaba allí, desnuda sobre la cama de primavera, como un recuerdo lejano de su primera puta. Con la espalda vuelta hacia él, cubierto su rostro que dormía con los abundantes rizos de su cabellera oscura, distante y dolorosa como si hubiera muerto. Pocos días antes, Lord Whent había comunicado a su primogénito el matrimonio acordado. Duncan se desnudó y la penetró sin despertarla. Más tarde, mientras Helen gemía, dos cosas vinieron a la memoria de Duncan: cómo no había podido derrotar con su lanza a Ser Adam Marbrand y su matrimonio con Morya Frey. Dos lágrimas abrasaron sus mejillas y cayeron y se evaporaron sobre la ardiente piel blanca de su puta. Pero Helen no las vio, porque gemía y cerraba los ojos, distante y dolorosa.e

Había cerrado ya el post dejándolo solo para releerlo.

Ya he posteado yo esto con tu firma. Buen trabajo :slightly_smiling_face:

Ahora ya casi no hace falta roleo, molaría más que hagas lo que hagas con frases cortas y roleos intensos pero escuetos, yo te ayudaré a llevar la partida con baja actividad, con Whent no hará falta mucho más, en este momento lo más interesante es lo que puedas hacer junto con Frey.

Perfecto, muchas gracias, por lo del buen trabajo y por lo de la ayuda, lo aprecio, que ya tienes bastante con ser máster :slight_smile: . De cualquier forma, este finde lo tengo relativamente libre, así que intentaré rolear cosillas para el torneo que no pude del anterior, y también la semana que viene tendré tiempo, espero, para ir al menos dándole un impulso inicial. Respecto a lo de Frey, te iba a decir que me había quedado la duda de si tenía que hablar con Frey jugador o con Morya mediante misión, probablemente haré ambas, a lo largo de la tarde pongo la misión :smiley: .

Mejor con Frey jugador. Moyra no sabe nada, era un recurso literario.

Vale, ahora le mando un cuervo. También la he liado con Tully por lo de mi acuerdo con Tyrell, estamos ahora en ver en qué se queda xD