Mike “El Afilado” enseñó varios dragones de oro en la taberna “La Bolsa Vacía” de Lecho de Pulgas atrayendo la atención sobre él; cuando supo que había suficientes ojos y oídos puestos y seguro de que nadie intentaría nada debido a la reputación que tenía, habló a los presentes.
– Hay cien más como estas para quien le lleve a Petyr Baelish a Lord Tywin Lannister; el muy desgraciado ha enfadado al Rebelde de Oro.
Los parroquianos se miraron los unos a los otros pero sobre todo a las monedas de oro con acuñamiento de Occidente. Era mucho dinero y el joven Baelish un alfeñique.
Chelsted se acercó a Baelish mientras este comprobaba las cuentas de los últimos gastos de la corona en soldadas, estimándolo conforme.
– Lord Chelsted, todo correcto. – Dijo confiado Petyr.
– Lo sé, lo sé. – El Consejero de la Moneda parecía nervioso. – ¿Habéis … oído los rumores? Los que hablan de vos, Baelish.
El joven del Valle no levantó la mirada de los pergaminos pero estaba atento.
– No sé de qué habláis, Consejero.
Qarlton se secó el sudor y negó con la cabeza, dando una palmada en el hombro de su aprendiz y marchándose por donde había llegado.
– Cobarde. – Musitó Petyr mientras limpiaba una gota de sudor propia que había caído en el pergamino. Sabía muy bien a qué rumores se refería su superior y aún pensaba en cómo lidiar con el asunto.
Una muchacha con marcas de viruelas corrió a limpiar el vaso de leche que se le había caído a Lysa Tully; la joven ribereña se disculpó aunque la sirvienta le pidió que por favor no lo hiciera.
– Es que estoy nerviosa. Hace tiempo que mi esposo no me visita, siempre está ocupado, pero sé que le pasa algo.
– No os preocupéis, mi señora, seguro que no es nada. – Dijo la muchacha para después levantarse y marcharse con el paño sucio.
Lysa se dio cuenta entonces que la sirvienta se había dejado atrás una pequeña bolsa al parecer vacía. La llamó a voces pero la joven desapareció entre los pasillo de la Fortaleza Roja. Al momento llegó Margaret, su dama de compañía.
– ¿Qué os ocurre, Lady Lysa?
– La sirvienta se ha dejado esto. – Dijo señalando la bolsa.
– Hoy no hay nadie de servicio, mi señora. Los he despedido hace apenas una hora.
Lysa compuso una mueca de extrañeza en el rostro y comprobó el contenido de la bolsa. Una moneda con un dragón de oro de Occidente. Petyr debía saber de aquello inmediatamente.