El ejército de Harry acampaba frente al castillo de Princesa Rosada cuando vio llegar al odiado Lord Halmon Piper con un pequeño ejército. Aquel hombre era uno de los líderes de los rebeldes y había jurado acabar con él. Envió una parte de sus hombres a perseguirlo. Mientras tanto se infiltró hombres en el castillo para que le abrieran las puertas desde dentro. Toda la familia Piper cayó en sus manos y aunque tuvo el primer impulso de asesinarlos se limitó a humillarlos según su humor. Y su humor estaba muy mal cuando pensaba en la traición de los señores de los ríos y en la devastación de Aegon. Yacía varias veces con la mujer de Lord Piper en su propia cama y sus jóvenes sobrinas también disfrutaron de sus atenciones. La madre de Lord Piper, viuda, le caía especialmente mal y un día la golpeó en la cara delante de sus hombres y la señora se alejó a gatas con la cara ensangrentada antes de que la arrastraran de nuevo a la mazmorra.
Harry recibió las noticias de su ejército que había ido en persecución de Piper con rabia. Balerion había aparecido y gran parte de su ejército había desertado, de nuevo. Se dirigió a ejecutar a la familia de Lord Piper, pero solo pudo azotar y violar un poco a las mujeres cuando le advirtieron de que un ejército con emblemas del dragón y la doncella rodeaba el castillo. Algunos de los desertores de Septo de Piedra se habían unido a Aegon.
Harry preparó la defensa de Princesa Rosada concienzudamente. No le importaba usar el castillo ni a sus habitantes contra Aegon. Balerion asaltó el castillo, solo, y los hombres lucharon hasta el atardecer. Harry tuvo que emplearse a fondo para que mantuvieran la linea pero pronto detectó la trampa.
Los ejércitos de Aegon alcanzaron Princesa Rosada al poco de la vuelta de Harry el sucio al castillo. El príncipe maldijo sus nombres cuando vio los estandartes que ondeaban bajo el dragón tricéfalo —hombres de los ríos, los mismos que envió para intentar cazar a los Piper— apenas cuatro millares.
Sus hombres se afanaron a preparar las defensas, las puertas estaban apuntaladas, flechas y arqueros listos y agua, barriles y barriles de agua repartidos por las murallas, Harry había visto los estragos que Balerion causó en Harrenhal y estaba listo para enfrentarse a la bestia. Pronto Balerion apareció cortando el horizonte y sin detenerse se lanzó sobre las murallas del castillo. Sus llamaradas golpearon las murallas una y otra vez mientras los defensores contraatacaban como podían, mas los hombres de Aegon se mantenían en sus posiciones, sin presentar batalla. Harry se preguntaba a qué jugaba el Targaryen, ¿querría provocar que sus hombres le abandonaran? Eran inexpertos y no gustaban de los Hoare, pero en su mayoría hombres de los feudos que detestaban a los dragones incluso más, las llamas del dragón los hacía incluso más leales. Pero entonces ¿porqué no atacaban?
Pronto lo entendió, la bestia los mantenía entretenidos, lejos de la torre del homenaje que no era atacada, el isleño corrió con sus mejores hombres hacia las mazmorras donde los miembros de los Piper deberían estar encerrados solo para encontrar a los guardias muertos.
[…]
Kath conocía el castillo como la palma de su mano, y los Hoare no, solo eso le había permitido esquivar a los guardias y alcanzar las mazmorras sin ser descubierta. Pronto todos marchaban tras ella: Ravella, Jonos, Shella, Hugo, Willas, Peter, Petra y, por supuesto, Lady Anael y Lady Barbara, la viuda madre mientras Lord Halmon y Jeor Ríos cerraban el grupo asegurándose de que ninguno de los chicos quedaban atrás.
Los ruidos de la batalla retumbaban por todo el castillo, pero no tenían tiempo para pensar en Princesa Rosada, la fortaleza era lo de menos, lo importante eran los niños. La comitiva recorrió pasadizos por los subterráneos del castillo hasta un lugar recóndito del patio de armas donde debían esperar los agentes de la hermandad tras asegurar uno de los más pequeños portillos. Mas lo que encontraron fue más parecido al infierno, las llamas de Balerion habían llegado hasta allí y carbonizado a todo aquél que protegía el lugar, Kath pronunció una pequeña oración por sus camaradas caídos andes de comenzar a asegurar el paso de los niños y entonces escuchó la poderosa voz de Harry el sucio.
— Parece ser que las ratas escapan guiadas por una zorra — el isleño desenvainó la espada mientras echaba a correr — ¡Matadlos a todos!
Lord Halmon, su sobrino Peter y Jeor Ríos no lo dudaron un segundo y tomaron posiciones defensivas en el pasadizo, cortando el avance de los hombres de Hoare, sus escudos repelieron la carga acabando con varios de los isleños que golpearon una y otra vez tratando de atravesar sus escudos mientras Kath lideraba a los muchachos por el portillo. Mas los atacantes eran más numerosos, mejor equipados y más avezados, pronto Jeor Ríos fue alcanzado por un hacha en el pecho y, con un hueco en la línea el joven Peter poco pudo hacer para evitar la espada de un isleño.
Para cuando Harry alcanzó el portillo los muchachos huían guiados por Kath hacia las líneas de los Targaryen, los arqueros de las murallas estaban demasiado ocupados lidiando con Balerion como para ver a un puñado de niños corriendo por la planicie mas Harry el sucio no era quien se diera por vencido.
— ¡Dame ese arco, inútil! — gritó mientras tomaba el arco y comenzaba a tensar, la primera flecha voló rauda sin encontrar obejtivo, había disparado demasiado rápido, Harry maldijo mientras se tomaba su tiempo para apuntar. La segunda pasó rozando a Lady Barbara a quien le costaba seguir el ritmo de la comitiva. Harry volvió insultó a todos los dioses y hombres mientras volvía a preparar la saeta que cruzó las más de doscientas varas de planicie como guiada por el mismo diablo hasta la espalda del joven Hugo.
Balerion se retiró al anochecer cubierto de flechas.
Harry se encontró cara cara con Lord Piper. Había sido un placer herirlo y dejarlo herido en el suelo. “Sucio traidor, he atravesado a tu hijo. Solo pedíamos un poco de lealtad, que respetases tu juramento ¿y así nos lo pagas?” Harry pisó el brazo herido de Halmon con su bota de hierro. Halmon ahogó un gemido “¡Di algo, escoria!” Harry patea al antiguo señor de Princesa Rosada. “Me has quitado mi castillo… has matado a mi hijo…” “Me he follado a tu mujer en tu cama y a tu sobrina pero tu eres un traidor y me abandonaste a morir.” La rabia de Harry no había disminuido un ápice. “Por favor, acaba ya con esto, mátame. Me lo has quitado todo.” Harry se giró dándole la espalda al hombre herido. “Es más de lo que te mereces.” Cuando volvió a girarse balanceó su espada bastarda con fuerza para casi partir en dos a Halmon Piper. “Clavad las cabezas de estos en una pica en la puerta del castillo. Serán un ejemplo para Aegon y la demás basura traidora.”
Los hombres tomaron las escalas a toda prisa guiados por la pasión de Lady Kath y se lanzaron hacia el castillo de Princesa Rosada. Los hombres de los Piper, conocedores del terreno sabían bien por donde debían atacar para evitar lo peor de las defensas del castillo pero aún así alcanzar las murallas fue una odisea, los hombres de los Hoare, pese a su inexperiencia y el cansancio de la batalla contra Balerion tan solo tenían que defender un castillo, y todo Poniente lo sabía, un hombre sobre las murallas valía más que diez sobre ellas.
— ¡Hijos de puta! Mantened la compostura, estáis sobre las murallas de un castillo, habéis rechazado un puto dragón, ¿os vas a acojonar ahora de un puñado de mariconas ribereñas? — El príncipe Harry Hoare corría de almena en almena, asegurándose que los hombres mantenían sus posiciones. Sabía que sus tropas eran poco experimentadas y luchaban porque no les quedaba más remedio, pero ningún general de Poniente podía perder esa batalla y el no iba a ser el primero.
Lord Nathaniel Keath alcanzó la puerta con sus hombres mientras niños y ancianos bajo el estandarte de los Blackwood y los Bracken morían a su izquierda y derecha tratando de alcanzar las murallas. El chasquido del ariete contra el portón marcó el tempo de la batalla mientras al otro lado de la puerta Ser Eddard Keath y los suyos trataban de contener los golpes. La puerta cayó y un par de golpes fueron intercambiados antes de que tío y sobrino se reconocieran, por un instante ambos hombres dudaron sobre qué hacer pero el grito de ¡por Aegon! de Lord Nathaniel fue respondido con un ¡por el dragón! por los hombres de Ser Quentin.
Mas Harry el sucio no era hombre que se dejara pillar por sorpresa, tan pronto como vio los estandartes de los Keath cargando hacia la puerta tomó todos los caballeros y hombres de armas en su cercanía y se preparó para lo peor. Cuando los gritos de los Keath retumbaron en las paredes de Princesa Rosada Harry cabalgaba junto a más de cincuenta buenos hombres contra ellos. Cientos de hombres cayeron antes de que el resto abandonaran la batalla y, ante la huida de sus compañeros el resto de hombres de los ríos pronto los siguieron. Princesa Rosada resistía bajo el poder de los Hoare y, bajo sus muros, miles de muertos.
Aegon se había dejado parte de su ejército y sin duda su orgullo ante los muros de Princesa Rosada y de Harry el Sucio. El heredero de Harrenhal se acercó a la muralla y gritó hacia el campamento enemigo. “¡Aegon maricón! Seré tu perdición, jamás te librarás de mí. Es hora de que te rindas con tu banda de putas cobardes y mariconas que son los señores ribereños. Solo saben huir y arrodillarse, no son de gran ayuda. Si tienes huevos ven aquí a batirte conmigo, pero sé que no lo harás. ¡Recuerda al Mirlo Negro y al difunto Lord Piper! ¡Recuerda el nombre de Harren Hoare!” Harry se sacó la polla y empezó a mear desde la almena. “Me meo en tu boca dragoncito, esta noche tus hombres han hecho el ridículo de su vida.”
Harry se retiró, aún había mucho por hacer para terminar aquella guerra, pero aquel día un pequeño castillo defendido por la escoria de la tierra había resistido el asalto de un dragón.