Un Príncipe en Princesa Rosada

El ejército de Harry acampaba frente al castillo de Princesa Rosada cuando vio llegar al odiado Lord Halmon Piper con un pequeño ejército. Aquel hombre era uno de los líderes de los rebeldes y había jurado acabar con él. Envió una parte de sus hombres a perseguirlo. Mientras tanto se infiltró hombres en el castillo para que le abrieran las puertas desde dentro. Toda la familia Piper cayó en sus manos y aunque tuvo el primer impulso de asesinarlos se limitó a humillarlos según su humor. Y su humor estaba muy mal cuando pensaba en la traición de los señores de los ríos y en la devastación de Aegon. Yacía varias veces con la mujer de Lord Piper en su propia cama y sus jóvenes sobrinas también disfrutaron de sus atenciones. La madre de Lord Piper, viuda, le caía especialmente mal y un día la golpeó en la cara delante de sus hombres y la señora se alejó a gatas con la cara ensangrentada antes de que la arrastraran de nuevo a la mazmorra.

Harry recibió las noticias de su ejército que había ido en persecución de Piper con rabia. Balerion había aparecido y gran parte de su ejército había desertado, de nuevo. Se dirigió a ejecutar a la familia de Lord Piper, pero solo pudo azotar y violar un poco a las mujeres cuando le advirtieron de que un ejército con emblemas del dragón y la doncella rodeaba el castillo. Algunos de los desertores de Septo de Piedra se habían unido a Aegon.

Harry preparó la defensa de Princesa Rosada concienzudamente. No le importaba usar el castillo ni a sus habitantes contra Aegon. Balerion asaltó el castillo, solo, y los hombres lucharon hasta el atardecer. Harry tuvo que emplearse a fondo para que mantuvieran la linea pero pronto detectó la trampa.

Los ejércitos de Aegon alcanzaron Princesa Rosada al poco de la vuelta de Harry el sucio al castillo. El príncipe maldijo sus nombres cuando vio los estandartes que ondeaban bajo el dragón tricéfalo —hombres de los ríos, los mismos que envió para intentar cazar a los Piper— apenas cuatro millares.

Sus hombres se afanaron a preparar las defensas, las puertas estaban apuntaladas, flechas y arqueros listos y agua, barriles y barriles de agua repartidos por las murallas, Harry había visto los estragos que Balerion causó en Harrenhal y estaba listo para enfrentarse a la bestia. Pronto Balerion apareció cortando el horizonte y sin detenerse se lanzó sobre las murallas del castillo. Sus llamaradas golpearon las murallas una y otra vez mientras los defensores contraatacaban como podían, mas los hombres de Aegon se mantenían en sus posiciones, sin presentar batalla. Harry se preguntaba a qué jugaba el Targaryen, ¿querría provocar que sus hombres le abandonaran? Eran inexpertos y no gustaban de los Hoare, pero en su mayoría hombres de los feudos que detestaban a los dragones incluso más, las llamas del dragón los hacía incluso más leales. Pero entonces ¿porqué no atacaban?

Pronto lo entendió, la bestia los mantenía entretenidos, lejos de la torre del homenaje que no era atacada, el isleño corrió con sus mejores hombres hacia las mazmorras donde los miembros de los Piper deberían estar encerrados solo para encontrar a los guardias muertos.

[…]

Kath conocía el castillo como la palma de su mano, y los Hoare no, solo eso le había permitido esquivar a los guardias y alcanzar las mazmorras sin ser descubierta. Pronto todos marchaban tras ella: Ravella, Jonos, Shella, Hugo, Willas, Peter, Petra y, por supuesto, Lady Anael y Lady Barbara, la viuda madre mientras Lord Halmon y Jeor Ríos cerraban el grupo asegurándose de que ninguno de los chicos quedaban atrás.

Los ruidos de la batalla retumbaban por todo el castillo, pero no tenían tiempo para pensar en Princesa Rosada, la fortaleza era lo de menos, lo importante eran los niños. La comitiva recorrió pasadizos por los subterráneos del castillo hasta un lugar recóndito del patio de armas donde debían esperar los agentes de la hermandad tras asegurar uno de los más pequeños portillos. Mas lo que encontraron fue más parecido al infierno, las llamas de Balerion habían llegado hasta allí y carbonizado a todo aquél que protegía el lugar, Kath pronunció una pequeña oración por sus camaradas caídos andes de comenzar a asegurar el paso de los niños y entonces escuchó la poderosa voz de Harry el sucio.

Parece ser que las ratas escapan guiadas por una zorra — el isleño desenvainó la espada mientras echaba a correr — ¡Matadlos a todos!

Lord Halmon, su sobrino Peter y Jeor Ríos no lo dudaron un segundo y tomaron posiciones defensivas en el pasadizo, cortando el avance de los hombres de Hoare, sus escudos repelieron la carga acabando con varios de los isleños que golpearon una y otra vez tratando de atravesar sus escudos mientras Kath lideraba a los muchachos por el portillo. Mas los atacantes eran más numerosos, mejor equipados y más avezados, pronto Jeor Ríos fue alcanzado por un hacha en el pecho y, con un hueco en la línea el joven Peter poco pudo hacer para evitar la espada de un isleño.

Para cuando Harry alcanzó el portillo los muchachos huían guiados por Kath hacia las líneas de los Targaryen, los arqueros de las murallas estaban demasiado ocupados lidiando con Balerion como para ver a un puñado de niños corriendo por la planicie mas Harry el sucio no era quien se diera por vencido.

¡Dame ese arco, inútil! — gritó mientras tomaba el arco y comenzaba a tensar, la primera flecha voló rauda sin encontrar obejtivo, había disparado demasiado rápido, Harry maldijo mientras se tomaba su tiempo para apuntar. La segunda pasó rozando a Lady Barbara a quien le costaba seguir el ritmo de la comitiva. Harry volvió insultó a todos los dioses y hombres mientras volvía a preparar la saeta que cruzó las más de doscientas varas de planicie como guiada por el mismo diablo hasta la espalda del joven Hugo.

Balerion se retiró al anochecer cubierto de flechas.

Harry se encontró cara cara con Lord Piper. Había sido un placer herirlo y dejarlo herido en el suelo. “Sucio traidor, he atravesado a tu hijo. Solo pedíamos un poco de lealtad, que respetases tu juramento ¿y así nos lo pagas?” Harry pisó el brazo herido de Halmon con su bota de hierro. Halmon ahogó un gemido “¡Di algo, escoria!” Harry patea al antiguo señor de Princesa Rosada. “Me has quitado mi castillo… has matado a mi hijo…” “Me he follado a tu mujer en tu cama y a tu sobrina pero tu eres un traidor y me abandonaste a morir.” La rabia de Harry no había disminuido un ápice. “Por favor, acaba ya con esto, mátame. Me lo has quitado todo.” Harry se giró dándole la espalda al hombre herido. “Es más de lo que te mereces.” Cuando volvió a girarse balanceó su espada bastarda con fuerza para casi partir en dos a Halmon Piper. “Clavad las cabezas de estos en una pica en la puerta del castillo. Serán un ejemplo para Aegon y la demás basura traidora.”

Los hombres tomaron las escalas a toda prisa guiados por la pasión de Lady Kath y se lanzaron hacia el castillo de Princesa Rosada. Los hombres de los Piper, conocedores del terreno sabían bien por donde debían atacar para evitar lo peor de las defensas del castillo pero aún así alcanzar las murallas fue una odisea, los hombres de los Hoare, pese a su inexperiencia y el cansancio de la batalla contra Balerion tan solo tenían que defender un castillo, y todo Poniente lo sabía, un hombre sobre las murallas valía más que diez sobre ellas.

¡Hijos de puta! Mantened la compostura, estáis sobre las murallas de un castillo, habéis rechazado un puto dragón, ¿os vas a acojonar ahora de un puñado de mariconas ribereñas? — El príncipe Harry Hoare corría de almena en almena, asegurándose que los hombres mantenían sus posiciones. Sabía que sus tropas eran poco experimentadas y luchaban porque no les quedaba más remedio, pero ningún general de Poniente podía perder esa batalla y el no iba a ser el primero.

Lord Nathaniel Keath alcanzó la puerta con sus hombres mientras niños y ancianos bajo el estandarte de los Blackwood y los Bracken morían a su izquierda y derecha tratando de alcanzar las murallas. El chasquido del ariete contra el portón marcó el tempo de la batalla mientras al otro lado de la puerta Ser Eddard Keath y los suyos trataban de contener los golpes. La puerta cayó y un par de golpes fueron intercambiados antes de que tío y sobrino se reconocieran, por un instante ambos hombres dudaron sobre qué hacer pero el grito de ¡por Aegon! de Lord Nathaniel fue respondido con un ¡por el dragón! por los hombres de Ser Quentin.

Mas Harry el sucio no era hombre que se dejara pillar por sorpresa, tan pronto como vio los estandartes de los Keath cargando hacia la puerta tomó todos los caballeros y hombres de armas en su cercanía y se preparó para lo peor. Cuando los gritos de los Keath retumbaron en las paredes de Princesa Rosada Harry cabalgaba junto a más de cincuenta buenos hombres contra ellos. Cientos de hombres cayeron antes de que el resto abandonaran la batalla y, ante la huida de sus compañeros el resto de hombres de los ríos pronto los siguieron. Princesa Rosada resistía bajo el poder de los Hoare y, bajo sus muros, miles de muertos.

Aegon se había dejado parte de su ejército y sin duda su orgullo ante los muros de Princesa Rosada y de Harry el Sucio. El heredero de Harrenhal se acercó a la muralla y gritó hacia el campamento enemigo. “¡Aegon maricón! Seré tu perdición, jamás te librarás de mí. Es hora de que te rindas con tu banda de putas cobardes y mariconas que son los señores ribereños. Solo saben huir y arrodillarse, no son de gran ayuda. Si tienes huevos ven aquí a batirte conmigo, pero sé que no lo harás. ¡Recuerda al Mirlo Negro y al difunto Lord Piper! ¡Recuerda el nombre de Harren Hoare!” Harry se sacó la polla y empezó a mear desde la almena. “Me meo en tu boca dragoncito, esta noche tus hombres han hecho el ridículo de su vida.”

Harry se retiró, aún había mucho por hacer para terminar aquella guerra, pero aquel día un pequeño castillo defendido por la escoria de la tierra había resistido el asalto de un dragón.

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Al principio no fueron más que leves rumores, historias sin contrastar que cualquier hombre cabal habría desechado al momento, relatos inconexos todos ellos y llenos de contradicciones. Pero pronto se supo la verdad, y pronto los hombres del continente vieron que el aspirante a conquistador había sufrido su primer revés, uno muy modesto, pero que animaba a mantener la esperanza.

Y así se cantaba en algunas partes del reino de los Hoare, como si de un ruego y plegaria a los dioses se tratase, principalmente en aquellas cuyo odio al invasor era aún mayor que a sus señores feudales.

¡Rey don Aegon, rey don Aegon!,
no digas que no te aviso,
que de las tierras fluviales
un demonio ha surgido;
uno de la estirpe de Hoare,
el Sucio es conocido,
venganza él ha jurado,
aún no ha fenecido.
negra la sangre del padre,
más oscura la del hijo,
resguardaos de sus traiciones,
pues dos ya ha cometido.
En una noche cerrada,
se escapó por el postigo
Gritos en el campamento:
¡A don Aegon han malherido!
muerto por Harry el Sucio,
¡gran traición ha cometido!,
en el caos ha escapado,
riendo feliz ha huido,
por las villas del Tridente,
va dando voces y gritos:
Tiempo era, querido Padre,
de cumplir lo prometido.


Modificación adaptada del romance del Rey Sancho, hay que citar las fuentes.

Los hombres de los Ríos celebraron la victoria como si no hubiera un mañana, Harrenhal había caído y Petyr Mallister junto a Liane Piper eran los nuevos Señores Supremos de los Ríos. Aquellos que habían demostrado tener el coraje suficiente para no volver a postrarse ante la casa Hoare, decidirían el futuro de sus tierras por primera vez en mucho tiempo. Halmon se sentía orgulloso de lo que había logrado, y daba por finalizada su participación en la guerra. De ahora en adelante dejaría que los jóvenes se encargaran del futuro, anhelaba volver a Princesa Rosada y reencontrarse con su mujer e hijos. Tras despedirse de Liane y reagrupar a sus hombres, se dispuso a volver a sus tierras, feliz y satisfecho por el trabajo que había realizado. Al final, no lo había hecho nada mal.

El camino hacia Princesa Rosada fue tranquilo, pero al llegar a las lindes de las tierras de los Piper con las de Torreón Bellota una cosa quedaba clara, un ejército había pasado por allí, enarbolando banderas de los Hoare, en dirección hacia el oeste. Halmon se temía lo peor y acertó. Al llegar al castillo, éste había sido tomado. Más de seis mil hombres salieron por sus puertas y Lord Piper no tuvo más remedio que retirarse. En seguida partieron los jinetes con destino a Harrenhal para dar aviso, y antes de acabar el día Aegon sobrevolaba la zona a lomos de su dragón Balerion.

Halmon no podía dejar de pensar si sus hijos seguirían con vida. La peor pesadilla de cualquier padre se había hecho realidad, su corazón había sido destrozado y la pena era lo único que quedaba de él. Su hermana Kath no había asimilado la situación de mejor manera, aquello le sobrepasaba, sus lágrimas lo demostraban, era la primera vez que lloraba desde la muerte de su marido. Ambos se culpaban por lo sucedido, pues todo lo que habían hecho por el bien de los Ríos había sentenciado su familia. Aegon conocía los detalles e intentaba apoyar a Halmon Piper, pero su atención estaba más pendiente del enemigo. A ninguno de los presentes se les ocurría estrategia alguna para salvar Princesa Rosada, y sobre todo a la familia Piper. A ninguno menos a Kath.

Hermano, se lo que estás pensando. Nuestra familia está perdida. Pero aún hay una forma… — Kath atrajo la atención de su hermano — Aún tenemos una opción, ¿Quieres salvar la vida de nuestra familia? Aunque eso conlleve perder todo, Princesa Rosada, tu propia vida, la mía, incluso la de quienes pretendemos salvar…

— Haría lo que hiciera falta por salvar a mis hijos, yo les he sentenciado, su propio padre. — Halmon se secaba las lágrimas — ¿De verdad tienes un plan?

Es demasiado peligroso para llamarlo plan, es un suicidio. Pero si los dioses están con nosotros quizás salvemos la vida de alguno de nuestros hijos. Si no hacemos nada, Aegon atacará, y salga victorioso o no, antes de que termine el asalto nuestros hijos ya habrán sido asesinados.

Dime hermana, ¿Qué he de hacer?

Kath explicó el plan a Halmon, al terminar se abrazaron. Ambos sabían que aquello, efectivamente, solo podía salir bien si los dioses estaban de su parte. Aun así, iban a intentarlo.


Los hombres de Hoare se habían retirado a las murallas de Princesa después de avistar al dragón. Ninguno de los acompañantes de Halmon habló durante el camino, al llegar a las puertas éstas se abrieron y centenares de isleños salieron a recibirlos.

— Pero chichos, mirad quien ha venido, el mismísimo señor del castillo.

Uno de los hombres que acompañaba a Halmon lo empujó, haciéndolo caer de rodillas frente a aquel isleño que al parecer estaba al mando.

¡Lo tenemos! El muy imbécil se ha entregado, quizás piensa que así logrará salvar la vida de su mujer e hijos — los isleños reían y se mofaban de Halmon, que se mantenía en silencio.

Entrad, llevad al prisionero frente a Harry el Sucio, que grata sorpresa para él.

La comitiva que había entregado a Halmon logró atravesar las puertas y fue entonces cuando uno de ellos, encapuchado, se acercó al prisionero.

— Hermano, aguanta, se fuerte, ahora me toca a mí. Gana tiempo, y espérame, cuando llegue el momento os libraré de las garras de ese maldito.

Halmon continuó andando y enseguida perdió el rastro de Kath, que desapareció entre la multitud de isleños como si de un fantasma se tratase. Y con ella, los mejores de sus agentes.


Llegó el momento, los gritos de los hombres inundaban todo rincón de Princesa Rosada. Solamente quedaban enmudecidos durante los continuos ataques del dragón. El castillo temblaba presa de sus arremetidas y la estructura cedía, derrumbando estancias y pasillos en medio de una vorágine de fuego y escombros que se extendía por todas partes. Kath y sus agentes avanzaban con rapidez, esquivando por igual a los invasores y al fuego de Balerion. Durante los días anteriores habían localizado a los prisioneros y trazado el plan, sin dejar nada al azar. La mayoría de los soldados habían acudido a las murallas para defenderlas del ataque de Aegon y llegaron a las mazmorras con cierta facilidad. Los agentes de la Hermandad del Descanso se libraron del par de guardias que vigilaban los prisioneros y Kath se apresuró en liberar a su familia, todos continuaban con vida aunque en sus caras se reflejaba la agonía que habían vivido aquellos días. No había tiempo para los abrazos ni las penas, debían abandonar el castillo cuanto antes. Kath se había asegurado de preparar la huida tan bien como el rescate, pero el fuego de dragón, que les había servido como distracción, también les supondría una trampa mortal. Solamente estaban a un pasillo de la salvación, pero los escombros dificultaban el paso, y bajo ellos, aplastados, se encontraban algunos de los agentes de Kath.

Vamos, ¡Vamos! Arriba esa pierna, un último esfuerzo. — Jeor Ríos y Halmon cubrían la retirada, ayudando a los más pequeños a superar los obstáculos del camino.

Entonces se escuchó la poderosa voz de Harry el sucio.

Parece ser que las ratas escapan guiadas por una zorra — el isleño desenvainó la espada mientras echaba a correr — ¡Matadlos a todos!

Lord Halmon, su sobrino Peter y Jeor Ríos no lo dudaron un segundo y tomaron posiciones defensivas en el pasadizo, cortando el avance de los hombres de Hoare, sus escudos repelieron la carga acabando con varios de los isleños que golpearon una y otra vez tratando de atravesar sus escudos mientras Kath lideraba a los muchachos por el portillo. Mas los atacantes eran más numerosos, mejor equipados y más avezados, pronto Jeor Ríos fue alcanzado por un hacha en el pecho y, con un hueco en la línea el joven Peter poco pudo hacer para evitar la espada de un isleño.

Para cuando Harry alcanzó el portillo los muchachos huían guiados por Kath hacia las líneas de los Targaryen, los arqueros de las murallas estaban demasiado ocupados lidiando con Balerion como para ver a un puñado de niños corriendo por la planicie mas Harry el sucio no era quien se diera por vencido.

¡Dame ese arco, inútil! — gritó mientras tomaba el arco y comenzaba a tensar.

Willas Piper, el pequeño de los hijos de Halmon, y sordomudo, cayó debido al agotamiento.

Ammnasns, ¡gna! ¡gnanayañaña! — Willas se arrastraba por el suelo mientras veía alejarse a sus hermanos seguidos por kath.

¡Kath! ¡Ayuda! — Hugo intentaba con todas sus fuerzas reincorporar a su hermano, mientras avisaba a su tía.

Vamos hermanito, la tía Kath viene a por nosotros, pronto podremos ir al lago y jugar con los patitos, ¿Cuánto tiempo llevamos encerrados? ¡Levanta!

Al fin Hugo logró levantar a su hermano, juntos avanzaban de nuevo hacia la libertad. En ese momento una flecha atravesó el torso de Hugo. Kath no había logrado llegar a tiempo, abrazó a Hugo mientras éste se marchaba. A lo lejos, pudo ver como Harry el Sucio sonreía, ese asqueroso había conseguido arrebatarle a alguien más aquel día. La rabia le invadía, pero lo primero era poner a salvo a los pequeños que, con tanto sacrificio, habían logrado salvar.

El plan “funcionó”. Habían salvado a Lady Anael, Ravella, Jonos, Shella Willas, Petra y Barbara Piper, la abuela. Pero el coste había sido elevado, Lord Halmon Piper, Peter, Jeor y Hugo habían caído, los cuatro se habían sacrificado.

Kath había perdió la cabeza y lo único en lo que podía pensar era en vengarse. Tras hablar con Aegon, ella misma encabezaría el ataque a Princesa Rosada con el único motivo de acabar con Harry el Sucio. Pero el ataque no saldría bien, y ese sucio asesino continuaría con vida.

Aegon observó el desastre desde un colina, a los pies de Balerion. Nunca había desarrollado el amor fraternal que Rhaenys profesaba a Meraxes, pero apreciaba a aquella bestia. Sus heridas le dolían también a él y empezaba a cansarse de las complicaciones que las tierras de los Ríos le estaban generando. Observó a Balerion antes de descender de la colina, este alzó la cabeza, resopló dedicándole una mirada de indiferencia y girándole el rostro volvió a enroscarse, como diciendo. Es tu turno. El rey desenvainó a Fuegoscuro y se encaminó a detener la deserción de sus tropas. Reagrupados los hombres entorno al campamento se dirigió a ellos.

Habéis peleado bien - muchos de ellos eran niños y ancianos, hombres a los que Harry había obligado a pelear por él- muchos de vosotros habéis muerto en esas murallas, estas tierras tienen un deuda para con vosotros. El fallecido Lord Piper y su familia; y yo, Aegon, primer rey de todo Poniente, tenemos una deuda con vosotros.

Dio unas cuantas órdenes, el portaestandarte de la familia Piper se unió a él, con la bandera blanca. Seleccionó a un par de mensajeros, no se pondría a tiro de aquella rata traicionera, no cometería el error que llevó al Mirlo a la tumba. Esperaba que las condiciones fueran suficientemente generosas para aceptar.

A Harry Hoare, comandante de la guarnición de Princesa Rosada:

Tengo un dragón y más hombres que vos. Puede que mis hombres no hayan tomado las murallas, pero sabéis tan bien como yo que mi dragón no ha peleado para ese fin, ni yo tampoco. Los hombres que reclaman estas tierras como suyas no han sido capaces de ganárselas y es mi deber, como su rey, de interceder por ellos.

Enfrentaos a mí, al medio día, en terreno neutral. Ambos, solos, abandonaremos nuestras posiciones y lejos del alcance de arqueros, tanto de mi campamento como del castillo nos batiremos a duelo. Si ganáis habréis matado a un rey. Mis hombres volverán a sus casas y vos podréis continuar la guerra junto a vuestro padre, enfrentándoos a mis esposas. Si venzo, vuestros hombres abandonarán Princesa Rosada y volverán a las Islas del Hierro, o podrán arrodillarse ante mí, eso ya será una decisión futura.

Basta de esconderse. Luchemos.


Balerion cruzó las apenas quinientas varas que separaban el campamento de los hombres del dragón en un instante, la impresionante bestia aterrizó levantando una gigantesca polvareda y apelmazando el terreno con su peso. Aegon Targaryen, quién se hacía llamar rey de Poniente bajó de su montura y le susurró algo al oído mientras, desde las murallas del castillo, Harry Hoare, heredero del rey Harren el negro observaba tratando de disimular el temor que le atenazaba.

Pronto Balerion alzó el vuelo nuevamente y las puertas de Princesa Rosada se abrieron dando paso a la comitiva de Harry el sucio sobre el enorme destrero que semanas atrás tomó de las cuadras de Rosby. Junto a él Urron Harlaw y Qarl Farwynd, sus camaradas durante la campaña contra Aegon y quienes le entregaron Princesa Rosada en bandeja sin casi derramar una gota de sangre.

¿Estás seguro de esto, Harry? —preguntó el hombre de Luz Solitaria
Mi padre construyó Harrenhal a fuerza de látigo y cadenas, hoy yo pago el precio del hierro

Harry descabalgó y ambos hombres avanzaron hacia el lugar escogido. Aegon caminaba sin prisas, con Fuegoscuro la diestra y un pesado escudo de lágrima en la siniestra mientras el hijo del hierro cargaba cuatro hachas en su mano izquierda mientras sopesaba una quinta con la diestra. Como henchido por una rabia infernal Harry echó a correr repentinamente y una tras otra lanzó las hachas que Aegon supo detener con destreza con el escudo, mas la argucia del Hoare surtió efecto pues un par de ellas quedaron instaladas en la madera y el joven Targaryen no pudo más que desechar el escudo mientras, frente a él, Harry empuñaba dos hachas de mano.

Los contendientes bailaron por varios minutos, Harry estaba deseoso de verter sangre pero era un veterano de docenas de campañas y parecía saber controlarse mientras Aegon mantenía las distancias empuñando su fastuosa arma de acero valyrio. Por una, dos y tres veces el hijo del hierro cargó lanzando tajos tan solo para ser repelido por el buen saber hacer del dragón quien mantenía la cabeza fría sabiendo que el tiempo jugaba a su favor. Poco a poco la impaciencia comenzó a hacer mella en el príncipe de Harrenhal que llevaba meses recorriendo las tierras de los ríos mas como un fugitivo que como un rey, luchando por cada palmo del terreno y estaba cansado, quería acabar con la guerra en ese mismo instante y nuevamente redobló los esfuerzos.

Uno, dos, tres, cuadro tajos fueron lanzados y rechazados, el quinto fue una historia distinta. Harry fintó hacia la izquierda abriendo su guardia los justo para tentar a Aegon que, por un instante pensó que podía acabar el duelo allí mismo, mas por un segundo dudó, la reputación del hijo del hierro era compleja y tan negra como la de su padre y aquel movimiento era demasiado limpio. Aegon supo lo que Harry planeaba antes de que ningún gesto del guerrero lo demostrara pero había dudado y ese momento de duda fue todo lo que necesitaba.

El hacha de Harry se incrustó en el costado de Aegon que se derrumbó sobre su rodilla izquierda. Con todas sus fuerzas el Targaryen trató de defenderse con Fuegoscuro una vez más pero Harry detuvo el tajo con sus brazales y, con facilidad, desarmó a Aegon. Todo había terminado, Harry Hoare puso todo su peso sobre el pecho de Aegon quien respiraba con dificultad y se agachó para dedicarle unas últimas palabras a su víctima.

Así se gana una guerra, dragón de pacotilla — Harry levantó el brazo para ejecutar a Aegon cuando, reuniendo fuerzas quien sabe de donde, tomó la daga que llevaba escondida en si cinto y descargó un certero tajo sobre la cara del isleño quien retrocedió gritando de dolor.

Cegado por la sangre y la herida Harry supo la victoria que había tenido tan cerca se había esfumado y bien por buena fortuna o bien por experiencia jugó su última carta con presteza y habilidad. De su zurrón tomó una pesada red de pesca y la lanzó sobre Aegon quien, debilitado por la herida y enredeado entre las cuerdas y plomos volvió a caer al suelo y, entonces, todo terminó.

El rugido de Balerion llenó las tierras de Princesa Rosada y quedó claro los términos del duelo habían terminado. Urron Harlaw y Qarl Farwynd picaron espuelas lanzandose a socorrer a su señor mientras el terror negro levantaba el vuelo hacia su maestro. En el campamento de Aegon los hombres gritaron y se lanzaron hacia el castillo siguiendo a la pesada bestia.

Desde aquel día Princesa Rosada no sería más que un amasijo de piedra fundida.