Stannis Baratheon cabalgaba junto a Ronald Connington, como señor de la Tormenta y con su vasallaje reafirmado a la casa Tarfaryen, le correspondía a él comandar las tropas que debían vasallaje al Venado. Cuando todos pensaban que Rhaegar acabaría con la rebelión rindiendo a los asediadores de Harrenhall sorprendió a todos con el cambio de rumbo, la intención era terminar con la rebelión en una sola batalla. Aquellas aspiraciones eran loables, ineficaces a todas luces cuando el joven señor observó las posiciones defensivas del enemigo. Es un maldito suicidio. Pensaba el Baratheon mientras se rascaba las incipiantes entradas que adornaban su cabellera.
La estrategia era parca, como si se tratase de un ejército de la época de la Conquista, Rhaegar ordenó cargar a sus hombres, utilizando los mermados elefantes de la Compañía Dorada como dragones. La caballería pesada y los amenazantes animales componían la vanguardia del ejército real, la única esperanza de que aquello no terminase en una carnicería era abrirse hueco, atravesar las defensas enemigas de un solo golpe y resistir haciendo valer su superioridad numérica. Ser Myles Mooton observó apenado como sus mejores armas eran utilizadas como carne de cañón. Una pequeña pérdida por estar de una vez por todas en el bando del dragón vencedor. Se repetía para convencerse, mientras una lluvia de flechas caía sobre los paquidermos. El efecto que produjo fue devastador, mandados a la carga los elefantes eran incontrolables y el estruendo de los tambores del enemigo y la continua lluvia de flechas no hizo sino más que acrecentar la furia de los animales, que consideraban como única ruta de huida la línea recta, aterrados con la opción de atravesar aquel paso sobre las aguas. Para cuando el último elefante que había pisado Poniente fue derribado, los estandartes de los Darkdell componían un manto para la sangre derramada por los curtidos veteranos que cruzaban a cientos el puente, los guerreros de más renombre que seguían a Lord Mace Tyrell se habían probado inútiles ante el avance de la Compañía Dorada y un desanimo general se apoderó de los hombres del Dominio, la mayoría de los cuales no deseaba morir en aquel pedazo de tierra, tan cerca de sus queridas tierras.
Pese a todo el efecto embudo era debastador y los hombres que seguían a la casa Targaryen caían por cientos. Un centenar de veces esquivaría la muerte Ser Barristan Selmy, coronado ya como mejor guerrero de aquel ejército, que debería vivir desde aquel día sabiendo que mientras el vivía a su alrededor morían los hombres que había llegado a querer, amigos, hombres de armas que habían seguido a su sobrino y que cayeron junto a este, dejando un bebé de nombre Arstan como señor de Torreón Cosecha. Los Lynderly y los Corbray fueron completamente aniquilados, peleando hasta el último aliento junto a sus señores, sabedores de que próximamente el Valle necesitaría un nuevo señor.
Precisamente serían los hombres de Puerto Gaviota los que alcanzarían a romper un flanco, ofreciendo una vía para los hombres que se apelotonaban en el puente. Les siguieron los hombres de Cuerno de la Puerca y Grajal, sabedores de la importancia de rodear al enemigo, no por nada llevaban más de un año de campaña. Los hombres de Lord Mace rompieron filas y huyeron, perdiendo muchos la vida en el camino. Los hombres del Dominio carecían de liderazgo, sus señores combatían en la retaguardia, muchos demasiado gordos para montar a caballo y la espada de Ser Olymar no se podía multiplicar y maldiciendo a su compañeros por no pelear hasta la muerte emprendió la retirada, gustaba de combatir pero suicidarse no aumentaría las posibilidades de ver al león sentarse en el Trono de Hierro.
Lo que siguió a continuación puede consultarse en cualquier libro de la Ciudadela, un ejército en desbandada se desmembraba y resultaba una presa fácil para la caballería dothraki de la Compañía Dorada. Solo la visión de los estandartes del león en la lejanía evitaría una victoria mayor del Príncipe, no pudieron aniquilar a las tropas del Dominio y ahora estas se unirían al Rey Tywin, volviendo a formar una única y poderosa fuerza. Los hombres fuertes de Rhaegar se reunieron en el centro del puente, había que decidir sus próximos movimientos y sin duda aquella noche dormirían muy poco.