Aegon no apartó la vista de la muerte. Era su deber como rey, aunque fuera desagradable. Lord Crakehall no merecía un final ignominioso en un juicio que se había celebrado por falta de pruebas. ¿Se reían los Dioses de lo que hacían los mortales?, ¿existían acaso?
Se levantó, el rostro serio.
-Que se de digno entierro al bravo Lord Crakehall. Luchó por lo que creía y combatió con honor. A vos, mi señora - Miró a la mujer del fallecido. - Sé que nada puede consolaros en este momento, pero la Corona se ocupará de que nada os falte a vos ni de que se recuerde a Lord Simon con los más altos fastuos. Eso os prometo.
Se dirigió luego al vencedor.
-A vos, Lord Reyne, os he de congratular por vuestra victoria. Seréis compensado por las heridas en el combate y vuestro valor en el duelo no ha de ser olvidado por los Siete Reinos. Los Dioses han decidido que vuestra causa en esta cuestión sea la justa, y por ello he de dictar veredicto.
Miró a los señores allí reunidos. La hora de la verdad. Había pensado la sentencia durante toda una larga noche en vela, mientras intentaba volver a juntar declaraciones y sospechas en un argumento coherente. Pero nada salía. Estaba claro que los señores del Oeste no habían sido los responsables, pero alguien había dejado entrar el veneno. Y no podía quedar sin castigo.
-Tal y como dije en las sesiones del juicio que se celebró, ninguna prueba hay de que fuera un señor de Occidente el que envenenara ni a Lord Piper ni a la Mano, felizmente recuperada. Y, sin embargo, es evidente que por dejadez o por dejarlo entrar, el agente extranjero al Oeste tuvo cooperación de alguien aquí. Los Dioses han decidido por este juicio por combate que fuese responsabilidad de Lord Tytos Lannister, Señor de la Roca y Guardián de Occidente. - Se giró hacia él. - Lord Tytos, la justicia aquí impartida es divina, y todos los aquí presentes así lo reconocimos. No dudo de vuestra palabra, pero tal y como se ha determinado, no hubo menos que demasiada desidia por vuestra parte a la hora de garantizar la seguridad de los invitados. Aquellos que comieron vuestro pan y sal sufrieron por ello y uno de los invitados murió. No ha de pasar sin castigo.
Alzó ligeramente la voz.
-Es por ello que vos, Lord Tytos, seréis enviado al Muro para servir a la Guardia de la Noche. Allí podréis redimiros de lo aquí acontecido y seréis de utilidad al Reino. Si gustáis de ello, podréis llevaros a alguno de vuestros hombres con vos, si quieren tomar el juramento. La Casa Lannister, y su nuevo señor, Lord Tywin, habrán de reparar los daños causados a la Casa Reyne, levantar inmediatamente cualquier resto de asedio a sus tierras y compensarla por las injurias sufridas a su honor en esta disputa. No cumplir alguna de estas condiciones supondría ser apartado de la Paz del Rey y ver revocado el título de Señor de la Roca y el Colmillo y de Guardián de Occidente.
Luego miró a Lord Reyne.
-A vos, Lord Roger, se os compensará por las heridas, por las afrentas a vuestra casa y por los daños que haya podido sufrir vuestro hogar. Por vuestra victoria en el juicio de los Siete, también os nombro aquí y en este momento Espada de Occidente, uno de los grandes campeones de Poniente y un héroe al que recordarán los tomos de historia en el futuro. Llevad este título con orgullo y añadidlo, si gustáis, al emblema de vuestra casa, pues nadie antes lo había ostentado.
Por último, se dirigió a todos.
-El asesinato, por desgracia, aún no ha sido esclarecido. Así que conmino a mis leales señores del Oeste a cooperar, una vez restaurada paz y honor, para encontrar al asesino de Lord Piper y el que intentó acabar con la vida de Lord Lyonel ante la descuidada mirada de Tytos Lannister, nuevo hermano de la Guardia de la Noche. Cuando el asesino sea presentado ante la justicia, él y todos aquellos con los que se probara que cooperara, serán ejecutados por mi misma mano.
Así lo digo yo, Aegon, Quinto de su Nombre, de la Casa Targaryen, Rey de los Siete Reinos, Protector del Reino.