Un Rey en el Colmillo Dorado

En el Colmillo Dorado se hablaba con cuidado, se caminaba con cuidado e incluso se respiraba con cautela. El Rey de Poniente había llegado a la fortaleza, guiado por todo lo ocurrido a su mano, el cual se encontraba en cama, aún convaleciente, sin despertar.

Lo cierto era que el ambiente enrarecido había provocado que Lord Jonas Lefford se convirtiese en un hombre receloso de todos. Solo habían podido partir de la fortaleza unos pocos señores de Occidente, mientras que muchas familia nobles estaban en la fortaleza, sin poder salir de ella bajo petición del Señor del Colmillo que, junto a Lord Jasper Brax, se habían proclamado los deudores de justicia en aquel lugar.

Lord Tytos Lannister había sido encerrado en su habitación, al igual que sus hijos, y muchos de los que estaban allí, sobretodo los mencionados, creían en una estratagema de los Lannister al saber que habían levantado a los hombres en contra de los Reyne, sus aliados y vecinos. ¿O por qué, sino, se habían llamado a los ejércitos de los Lannister y habían sido llevados, sin provocación, a las tierras de sus banderizos?

Cuando Aegon se internó en el Salón del Colmillo se encontró con una reunión de señores de Occidente frente a él, con Lord Lefford, Lord Brax, Lady Sarsfield y Lady Ellyn Reyne al frente. Y la corte de casi todas las familias de Occidente reunidas para lo que, en principio, iba a ser una feliz boda. Pero no estaban todos los blasones. No. Muchos no se encontraban a la vista. Ni los hombres de Westerling, ni de Banefort…ni algún otro.

Lady Ellyn apareció junto a su joven marido, el heredero del Colmillo Dorado. Lady Lefford estaba radiante de belleza pero su expresión hacía presagiar lo peor. El gran día de una mujer es el día de su boda y sus enemigos la habían estropeado con asesinatos. Aquello no quedaría así.

Bajó con un vestido azul oscuro a recibir al rey, a quien ofreció una bacina de oro para que se lavara las manos del polvo del camino. Allí donde miraba el rey podía observar muestras del lujo que rodeaba al castillo. Tapices con piedras preciosas, esmeraldas y rubíes de las minas de occidente, oro y zafiros. "Mi hermano ha partido a defender Castamere, como es su deber. Nuestro señor ha atacado nuestras tierras sin argumento alguno, cometiendo felonía y rompiendo la paz del rey. Los dornienses han aprovechado la boda y la connivencia de Lord Lannister para atentar contra Lord Baratheon, la Mano del Rey y Lord Piper ya está muerto. Su objetivo era sin duda estropear mi boda. Alteza, si sois caballero haced justicia. Deponed a Lord Lannister y elegid a un nuevo señor para Occidente, castigad a los dornienses, que son rebeldes. Lady Ellyn se retiró junto a su marido mientras los más importantes señores de Occidente tomaban asiento en el Colmillo Dorado para celebrar las primeras Cortes de Occidente. La ausencia de Lord Lannister era notoria.

Aegon no esperaba una bienvenida cálida, pero tampoco la gelidez e indiferencia de los hombres y mujeres del Oeste hacia lo que había ocurrido. A su alrededor, los nobles tomaban asiento y lo miraban, pendientes de lo que iba a decir. Lady Ellyn Reyne lo interpelaba, hablando acerca de la traición de los Lannister y exigiéndole que les pidiera que depusieran las armas. Lo primero, sin embargo, era lo primero.

-Saludos a todos, mis nobles y fieles señores. No temáis, Lady Ellyn, pues se hará justicia. - Miró a todos a los ojos, tratando de escudriñar qué había tras aquellos rostros pétreos. - Yo, Aegon V, escucharé a los testigos y aquellos que estuvieron en la boda, revisaré las pruebas que presentéis e impartiré la justicia del Rey. Aquellos que hayan atentado contra Lord Piper y contra la Mano del Rey tendrán la sentencia merecida: la muerte. Por haber traicionado la confianza de Dioses y hombres, por haber arrebatado la vida a un hombre y atentado contra otro y por poner en peligro la Paz del Rey de la que todos nos beneficiamos. Así lo juro yo, y será mi mano la que blanda la espada.

Tras él, los dos guardias reales que le acompañaban y sus soldados parecieron descansar. No había peligro de trampa. El Rey había venido en son de paz, sin traer a su ejército. Preocupado solo por evitar que las llamas de la guerra se propagaran.

-Lo primero es lo primero. ¡Que alguien atienda a la Mano, por los Dioses!, ¿cómo se ha permitido que siga languideciendo? - Miró a su comitiva y dio orden a uno de los maestres para que fuera donde Ser Lyonel. - Quiero que Lord Baratheon esté preparado lo antes posible y que se recupere de este horror. Lo segundo, quiero que cesen las hostilidades en el Oeste inmediatamente. No habrá guerras internas ni arrestos. Los señores de Occidente deben estar aquí para este juicio.

Miró a Lord Tytos, esperando que dijera algo, y se dirigió hacia un banco cercano. Humilde, inesperado para un rey. Casi tan inesperado como su corona.

-No perdamos tiempo. En cuanto hayan atendido a Lord Lyonel y den su palabra de que cesarán los actos hostiles, comenzaré el juicio. La justicia no puede esperar.

Los señores de Occidente escucharon en silencio. Lord Roger miraba la figura del rey, impávido mientras oia sus palabras. Lady Ellyn le hizo un gesto casi imperceptible con la mirada. El León Rojo salió de la sala con todas las miradas siguiéndolo y apareció al poco tiempo acompañado de unos guardias con los blasones de Brax y Lefford. Entre ellos andaba Lord Tytos maniatado con una carísima seda iridiscente lysena de color morado pero tampoco parecía ofrecer mucha resistencia. Lord Reyne lo llevó al estrado y lo desató ante el rey. El señor de Castamere tomó la palabra. “Alteza. Hemos liberado a Lord Tytos, que cumpla su palabra y que se levante el asedio de Castamere por parte de Tywin. Si mañana al anochecer no se ha cumplido, consideramos a la casa Lannister perjuros y culpables de felonía y a Tywin Lannister fuera de la Paz del Rey por orden real.
El día de la boda de mi hermana con el hijo Lord Lefford se cometió un vil asesinato, estropeando el que debe ser el día más feliz para una mujer y enturbiando las relaciones con nuestros vecinos de los Ríos.” Señaló al estrado donde algunos ribereños se situaban. "Esta vil afrenta ha sido provocada contra el Rey y contra la Casa Reyne, dado que tantas envidias genera nuestra prosperidad. El maestre de Lord Lefford atendió a Lord Baratheon y casi podría decir que lo salvó con su arte. Esperamos su testimonio para poder saber algo más sobre sus enemigos, es decir, los enemigos del reino. Hemos interrogado al caballero dorniense. "Lord Roger lo había acosado día y noche. “Parece que no sabe nada, a pesar de los incidentes de las Marcas. Por tanto sólo queda un sospechoso. Lord Tytos organizó el banquete y programó el atentado en connivencia con los enemigos del rey. Todo para enturbiar el honor de las casas Lefford y Reyne. No contento con eso, envía a su hijo a sitiar mi castillo. Alteza, bien sabéis que eso significa romper la paz del rey y por tanto, la guerra para defender nuestras tierras. Por ello acuso formalmente a Lord Tytos Lannister del intento de asesinado de Lord Lyonel Baratheon y del asesinato de Lord Piper, que en paz descanse. Aunque no creo que lo haya hecho solo. Por ello, ante todos los señores de Occidente pido que se le retire de su cargo de Guardián de Occidente y entregue una compensación a las Casas Reyne y Lefford. En estos casos es difícil dilucidar la verdad de la mentira así que propongo un juicio por combate para demostrar la veracidad de mis palabras. Lord Tytos tendrá derecho a defenderse y se hará justicia tal y como el rey desea.”

Liberado de su cautiverio y frente al rey Lord Tytos recuperó algo de su dignidad y fortaleza. Se encontraba en un estado de apatismo absoluto, los rumores de los actos de su hijo, si ciertos, le dejaban en una posición muy delicada. Pese a que la guerra todavía era evitable, era consciente por fin de que aquella que quisiera seducirlo una vez jamás se detendría hasta conseguir más y más poder. Lord Lefford y su hijo habían perdido el juicio, llevados por la más cruel de las ambiciones. Cuando todos esos pensamientos le abandonaron, Lord Tytos actuó como el señor que le habían enseñado a ser, dio un paso al frente y se potro, rodilla en tierra, ante su rey.

Discúlpame mi señor, una vez más os he fallado -no despegaba la mirada del suelo, no se encontraba con fuerzas para hacerlo-. Jamás pensé que pagarían mi bondad y mi generosidad de esta manera. Es cierto que organicé el banquete, como regalo para mis vasallos, pero es una infamia si quiera sugerir que podríamos atentar contra la vida de los invitados usando nuestra propia comida. Desconozco quién en su sano juicio cometería tales actos, los Siete han decidido arrebatarme el juicio y si debo recuperarlo con la espada, así será, con la mía o con la que mi rey crea que me merezco.

En aquel momento y viendo la actitud de rendición de su padre, Lady Genna pensó que podría interceder y hablar por su querido hermano, que de estar presente no habría dejado humillarse a su padre de aquella manera. Tras pedir permiso al rey para su intervención trató de explicarse coherentemente.

– Alteza, mi hermano ha reaccionado en defensa de nuestra casa. Tras el atentado las puertas se cerraron y la actitud de Lord Lefford fue distante, únicamente escuchaba y obedecía lo que Lady Ellyn decía. Mi padre en ningún momento recibió apoyo para la búsqueda del culpable, ostentando el cargo de Guardián del Oeste únicamente de forma nominal. Las puertas se cerraron y no se nos permitió enviar ningún cuervo. Algunos señores recibieron el permiso para irse antes siquiera de comprobar su inocencia y creemos que lo hicieron para preparar a sus hombres. Una guerra se avecina y este salón es la primera casilla de la partida.

Realizó una pausa. Debía terminar su discurso ya, ningún rey escucharía a una mujer mucho más tiempo, aunque si alguno podía hacerlo, sin duda, ese era Aegon el Improbable, un hombre en el que Lady Genna confiaba para hacer justicia.

Mi hermano condujo nuestros hombres hacia el castillo de los Reyne, temiendo lo peor ante la falta de noticias. Más no se ha realizado agresión alguna. Mientras mi padre se pudría en sus aposentos, tratado como un criminal, acusado sin pruebas, Lady Ellyn y sus nuevos aliados preparan la forma de apartarnos del poder y arrebatarnos vuestra confianza. Busqué pruebas que presentaros, pero fue imposible, más cuando decidieron arrestarnos. Aún así los hechos hablan por sí solos. Mi hermano ha permitido marchar a todos los señores según vuestras órdenes y si ordenáis que cese sus acciones estoy seguro de que también os obedecerá. Más Lady Ellyn y su padre no se detendrán. Mi hermano descubrió que la casa Reyne nos debe ingentes cantidades de dinero (2 tokens de economía), esta es la oportunidad perfecta para tratar de hundir a nuestra casa y salvarse de la ruina -miró a su padre con una mezcla de decepción y reproche-. Lo siento padre, debía saberse.

Avergonzada por su incapacidad, Lady Genna volvió a las sombras tras el gesto del rey. Había fracasado en obtener pruebas, todas circunstanciales y un buen móvil, ahora el rey no podría más que encomendarse a los dioses para tomar una decisión. Lord Tytos habló por última vez.

Estoy listo mi señor, perdonad a mi hija por su atrevimiento, hablaba el amor de una hija hacia su padre. Decidid pues, si aceptáis las peticiones de mis captores y cumpliré vuestros designios. ¿Que espada será la que defienda mi inocencia ante los ojos de los Siete?

Lord Jasper Brax adelantó su paso, solo uno, y habló, aunque precisamente no para el bien del Señor de Occidente o para proponerse como espada.

– Vuestro padre no estuvo privado de libertad hasta que la noticia de que vuestro hermano estaba asediando Castamere llegó a este castillo.

– Además de que vuestro hermano había llamado a esos hombres mucho antes, pues estuvieron en mis tierras, miles de hombres, con promesas de ir a las Islas del Hierro en ayuda de Quellon Greyjoy. La casualidad.- Lady Selenna Sarsfield habló, seguramente animada por las palabras de Genna Lannister.

Y allí se quedaron las palabras, esperando al hombre que dispusiese su espada al Señor de Occidente en defensa de su virtud e inocencia.

Acertijos en la oscuridad. Dagas y venenos desplegándose por todas partes en el Oeste. ¿Cómo desentrañar esta madeja?, ¿quién decía la verdad y quién mentía en esta pantomima que se había orquestado? Confiaba en que la Mano despertara pronto, y en poder traer justicia a su persona y a la memoria de Lord Piper.

-Habéis sido escuchados, pero no puedo tomar una decisión aún. El juicio por combate es aceptado ante ojos de Dioses y hombres, pero flaco favor le haríamos a la justicia si optáramos por ello en lugar de esclarecer las causas de este misterio. Me niego a creer que algún noble señor del Oeste haya podido orquestar está traición - Clavó los ojos, de manera afable pero firme, en todos ellos. - Es por ello que quiero que todos aquellos que estuvieran presentes durante el banquete den testimonio aquí.

Alzó la mano.

-Nobles y plebeyos, aquellos que estuvieran aquí, que declaren su testimonio. Lo haremos a lo largo del día de hoy y mañana dictaminaré mi sentencia. Si nada se ha esclarecido, entonces los Dioses llamaran al juicio por combate, y que ellos guíen la espada del campeón. Pero no los distraigamos aún, si los que hollamos la tierra podemos resolverlo con nuestros medios. ¡Comencemos!

El envenenamiento fue en el mismo banquete. Había mucha gente, mucha comida y mucha bebida. Lyonel Baratheon estaba un poco ebrio, como siempre, pero no Lord Piper. Lo cierto es que después de que hombres y mujeres pasen por detallar lo que vieron, incluso los Lefford, Sarsfield y Brax, ninguno se anima a decir que Lord Lannister fue el que mandó realizar tal acto. No se vio nada extraño, pero también es cierto que antes de que se cerrasen las puertas del Colmillo, muchos se fueron, además de que mucha gente estaba en las tiendas fueras de la fortaleza.

El culpable material puede estar allí dentro…o lo más probable es que no lo esté.

¿Ha despertado ya la Mano?

Mano despierta! Baratheon onfire!

Cuando abrió los ojos una visión borrosa se le vino a la mente, se vió desfallecer de nuevo y tras esto la figura de un viejo con una túnica gris y una cadena al cuello… El Maestre de Colmillo corrió con un tazón de lo que parecía agua mientras Lord Lyonel se intentaba levantar a pesar de estar bastante aturdido.

-Mi señor, no es bueno que os levant…- intentó rematar el maestre que se vio echado a un lado cuando la enorme mano de Lyonel le quito del medio.

-Tengo que ir a ver a Lord Tytos y Lord Lefford, alguien ha intentado envenenarme… Esto es un ultraje. - con paso firme Lyonel se dirigió a la puerta donde aguantaba en pie firme Ser Bonnifer Oakheart quien lo interceptó antes de que continuase

-Mi señor, debo comunicaros que hay novedades, seguidme. -

Haciendo una parada para adecentar su vestimenta el capa blanca le había informado de todo, que llevaba semanas dormido, que Lord Piper había caído ante el mismo mal que él había padecido, que el castillo se encontraba cerrado a cal y canto, que Lord Tytos había sido prisionero, que Tywin Lannister sitiaba Castamere y sobretodo que el mismísimo Aegon V se encontraba allí.

Las puertas del gran salón de Colmillo Dorado se abrieron y tras ellas emergieron la figura de Lord Lyonel Baratheon, la Mano del Rey cuyo broche lucia en su pecho anduvo erguido, intentando ocultar su notable falta de forma y sin hacer caso a los cuchicheos y habladurías que habían formado un revuelo bastante aparente, hasta que llegó a la altura del Rey.

-Mi señor, es un honor teneros aquí a mi lado. Lo tendré muy en cuenta de aquí en adelante. - alzó la vista a la sala y haciendose escuchar habló - El deshonor ha manchado estos muros Lord Lefford, un buen señor como lo era Lord Piper ha caído y su memoria merece justicia. Pero sepan los culpables y que corran mis palabras si no se encontrasen entre estos muros que hará falta mucho más que esto para acabar con el gobierno de Aegon V o de su fiel Mano… Hoy se hará justicia, hoy los dioses por voz de nuestro Rey honrarán a los muertos y señalarán a los culpables. Pues el precio de la traición debe ser cobrado y los hombres nobles o villanos deben pagar sus deudas. -

Aegon sonrió a la Mano, a medida que caminaba y disimulaba los efectos del veneno ingerido. Lyonel Baratheon se alzaba, orgulloso, y declaraba que se haría justicia. Ay, si en verdad se hiciera justicia. Pero en lo que iba a ocurrir no había justicia. Había solamente sangre y dolor.

-Mis señores de Occidente. Durante toda la jornada he escuchado declaraciones, y he ponderado durante toda la noche lo que ha ocurrido. Nadie vio nada, nadie observó nada extraño y nadie sabe nada de lo que ha pasado. Jamás pasaría por mi cabeza señalar a ningún señor, y ninguna nobleza pongo en duda. Pero ni siquiera los criados, los soldados o las doncellas fueron testigos de nada de lo que ocurrió.

Es por ello que sospecho que fue un agente extraño a estas tierras el que introdujo el veneno y dio muerte a Lord Piper y casi siega la vida de la Mano. Sin embargo, es cierto que no pudo actuar sin el consentimiento explícito de alguien en el interior de estos muros. Si las palabras y el juicio de los humanos no pueden esclarecer lo que ha ocurrido aquí, entonces es tiempo para que los dioses decidan quién fue el que trajo el pesar a las tierras de Occidente. -

Aegon se levantó. Lo que iba a decir es lo que había querido evitar. Las ojeras eran visibles, resultado de toda una noche escudriñando documentos y pensando sobre declaraciones que había escuchado. ¿Todo en vano?, ¿esto era la realeza?

-Por ello, decreto un juicio por combate, que ha de celebrarse mañana, pues la justicia debe ser servida pronto. Aquel que pierda será el que diera cobertura a este monstruoso crimen. - Fue mirando a todos los Señores de Occidente allí reunidos. - Así lo determino, y cuando el combate acabe, dictaré la sentencia apropiada conforme a la voluntad de los Dioses.

Muchos esperaban el momento con ganas, otros con preocupación. Las puertas del Colmillo Dorado se habían abierto para dar paso a Lord Simon Crakehall, el hombre que había dispuesto su espada en favor de Lord Tytos Lannister.

Lord Simon había ganado algunos torneos en Occidente, más joven. Ahora no estaba en plenitud, pero seguía manteniendo su regio porte, y siempre había defendido las costas de incursiones. Sin duda, era uno de los más leales al León dorado de Roca Casterly. Y en frente Lord Roger Reyne, un hombre que había demostrado con creces su capacidad de mando y su control de la espada. El choque se antojaba, para muchos, histórico, pues aparte de Lannister, los Crakehall siempre habían luchado por la supremacía de los banderizos de los regidores de Occidente con pocas casas más, y entre ellos estaban los Reyne.

El patio de armas fue el lugar elegido, donde ambos contendientes se prepararon una vez el septón dictase el momento de comenzar el duelo, regido por el mismo Rey de Poniente. Y aunque muchos esperaban un duelo igualado lo cierto es que el Reyne comenzó de una manera que su contrincante no esperaba. El Crakehall se vio atacado con rudeza, pero con rapidez, y eso provocó que en poco se encontrase con algunas heridas que le hicieron perder velocidad. Aquel Reyne parecía haberse concienciado de que su mejor virtud era terminar con todo rápido, pero el jabalí del Refugio Quebrado rugió con fuerza. Simon Crakehall dirigió la vista hacia su esposa, la cual había asistido a una boda y ahora era testigo de aquel duelo, sollozante.

Y el Jabalí se rehizo. Cargo contra Roger Reyne y le hizo caer al suelo. Le desarmó. Le quitó el caso y comenzó a golpear con sus manos. Aquello terminaría de la peor forma posible, y no con ningún filo lacerando carne, aquella que había probado el filo del Reyne. Y varias veces golpeó el rostro del otro hombre, partiendo su nariz, haciéndole sangrar por la boca, haciendo gárgaras. Incluso el Rey se removió en su asiento, quizás tentado de intervenir ante aquella futura muerte agónica del Reyne…hasta que el Jabalí se quedó sin aire. Ahogado por el filo de una hoja entrando por el cuello de su armadura, manando la sangre sobre el rostro de su contrincante, para luego caer a un lado, convulsionando a la vez que se escuchaba un grito desgarrador.

Y después un sollozo contenido. Y un solo sonido más, el chasquear de la lengua de uno de los hombres, Jasper Brax, el cual no ocultó lo que todos esperaban allí, saber que ocurriría a partir de ahora.

*Me gustaría hacer saber que Lord Roger Reyne es un token considerado “La Espada de Occidente”, es decir un gran duelista. Lo digo para que los jugadores tengan en cuenta lo que Lord Crakehall ha hecho, que es mucho, poniendo contra las cuerdas a Lord Reyne, el cual está mal herido por un tiempo.

Aegon no apartó la vista de la muerte. Era su deber como rey, aunque fuera desagradable. Lord Crakehall no merecía un final ignominioso en un juicio que se había celebrado por falta de pruebas. ¿Se reían los Dioses de lo que hacían los mortales?, ¿existían acaso?

Se levantó, el rostro serio.

-Que se de digno entierro al bravo Lord Crakehall. Luchó por lo que creía y combatió con honor. A vos, mi señora - Miró a la mujer del fallecido. - Sé que nada puede consolaros en este momento, pero la Corona se ocupará de que nada os falte a vos ni de que se recuerde a Lord Simon con los más altos fastuos. Eso os prometo.

Se dirigió luego al vencedor.

-A vos, Lord Reyne, os he de congratular por vuestra victoria. Seréis compensado por las heridas en el combate y vuestro valor en el duelo no ha de ser olvidado por los Siete Reinos. Los Dioses han decidido que vuestra causa en esta cuestión sea la justa, y por ello he de dictar veredicto.

Miró a los señores allí reunidos. La hora de la verdad. Había pensado la sentencia durante toda una larga noche en vela, mientras intentaba volver a juntar declaraciones y sospechas en un argumento coherente. Pero nada salía. Estaba claro que los señores del Oeste no habían sido los responsables, pero alguien había dejado entrar el veneno. Y no podía quedar sin castigo.

-Tal y como dije en las sesiones del juicio que se celebró, ninguna prueba hay de que fuera un señor de Occidente el que envenenara ni a Lord Piper ni a la Mano, felizmente recuperada. Y, sin embargo, es evidente que por dejadez o por dejarlo entrar, el agente extranjero al Oeste tuvo cooperación de alguien aquí. Los Dioses han decidido por este juicio por combate que fuese responsabilidad de Lord Tytos Lannister, Señor de la Roca y Guardián de Occidente. - Se giró hacia él. - Lord Tytos, la justicia aquí impartida es divina, y todos los aquí presentes así lo reconocimos. No dudo de vuestra palabra, pero tal y como se ha determinado, no hubo menos que demasiada desidia por vuestra parte a la hora de garantizar la seguridad de los invitados. Aquellos que comieron vuestro pan y sal sufrieron por ello y uno de los invitados murió. No ha de pasar sin castigo.

Alzó ligeramente la voz.

-Es por ello que vos, Lord Tytos, seréis enviado al Muro para servir a la Guardia de la Noche. Allí podréis redimiros de lo aquí acontecido y seréis de utilidad al Reino. Si gustáis de ello, podréis llevaros a alguno de vuestros hombres con vos, si quieren tomar el juramento. La Casa Lannister, y su nuevo señor, Lord Tywin, habrán de reparar los daños causados a la Casa Reyne, levantar inmediatamente cualquier resto de asedio a sus tierras y compensarla por las injurias sufridas a su honor en esta disputa. No cumplir alguna de estas condiciones supondría ser apartado de la Paz del Rey y ver revocado el título de Señor de la Roca y el Colmillo y de Guardián de Occidente.

Luego miró a Lord Reyne.

-A vos, Lord Roger, se os compensará por las heridas, por las afrentas a vuestra casa y por los daños que haya podido sufrir vuestro hogar. Por vuestra victoria en el juicio de los Siete, también os nombro aquí y en este momento Espada de Occidente, uno de los grandes campeones de Poniente y un héroe al que recordarán los tomos de historia en el futuro. Llevad este título con orgullo y añadidlo, si gustáis, al emblema de vuestra casa, pues nadie antes lo había ostentado.

Por último, se dirigió a todos.

-El asesinato, por desgracia, aún no ha sido esclarecido. Así que conmino a mis leales señores del Oeste a cooperar, una vez restaurada paz y honor, para encontrar al asesino de Lord Piper y el que intentó acabar con la vida de Lord Lyonel ante la descuidada mirada de Tytos Lannister, nuevo hermano de la Guardia de la Noche. Cuando el asesino sea presentado ante la justicia, él y todos aquellos con los que se probara que cooperara, serán ejecutados por mi misma mano.

Así lo digo yo, Aegon, Quinto de su Nombre, de la Casa Targaryen, Rey de los Siete Reinos, Protector del Reino.

Estos hombres, ahora, siguen las órdenes del rey.

1 de los Swyft (Maizal) (Numeroso +1), en Castamere [Misión 5: Las Lluvias de Castamere] FUE: 12
2 de los Swyft (Maizal) (Numeroso +1), en Castamere [Misión 5: Las Lluvias de Castamere] FUE: 12
1 de los Crakehall (Refugio Quebrado), en Castamere [Misión 5: Las Lluvias de Castamere] FUE: 10
2 de los Crakehall (Refugio Quebrado) (Caballería), en Castamere [Misión 5: Las Lluvias de Castamere] FUE: 12
1 de los Kenning (Kayce) (Veterano +1), en Castamere [Misión 5: Las Lluvias de Castamere] FUE: 12

Están fuera del castillo,