Un verdadero Lannister

Jaime apartó a cuanto hombre o mujer estaba en su camino hacia los aposentos que habían sido de su padre en Roca Casterly, los más prominentes de la fortaleza; apenas hacía unos minutos había llegado a su hogar y sin asesarse o reunirse con cualquier señor, peticionario o incluso su tío Tygget, recorrió a toda prisa la distancia que le separaba de su amada.

Cuando abrió las puertas del dormitorio del señor de la casa, buscó ávidamente a Cersei y la encontró sentada con su mirada puesta hacia el Mar del Ocaso; Jaime no le vió el rostro, pero supo que sonreía mientras se acercaba a ella. Justo antes de abrazarla, vio que sostenía algo entre sus brazos y a Jaime se le atragantaron todas las palabras que quería decirle a su esposa.

¿Es…? – El Señor de Occidente no era capaz de decir más.

Joffrey, saluda a papá. – Cersei mostró a un pequeño bebé con escasos cabellos rubios y una mirada intensa.

Jaime cogió a su hijo torpemente llevando su mirada de él a su hermana y esposa; el joven señor se sentía extraño y una mirada inquisitiva asomaba a sus ojos.

Me pareció un buen nombre. – Dijo Cersei adivinando la pregunta de Jaime ya que lo conocía tan bien que muchas veces no necesitaban ni hablar para entenderse. – Es mi pequeño Príncipe.

Jaime frunció el ceño y dejó que las preocupaciones volvieran a adueñarse de él; había dejado atrás muchas cosas y entre ellas eran estaba la política, la guerra y las cuestiones dinásticas. Pero sí, sabía qué quería decir Cersei. Sin soltar a Joffrey, cogió una carta y se la entregó a su esposa.
Ella miró primero el papel arrugado y después a Jaime; la carta iba dirigida a Tywin Lannister pero el lacre había sido roto ya y él le invitó a leerla.

Rhaegar es un impostor, no es un verdadero Targaryen y no es el Príncipe Que Nos Fue Prometido. Los Targaryen murieron en Desembarco del Rey.
Debes buscar al verdadero Príncipe que combatirá la Larga Noche.

La carta era más larga, realmente era una carta de despedida de Aerys hacia su amigo Tywin, pero Cersei leyó aquellas palabras y trató de buscarle sentido a las palabras que firmaba el Rey Loco y cuando intentó encontrarlo en Jaime, este se encogió de hombros.

Padre decía que ya no reconocía a su amigo, pero yo estuve allí al final, Cersei. El viejo Aerys estaba allí pero no siempre, no sé si me entiendes. Pero esa carta …

Esta carta no es nada, Jaime, querido. Paparruchas como tú bien dices. Dicho aquello se acercó a la chimenea que calentaba la sala y lanzó el papel al fuego. – Ahora, cuéntamelo todo.


Jaime dormía plácidamente en el lecho conyugal, uno que Tywin no había vuelto a usar desde que Joanna muriera; habían estado hablando largo y tendido y él la había puesto al día de cuánto había hecho. De todo.
Joffrey hacía lo mismo que su padre y tan sólo se removió levemente cuando su madre, Cersei, acarició su rostro. La Lannister tenía una carta en su mano y la había vuelto a leer.

Debes buscar al verdadero Príncipe que combatirá la Larga Noche.

Descansa, mi pequeño Príncipe.

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