Una vez más, a la brecha

Tomó un largo trago de vino y exhaló. Al fin podía volver a saborearlo. Antes, con las tinturas curativas que el maestre le hacía beber, todo le sabía a agua sucia.

Pero hoy, al fin, se había conseguido levantar de la cama, aguantando el dolor, y cuando el maestre llegó lo esperaba vestido y armado. Vio prudente declarar solemnemente, con la espada puesta en el pecho, que el enfermo ya se encontraba perfectamente y no necesitaba seguir su tratamiento.

Oberyn disfrutaba acodado en el balcón del aire fresco de la noche dorniense cuando oyó la puerta gemir y sintió una mirada clavada en su nuca.

-Adelante. Hay vino de sobra -dijo sin girarse.

Lo leve, casi imperceptible, de los pasos le reveló que era una mujer. ¿Sería un regalo de Doran para celebrar su mejoría?

La figura felina que se apostó indolente junto a él en el balcón era, en efecto, indudablemente femenina.

-Nunca rechazo una copa -le dijo con una sonrisa divertida, extendiendo la mano.

Oberyn, más acostumbrado a que le sirvieran que a servir, arqueó la ceja, pero le sirvió una copa de vino igualmente.

-Muy amable -dijo burlona.

Le echó un buen vistazo. Era joven, casi demasiado joven. Casi. Morena, de pelo negro y rostro aguileño, no era la joven más guapa que Oberyn había visto, pero tenía algo. Era su tono, sus movimientos, sus gestos. La forma en que se encaramó a la barandilla y le miró despertó en Oberyn instintos que estaban adormecidos por la leche de la amapola.

-No creía que mi hermano tuviera tan bien gusto para las mujeres -comentó complacido mirándola.

-Mejor que el tuyo, sin ninguna duda -le dijo con la risa bailándole en los labios.

-¿Cómo? -dijo Oberyn, mortalmente serio. Normalmente este era el punto previo a sacar la espada.

-Que tus gustos en mujeres, Oberyn… son horribles -le dijo divertida-. ¿De verdad pretendías casarte con Cersei Lannister? Cómo sois los hombres… Solo veis hoy, pero nunca el mañana. ¿Y tras un par de partos, cuando esas tetas como vejigas de cerdo que tiene se caigan y se queden fláccidas? ¿Y cuando ese culito blanco acostumbrado a almohadones de seda se derrame y se convierta en unos bultos que bajen por las piernas como los baches de un camino? ¿Entonces qué te quedará? ¿Con qué te habrás casado? Con una gorda asquerosa consentida que se folla a su hermano. Con eso es con lo que te casarás en realidad. Lo demás es solo pasajero.

Oberyn, con aparente calma, le puso un cuchillo en el cuello.

-Tienes una lengua demasiado larga para ser una puta.

La joven, impertérrita, le dijo:

-¿Es que algo de lo que he dicho es falso? ¿Hay algo en lo que me haya equivocado? Pues entonces mátame.

Oberyn bajó el cuchillo tras unos segundos y se lo volvió a guardar.

-No, no creo que te hayas equivocado. Aún así debería cortarte la lengua por hablar en esos términos de mi prometida, pero me siento generoso hoy. De todas formas, ¿es que acaso eso no les pasa a todas las mujeres?

La joven negó con la cabeza mientras reía.

-No, solo a las damas de alta cuna. Demasiados almohadones de seda. Ponen las carnes blandas. Y demasiados partos -dijo con desdén.

Tiró de un cordón y, como por arte de magia, su corsé se deshizo y su pecho quedó al aire.

-Estas tetas -dijo cogiendo la mano de Oberyn y llevándola a sus pechos- nunca se caerán. Porque no pesan tres arrobas, como las de tu prometida. ¿Pero tienen algo de malo? ¿Tienes alguna queja de ellas? ¿No crees que son bonitas? -dijo retirándole la mano y sacando pecho frente a él.

Oberyn, que se estaba quedando sin palabras por primera vez desde que tuviera memoria, respondió con un escueto “ajá”.

-Y este culo -dijo desembarazándose del resto del vestido, que quedó hecho un guiñapo a sus tobillos y dándole la espalda para que lo viera bien- ¿tiene algo que envidiar al de la rubia? -lo meneó con gracia-. ¿Y crees que Cersei Lannister… -le dijo en un susurro dándose la vuelta, pegándose a él y llevando la mano de Oberyn a su entrepierna- …está así de húmeda por ti, mi príncipe?

Oberyn, a quien no le quedaba demasiado para perder el control, negó con la cabeza.

-No. No, no tienes nada que envidiar a Cersei. Nada -admitió.

-Pues móntame. Justemos. Tú eres el caballero, yo el caballo -le dijo dándose la vuelta, desembarazándose del vestido a sus pies y apoyándose en la barandilla.

-¿Aquí? Desde aquí nos puede ver toda Lanza del Sol. Y medio Dorne está en la ciudad hoy.

-¿Es que tienes una reputación que mantener? -le dijo girando la cabeza-. Pues yo tampoco. Que nos miren… y nos envidien.

Oberyn rió con incredulidad. Esta muchacha era algo verdaderamente excepcional.


Tras varios cambios de lugar y posición habían acabado en la cama, donde ahora la joven reposaba la cabeza sobre el pecho de Oberyn, mientras este hacía lo posible para disimular el dolor que sentía en el costado. No estaba aún para estos trotes. Pero no es que le hubieran dado elección.

Se incorporó y ella le miró con esos ojos grandes y traviesos.

-¿Y tú de dónde has salido? ¿Cómo es que no te conozco? Te recordaría. Créeme que te recordaría. He olvidado a muchas mujeres, pero no te olvidaría a ti.

-De Sotoinferno. Es normal que no me conozcas, nunca has estado allí. Créeme, te recordaría -le dijo imitándole.

-Espera, ¿entonces no eres…? ¿Has venido con…? ¿Eres la hija de…? -preguntó, cada vez más alarmado.

-No, sí, y sí -le dijo contando con los dedos-. Soy Ellaria Arena, la hija de Lord Uller. Un placer, Príncipe.

-Entonces para qué demonios… -dijo intrigado.

-Mi padre me ha mandado a avisaros de que partimos al romper el alba. No os durmáis -le dijo con tono cantarín.

-¿Y lo demás?

-Lo demás… lo demás era inevitable. Ya había oído hablar de ti. Largo y tendido. Pero las historias no te hacen justicia… Oberyn.

Cuando oía su nombre de labios de Ellaria era como si lo oyera por primera vez; como si los demás no supieran pronunciarlo bien.

-Al alba, ¿no? Entonces… aún nos quedan unas horas.

Ellaria sonrió traviesa y asintió.