Uzkazrak Funde-uzbad kâthûn grûn

Las volutas de humo procedentes de la pipa se mezclaban con las del fuego del hogar en el que un puchero se cocía lentamente; con cada bocanada, lentas y espaciadas, el olor de la sala adoptaba matices más ásperos pero, a su vez, más familiares.

Un recién llegado se sentó junto al fumador y removió el caldero ganándose una mirada reprobatoria del cocinero quien, aunque estaba pendiente de otros menesteres, no dejaba de controlar su cocina. Buscó la complicidad del fumador pero este se encogió de hombros como si poco pudiera hacer o poco le importara.

El recién llegado, embutido en una armadura pesada que no parecía molestarle frunció el ceño y, con cierta exasperación, el fumador suspiró exhalando una gran bocanada de humo.

Zaraz, uzbad, kathûn lo.

El guerrero dejó el cucharón - para alivio del cocinero - y tomó la palabra.

¿Ayezâth tundar, Samir?

¿Azak kathak? Gornaz nath’zûn, tundar gornarîk’grond edhrin rukka us.

Harknûn nath’zûn, zhag nath’khazad.

¿Dumraz thar âzyung, azak’zûn, Jarkko?

Samir miró con los ojos entrecerrados a su interlocutor esperando la respuesta de este, palabras graves se estaban virtiendo allí y era preferible dejarlo todo claro para evitar problemas más adelante. Pero Jarkko no estaba dispuesto a dar su brazo a torcer.

Nay zagh-dûr, zagh-dâl. Uzkazad zughilumaz gornarîk dumrag. Uzkazad zûnûn kragak gornarazkun dumrag, edhrin azûr’guzûmaz dumruzar.

Se esperaba algo así, era lógico lo que decía pero no era una visión del conjunto. Y Samir ya estaba preparado para algo así.

Azak uzkazrak Loric tharkra dûm, zâth khazkarak zughilûn.

Aquello debería dejar finiquitado el asunto, al menos hasta que algo sucediera al respecto. Jarkko se levantó y tomó un sorbo del puchero arrebatando un bufido del cocinero al fondo de la habitación. Antes de marcharse, no obstante, quiso tener el derecho a la última palabra aunque no le perteneciese.

Aye, edhrin uzkazrak Kaos.

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