Vida y muerte de Aegon VI

Parte I

Aegon nació de la unión de Ellia Martell y Rhaegar Targaryen, pocos en los Siete Reinos han tenido un linaje semejante. Sus primeros meses fueron quizás, los más tranquilos de su vida. Padres que lo amaban y depositaban grandes esperanzas en él y una hermana mayor que habría sido una gran dama, atenta, cariñosa y perspicaz como él que más. Sin embargo a veces los dioses nos deparan adversidades que ninguno podemos esperar. Un abuelo loco, una nobleza belicosa, un padre que a saber por qué hizo lo que hizo… Ni yo llegué a comprender aquel insulto a su esposa, su familia y algunos de los más poderosos hombres del reino. La guerra fue imparable.

La llamamos, algunos al menos, “la guerra del usurpador”. Baratheon, Tully, Arryn y Stark, al menos en principio, se enfrentaron a la casa Targaryen, apoyada por los Tyrell, los Martell y casas menores de todos los rincones. Al principio, si mi memoria no me falla, guardábamos esperanzas, sin embargo la derrota de Rhaegar en el Tridente las aplastó como Robert aplastó la coraza del príncipe. La puntilla la pusieron los Lannister, en otro tiempo leales súbditos de su majestad, alejados y rencorosos por las afrentas de Aerys II cometieron una vil traición. Entraron en la capital bajo bandera amiga y una vez dentro fueron un torrente. Al buen Varys, un gran hombre con el que la historia no será justa, hizo lo que pudo y salvó a Aegon. Hubiera salvado a su hermana y su madre pero todo sucedió demasiado deprisa.

Y ahí estaba yo, vuelto del exilio impuestos por Aerys esperando en una barcaza a las afueras de Desembarco días después, oculto bajo un disfraz. Varys trajo al niño, con su cabello dorado y sus ojos violetas y me lo entregó. Me hizo jurar que lo educaría y cuidaría como si fuera mío, ¿cómo negarme? Rhaegar siempre fue lo más importante en mi vida. Ese mismo día partimos a Essos. Amigos leales a Rhaegar, Varys y su gente, los mios propios, todos colaboramos para mantener oculto al mundo al príncipe. Varys fue el que más se arriesgó pues permaneció junto al usurpador. Cada rumor o historia sobre mi la hacia desaparecer de la historia para siempre. Y mientras él nos ocultaba yo cuidaba a un bebé. La madre tuvo que ayudarme, no tengo duda, ¿yo con un bebé? Aquello fue un espectáculo.

El niño creció sano, espigado, rápido de pensamiento y hábil. Yo lo educaba, oculto entre la compañía dorada como uno más, ocultaba al hijo de Rhaegar como si fuera el mío propio. Y al final así lo quise, como si hubiera nacido de mi semilla y no de la de su padre. Lo veía crecer, venir a mí preguntándome cada duda que tiene un niño cuando ve algo nuevo, y ve tantas novedades que no podría contarlas. Al principio me negué a que se adiestrará con las armas. ¿Griff en batallas? ¿Para qué? El usurpador borracho tenía un gobierno fuerte gracias a sus consejeros y los aliados de la casa del dragón se habían diluido con el tiempo. Griff podía tener una vida cómoda en las ciudades libres, habría sido un buen mercader sin duda. Y entonces fue cuando Varys por única vez vino a verme. Ahora no sé cómo me pude dejar convencer, si no hubiera sido adiestrado, si hubiésemos ocultado quien era y le hubiéramos dado una vida de paz quizás sería él quien escribiría esta crónica.

Pasaron los años y nos íbamos preparando, Griff, yo, Varys, caballeros exiliados y grandes poderes de Essos. Todos ellos ayudaron y bajo mi supervisión Aegon se convirtió en un hombre honesto, honorable y bueno. La compañía dorada también había hecho su parte, hacían otros contratos pero el nuestro permanecía ahí, oculto, siempre. El usurpador empezó a perder el control por aquel entonces, su mano, el bueno de Jon Arryn había muerto y todo se desplomó como un castillo de naipes ante una suave brisa. Él mismo usurpador murió y Varys tiró de los hilos adecuados. Poco después la enseña Martell aparecía en el puerto de Lys.

Arianne Martell resultó ser una joven de gran belleza y un cautivador carácter. Me consta que a Aegon le causó una gran impresión. Y después de ella llegó él, su tío, Oberyn Nymeros Martell. El día que se conocieron todos nos sentimos profundamente conmovidos. El amor que ese hombre sentía por su sobrino rozaba la devoción divina y ambos se convirtieron en uña y carne. Sentí en algunos momentos cierta punzada de celos, no mentiré, pero no me opuse y trate siempre que ambos disfrutasen todo el tiempo juntos que fuera posible. Yo lo había tenido para mí más de quince años, su tío merecía aprovechar cada instante del hijo de su querida hermana.

No me detendré en contra detalles, para eso quedarán futuras anotaciones y anexos pero si mencionaré el día en que Dorne le juró lealtad, ahí dejo de ser un niño, se hizo rey. Fue en Sepulcro del Rey, en las Marcas, ahí la nobleza de Dorne se había reunido bajo la llamada de la casa Martell y uno a uno todos conocieron quien era y juraron servirlo como su rey. Ni uno solo vaciló, todos ellos ansiaban justicia por los daños recibidos en la guerra. Heridas no cerradas lamentablemente. Aegon estuvo a la altura del momento y decidió avanzar hasta Canto Nocturno.

En Canto Nocturno su castellano se negó a rendir la plaza pues no conocía la opinión de su señor. Aegon decidió no castigar la lealtad con violencia, así era el, quizás demasiado idealista.

Ahora me llaman, empieza su funeral. Continuaré en que tenga un momento.

Jon Connington

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