Vientos de cambio

La luz de la mañana se filtraba límpida entre las hojas verdes y amarillas dotando a lo más profundo del bosque de un toque de dorada claridad.
— Nuestras fronteras han sido traspasadas— Dijo Drycha, entrando como elefante por cacharrería. — Ha sido una violación menor. Un solo hombre, un druida de los Nathul.
Los demás lo miraron, casi sorprendidos, por su llegada.
— Vaya, hermanito— dijo Huldra con sorna. — Un solo hombre nos ha invadido, imagino que habrás convocado a todas nuestras fuerzas.
Drycha pareció tardar un momento en darse cuenta de la ironía y su cara pasó a un ceño fruncido.
— Si permitimos una trasgresión las permitimos todas. ¿Sabes qué dirán nuestros enemigos de nosotros?
— Sí, lo sabría. De tenerlos. Pero tú no, para eso hay que salir y hablar con amigos y esos supuestos enemigos y tú hace siglos que no sales del bosque así que no sabes más que lo que yo te cuento — hizo una pausa pero se apresuró a seguir antes de la réplica de su mellizo.— Puedes creerme o no, eso es cosa tuya, pero…
— Basta — El hombre que había hablado, el tercer hermano, el mayor de todos, seguía sentado en un tocón mientras con las manos daba vueltas a lo que parecía ser una piedra de forma extraña.
Los mellizos callaron de inmediato y se volvieron hacia el líder Izila. Todos tenían claro no solo que aquella discusión no había terminado si no que se morían de ganas de continuarla. Pero cuando El Glotón hablaba, los demás callaban.
— Si nuestros enemigos, reales o no, se adentran en el nuestras tierras sin ser invitados responderemos como siempre lo hemos hecho, con furia y sangre. Pero ahora mismo tenemos mayores problemas que un druida al que le han sentado mal las setas.
Mostró la piedra que tenía en las manos y hubo silencio. Ni el viento ni los pájaros cantores lo perturbaron. Un silencio pesado, agobiante. Un silencio que dolía.
— El equilibrio se ha roto— sentenció El Glotón.
— Debemos…— Drycha comenzó a hablar mientras aferraba su lanza con fuerza. Una algarabía de opiniones impidió que nadie oyera nada durante largo rato
Finalmente el sumo sacerdote de los Izila se levanto y todos volvieron a callar.
— Tenemos que encontrar respuestas y…— Las siguientes palabras parecieron dolerle en el alma. — no podremos hacerlo solos.

1 me gusta