Y al final ... fuego

Lucas, muerde esto― dijo Ser Marq mientras ofrecía un trozo de cuero al muchacho de Árbol de los Cuervos. ―Lo vas a necesitar

El hierro al rojo cauterizó la herida en el costado del joven, era profunda y necesitaría los cuidados de un maestre. Pero sobreviviría, lo que era una suerte pues Ser Marq se habíá enfrentado a los occidentales en batalla, pero no quería hacerlo con Lord Tytos Blackwood.

Ellery Vance y Ser Robert Paege estaban también con él ―aunque el rostro del veterano Ser Robert nunca seríá el mismo , el mismo fuego que les habíá servido habíá acabado tomando la revancha― pero no habíá vuelto a ver a Hugo desde la escaramuza de esa mañana. Ojalá estuviera de camino a Atranta, pero esperaba lo peor.

Los cuatro compañeros abrieron el último pellejo de vino que les quedaba y se echaron a descansar bajo las estrellas. Se merecían un descanso, lo que habían conseguido para con los ríos no tenía precio, pero igual se lo cobrarían en gloria pronto.


Mientras tanto, a docenas de millas de distancia Ser Edmure se ajustaba el vendaje, el maestre no sabía limpiar heridas ni la mitad de bien que Vyman, pero Aguasdulces estaba muy lejos y Edmure no podía esperar.

Mi señor― el que habló era uno de sus sargentos, un campesino de Lord Ryger que habíá tomado las murallas con él. Hace apenas unas semanas había llegado al campamento armado tan solo con una lanza de mala calidad, ahora cabalgaba en un destrero viejo pero aún capaz y se protegia con un gambesón rojo y oro alque habíá arrancado el león, cortesía de los occidentales ―Tenéis algo en la barba.

Edmure se tocó la incipiente barba pelirroja ―no se habíá afeitado en días, desde que partieron del Colmillo― y pronto el olor del hollín le inundó las fosas nasales, sonrío y levantó la vista al horizonte, a la humareda que pagaba el precio de las afrentas de occidente.

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