Por fin habían llegado a puerto. No habían sido muchas jornadas ni tampoco habían tenido mala mar, pero el viaje se estaba haciendo muy largo.
El puerto olía a salitre, pescado y sudor de hombres. Eso debía ser culpa de los marinos de la flota real. Claro que los demás barcos anclados no aparentaban tener marineros con mejor olor corporal, ni más higiene.
Otis había recibido un encargo de su maestro. Debía comprar especias para cocinar, tenía una lista que no sabía leer. Lastima, leer parecía estar bien. Ser Tyland Solís leer en cubierta cuando hacía sol. ¿Que leería ese hombre?
Otis tenía claro que si supiera leer, le gustaría leer sobre Aegon I o Sobre Brandon el constructor, o sobre Garth Mano verde, Lannister el Astuto y esa gente guay.
Lastima que su origen plebeyo, y sobre todo pobre, la habían posibilitado una educación menguada, seguramente, había señores del hierro con más letras que el, que justo justo sabía reconocer su nombre y en un día bueno, imitarlo con un cuchillo en una tabla.
Otis no tenía mucho, lo puesto y las ganas de tener más eran abrumadoras. Nacer pobre no debía ser causa de morirse como como tal. ¿Verdad? Tenía que aprender a leer. Y a luchar, no en peleas callejeras de puntazo en la tripa, robo de cartera y pies en polvorosa. Tenía que aprender a manejar un hacha o una maza, para comprar una espada tendía que dejarse dar por culo por la mitad de la tripulación de un barco Dorniense. O eso decía Envaron.
Por otro lado, si mejoraba como cocinero quizás podría servir a un capitán como tal y ganar algo de dinero. Pero sería engañarse. Para conseguir dinero le hacía falta un barco y muchas hachas, no una cocina.
Ser pirata y robar a gordos mercaderes y desplumar a viajeros incautos. Cómo los hombres del hierro pero sin oler igual de mal necesariamente. Si algún día llegase a tener su propio barco, una norma obligatoria sería ducharse en casa puerto que atracaran.
Otra opción, casi tan interesante como ser pirata, podría ser servir a Ser Tyland, medrar. De pinche a cocinero, de cocinero a secuaz, de secuaz a secuaz predilecto para acabar siendo mayordomo. Mayordomo de esos que llevan espada y sobre este de calidad, servir a Tyland como hacia Turnberry, silenciando voces discordantes, consiguiendo cosas, fabricando otras. No pudo evitar decir en alto…
-Debo aprender a leer. ¡Joder!
Envaron, que lo escucho, le dijo.
-Chico, deja de decir bobadas y ponte a deshuesar esos jamones. Quiero ponerlos a cocer antes de que caiga el sol. Puede que después, te ayude. Ser Tyland es hombre de cultura y a lo mejor nos presta un libro y te enseño a leer.