Aguasdulces, Salón del Parlamento.
La cámara estaba abarrotada, el aire cargado de incertidumbre y el calor de las lámparas; olía a aceite y nervios. Tras el telón de fondo de la guerra civil en el Dominio y la amenaza del Norte, el Alto Canciller Krevyn Vypren se levantó para presentar la moción. Sus manos no temblaban; su voz, sin embargo, vibraba con una pasión inusual para un tecnócrata.
— Honorables Archiduques, honorables Parlamentarios, nuestra recién forjada Comunidad Económica del Carbón y el Acero es un pacto de paz basado en la razón y la interdependencia. Pero esa paz está amenazada. Al sur, la tiranía militarista de Colina Cuerno ignora la voluntad popular; al norte, el fanatismo iliberal de la Revolución Boltonchevique desprecia la libertad que defendemos en este Salón —.
— Ellos, en el Norte y en el Sur, desprecian la libertad individual y el sistema de representación que honramos en este Salón. El Imperio Dual de los Ríos es, de facto, la última frontera de la libertad en Poniente. Para defender esta integridad territorial, la autonomía y los derechos de cada ciudadano, debemos hacer sacrificios. El enemigo no espera el debate. No podemos responder a la eficiencia del despotismo con la desorganización de diez mandos distintos —.
Se inclinó, mirando a los Archiduques Bracken y Blackwood, ya que, al fin y al cabo, los Parlamentarios se limitarían a reproducir su voluntad. — La defensa de la libertad exige sacrificios — remarcó nuevamente. — Para garantizar nuestra integridad territorial, para proteger la vida de nuestros compatriotas y asegurar el futuro del germen de la paz que ha nacido en Harrenhal, es imprescindible unificar el mando militar —.
— Por ello, la Cancillería somete a votación la declaración del Estado de Guerra. No como un deseo de conflicto, sino como el único camino para otorgar al Alto Mariscal Alester Vance y al Ejército Imperial las herramientas necesarias para actuar con la velocidad de la necesidad. Para protegernos de las amenazas que nos acechan — añadió antes de hacer una pausa y rodear con su mirada a todos los parlamentarios. Lucían incómodos, pero aquello sólo fortalecía su determinación. — Declaremos el Estado de Guerra para que la paz y la libertad del Tridente puedan sobrevivir a esta tormenta —.