En Desembarco del Rey

Una pequeña comitiva de dornienses dejaba atrás el férreo control que había a las puertas. Habían sido retenidos durante largo rato, no era corriente verles en la capital desde los años de la Rebelión. Ser Mervyn Peake estaba aburrido, Lady Olenna había conseguido que se encargase él en persona de comprobar que se cumplían los preceptos dados por el Consejo Privado, la anciana consejera había anunciado que dejaría su puesto al finalizar la festividad y argumentando mala salud había delegado en el multitud de funciones. Un hombre encapuchado le hizo tratabillar.

  • Cuidado plebeyo -musitó con una mueca de desprecio-.El destello en los ojos del encapuchado le hizo dudar durante un momento, pero finalmente captó su atención un cargamento de vino que esperaba el gravamen correspondiente y su bolsillo una pequeña cantidad.

Cientos…miles de señores de todo Poniente se volvían a reunir en un mismo lugar 17 años después. En pocos días se cumpliría el aniversario de la derrota del león y Rhagear había decidido, por primera vez, organizar un banquete para todos los señores nobles de Poniente. La unidad de los Siete Reinos era una cuestión pendiente en su reinado y aquella sería una magnífica ocasión para sanar heridas del pasado. Un sacerdote de R’hllor predicaba más allá de la Puerta del Rey mientras los Capas Dorados custodiaban a los organizadores. El banquete no solo sería para los señores sino que se había dedicado una importante parte de las reservas de la corona para que el día de la celebración todas las posadas de Desembarco del Rey ofrecieran comida y bebida a todos sus ciudadanos, incluso se había levantado una gran carpa en la Plaza de la Concordia, en el centro neurálgico de la ciudad nueva, donde todos los ciudadanos tendrían acceso aquel día.

La Mano oteaba el horizonte de la ciudad pensativo. Cada día era más difícil reunirse con el rey y sus órdenes eran cada vez más difusas, como aquel banquete. Desde luego que en la zona más segura de la Fortaleza Roja se reunirían las personalidades más influyentes de los Siete Reinos, se alzaría un pequeño campo de justas y se realizarían espectáculos de todo tipo, pero más allá la ciudad era un hervidero casi imposible de controlar, el caldo de cultivo para los problemas que había tratado de evitar durante 17 años.

Todos habéis sido invitados al banquete en honor de la derrota de Tywin, tenéis que abrir la Misión 1: Banquete en Desembarcom en vuestro foro y ponerme que personajes (tokens o no) acuden a la ciudad.

El olor a mierda hizo despertar a Loras de su sueños. Habían recibido la invitación para visitar la capital de puño y letra de Olenna directamente, y todos sabían lo que ello implicaba. La noticia fue bien recibida por Loras, quien veía a esta visita como una oportunidad de justar y lucirse antes las multitudes. Muchos hablaban que los vítores de la capital eran sin igual, pero al sentir los olores y ver las casas apostadas a las fueras, lo embargaron ciertas dudas. Las personas los veían pasar y sus caras denotaban poco interés en el banquete a celebrarse.

Su hermano Garlan iba al frente de la marcha. Como siempre, cabalgaba en silencio observando la situación a su paso. Su hermano fue menos efusivo para acatar la orden de la reina de las espinas, pero su etiqueta y honor impedían rechazarla. Loras apuro la montura y se puso al paso de su hermano.

  • ¿Participaras en las justas Hermano? - Pregunto jocosamente Loras mientras veía como el resto de los guardias miraba de reojos. Loras sabía que su hermano, si bien era menos conocido en poniente, era igual o mejor justador que el y eso le quitaba posibilidades de lucirse con el pueblo llano.
  • Sabes muy bien, que si el honor así lo demanda, lo hare pero no son de mi agrado. Aunque será una buena oportunidad para demostrar la fuerza de la casa Tyrell. Algunos señores de poniente han olvidado quienes somos - Garlan hablaba despacio pero su voz llegaba a todos los que estaban al rededor. Era evidente que los hombres lo respetaban.

Los hermanos Tyrell cruzaron las puertas de desembarcos e inmediatamente han fueron escoltados por la guardia de la ciudad. Prestos guardias custodiaban a la multitud, mientras los colores de la casa Tyrell ondeaban. Loras no podía dejar de pensar en el olor que provenía de la ciudad, se preguntaba como aguantaban eso. Supongo que uno termina acostumbrándose, se dijo así mismo sin saber que ese no seria era el único olor que sentiría aquel día.

¡Apartaos! ¡Apartaos! ‒la imperiosa voz desprovista de piedad de un sargento con la librea de los Velaryon resonaba a través de los tenderos del Mercado del Pescado ‒ ¡Abrid paso a Lord Velaryon de Marcaderiva!

Los pescadores y viandantes se apartaban como podían, pues los caballos no hacían ademán de detenerse a su paso. Rodeado de su guardia personal, su señoría ni se dignaba en echar una mirada a tan insignificantes personas, y con su larga melena rubia platinada al viento centraba su atención en las firmes murallas bien guarecidas de la Puerta del Lodazal. Haciendo honor a la verdad, el banquete y los festejos le importaban a Lord Monford un rábano, pero no podía permitirse faltar a una reunión de personalidades tan importantes del reino entre las que sin duda merecía un puesto. Quizá incluso, si R’hllor lo quería, conseguiría convencer al irritante braavosi de la legación que Braavos tenía en Desembarco para adquirir uno de los dromones de su célebre Arsenal.

Cuando entró por las puertas el joven encapuchado dejó de ver a los señores que, henchidos como gallos, desfilaban por la ciudad, y a los curiosos que se arremolinaban para ver de lejos por un breve instante los lujos que ellos nunca tendrían. En vez de eso se vio desfilando, del lado de Rhaegar y de Jon, al frente de un grupo de hombres cansados y magullados. Intercambió una chanza con Jon sobre lo que podían hacer esta noche, con la ayuda de diez botellas de vino y siete mancebos de las Islas del Verano, cuando todo hubiera acabado, y cuando espió de reojo la reacción del Príncipe, su falsa sonrisa petrificada le hizo arder la sangre.

-¡Eh! ¡Mira por donde vas, imbécil! -le dijo un tipo gordo al que casi había arrollado, en su marcha a ciegas por las calles de Desembarco, y que se encaró con él, rompiendo el hechizo y devolviéndole a la realidad.

Se llevó la mano instintivamente al pecho, donde guardaba el puñal, y el tipo vio algo en su postura y el brillo de sus ojos que le hizo retroceder unos pasos.

-Vale, vale, no pasa nada, amigo, no quiero problemas.

Oberyn Arena soltó el puñal y miró a su alrededor con vaga curiosidad.

-Así que esta es la puñetera ciudad de ese perro traidor -musitó-. Es como él. Engalanada por fuera, podrida de mierda por dentro.

-Alyssa querida, bienvenida a la capital. Espero que podamos ver a la reina Lyanna y al príncipe Aemon. Será un honor presentarles a la heredera del Valle.

-Primo, sabéis que el honor será mío. La reina y el príncipe de Rocadragon, espero estar a la altura de las circunstancias.

-Despreocupaos, mi señora. Pocas damas pueden lidiar con vos en hermosura. Los hermosos ojos de vuestra madre… aún la recuerdo allá en Harrenhal… que días aquellos. Allí fue donde Lord Gorold Hightower me armó caballero a los 13. !Y por mandato real!

-¿Es verdad que fuisteis vos quien encontró el huevo del que prendió el dragon del príncipe heredero?

-Tengo ese honor, mi señora. Fue un privilegio servir al rey de tal manera. Y a cambio pude disfrutar del tutelaje de Ser Arthur Dayne, el se encargó de completar la tarea de formarme como caballero, labor que como sabéis, empezó vuestro señor padre.

-El rey os nombros Lord, si no recuerdo mal, precisamente por el hallazgo de dicho huevo.

-Ciertamente mi señora. Mi señor suegro era el caballero de nuesvestrellas, y yo podréliegar el título de Lord a mis hijos. Me enorgullece poder honrar el apellido de mi querido amigo Henry, cayo en la batalla de la Colina Carmesi. También mi abuelo, Lord Wynwood murió ese día. Fue un día triste para el valle. Sin embargo hoy es un dia feliz, podré presentar a la hija y heredera de mi señor ante la nobleza de los siete reinos. Los siete guarden a vuestro padre por honrarme al encomendarle vuestra protección en este viaje.

La comitiva de Aguasdulces contaba con los blasones de los Tully y de los Goodbrooks nada más. Edmure Tully guiaba a los pocos hombres y mujeres que iban con él, con parsimonia y sin llamar apenas la atención. Como caballero ungido por Rhaegar Targaryen se sintió más obligado a aquella llamada si cabía. Su padre, indispuesto para el viaje, no podría representar a los Tully, por lo que sería él mismo el cabeza de familia.

Junto al heredero de Aguasdulces se encaminaba una figura muy reconocida en Desembarco del Rey, Lysa Tully, aquella que no había abandonado apenas a su hermano mientras fuese pupilo del Rey. Junto a su esposo, Petyr Baelish, el cual cabalgaba al lado del hombre pelirrojo que había vuelto a su hogar hacía muy poco tiempo.

No había festejo en la comitiva de los Ríos, tampoco seriedad, mientras se internaban en la capital del Reino.

-Aseguraos de vigilar bien mi flota capitan, como sepa que algo le ha pasado ya se quien es el que estaba de guardia - dijo lord Merwyn al hombre de baja estatura y sonrisa apurada que se habia visto esfumada al decirle eso. Los tiempos eran seguros pero nunca se podia estar seguro en una ciudad como esta, y mas cuando medio reino acudia.

Habia dado iguales ordenes a los capitanes de sus galeras pero de igual manera no estaba de mas intimidar un poco al oficial de turno para que hiciera bien su tarea.

Tras eso habian pasado por la puerta del Rio, la cual por lo que pudo ver estaba siendo dirigida por un estricto oficial con una mano de hierro, el cual hacia constantes preguntas e inspecciones a todo aquel que pasara. Almenos habia algunos hombres que hacian bien su trabajo, penso.

En eso estaba pensando cuando ser Raymund le llamo la atencion al señalar las partes de la ciudad que habian sido reconstruidas. Sin duda habia quedado muy bonita la ciudad, o almenos algunas partes de ella. Al parecer la capital se habia transformado, habia que comprobar si tambien lo habia hecho el rey.

Tan solo un barco isleño había atracado en el puerto de Desembarco. Los marinos comenzaron a bajar cajones de madera repletos de pescado mientras Victarion se acercaba al oficial de puerto que estaba esperándolos. A su lado caminaba nervioso, aunque con paso firme, Theon Greyjoy, que se había ofrecido a acompañar a su tío, en lo que a él le parecía que iba a ser una gran aventura. Era la primera vez que visitaba Desembarco, y sin duda era la ciudad más grande que había pisado.

Solamente eran un puñado de isleños entre la multitud, pero eso no los hacía pasar desapercibidos. Los lugareños se apartaban del camino, evitando la mirada de los isleños. Sabían que eran invitados del Rey, pero no por ello parecían más confiados.

La comitiva de Colina Cuerno cruzó la puerta del lodazal a primera hora de la mañana. Un puñado de hombres de armas y caballeros, junto con Lord Randyll y varios de sus señores vasallos, Habían hecho noche en la orilla sur del Aguasnegras y pagado una pequeña fortuna para cruzar el ferry nada más despuntar el alba para adelantarse a la miriada de gentes que se dirigían a la capital con motivo de las celebraciones del rey.

La capital aún no rezumaba la gloria de los días antiguos las nuevas barriadas diseñadas desde cero para ser más espaciosas y allí habían los Tarly dispuesto de sus aposentos. Lord Randyll pensó era una buena inversión, su cercanía al rey le haría pasar muchas temporadas en la capital, y fue cierto por varios años, tras el final de la guerra aún quedó mucho trabajo por hacer y el señor de Colina Cuerno era uno de los principales valedores del rey pero poco a poco la necesidad de Lord Randyll de estar en la capital fue cada vez más escasa y hacía ya varios años que nadie hollaba el palacete.

Los siervos se dedicaron raudos a preparar las estancias mientras los tres señores se quitaban el polvo del camino y se adecentaban para acudir a la Fortaleza Roja y presentar sus respetos al rey, o a la mano, o a la mujer roja, o a quien fuera que estuviera presidiendo la corte esa mañana.

A la llegada de la comitiva Hightower un gran número de señores ya parecía haber llegado a la ciudad y ser Gunthor apretó el paso mientras atravesaban la puerta del lodazal. Sin desmontar él y su comitiva avanzaron por la ciudad a paso ligero, no deseaba ser visto por demasiada gente antes de llegar a su destino.

-¿No habías estado nunca no Gilbert? – le preguntó para hacer mas ameno el trayecto al caballero que montaba junto a él y que portaba el cráneo de un toro como blasón.

-Jamás, creo que mientras vas a ver a tu viejo maestro nos iremos a conocer la ciudad – dijo con cierto tono alegre al terminar la frase y viendo como sus compañeros reían junto a él.

-Dejadlo para más adelante, seguro que no os falta cerveza en el banquete del rey – contestó ser Gunthor con cierto enojo en su tono.

-Esta bien, vamos pues a ver a ser Tygget contigo, ¿aún se acordará de ti no? – dijo el Bulwer mientras desmontaba a las puertas de la Fortaleza Roja junto a su señor.

-No te quepa duda – dijo agarrando las riendas de su caballo ser Gunthor mientras esperaba a las puertas del castillo - ¿podríais avisar a ser Tygget de que ser Gunthor Hightower y sus hombres han llegado? – preguntó a uno de los guardias del imponente castillo de la casa Targaryen. No era tan alto como el Faro, pero no estaba mal.

La Ciudad Nueva, la joya de la obra de Rhaegar, el Primero de su nombre. Ronald no la había visto terminada en su estancia como Consejero, pero no cabía duda de que el dragón traidor se había esforzado mucho en levantar un monumento a su vanidad. En el perímetro se alzaban barriadas apiñadas, pero lejos de las condiciones del Lecho de Pulgas, y a medida que uno se iba adentrando iba viendo palacetes y casas para los comerciantes más acomodados, que habían hecho de la capital su hogar en los últimos tiempos.

-Dicen que El Dragón Verde es la mejor taberna en este lado de la ciudad, padre - Ronnet observaba con atención las casas que les rodeaban. - Bonitos edificios. Muy resistentes. Me gusta especialmente ese palacete, ¿no os habéis planteado comprar uno?

-No iremos a ninguna taberna, Ronnet, y no me pienso comprar nada en esta ciudad. - Hay demasiados fantasmas, pensó mientras lo decía. - Quiero llegar a la Fortaleza Roja y escuchar a Su Majestad. Hace casi trece años que no le veo. - Sonrió irónicamente al recordar cómo le habían echado del Consejo. Poco tiempo le había durado la culpa y la voluntad de perdón a Rhaegar.

Dejaron atrás la Plaza de la Concordia, donde se había alzado una carpa y acudían diversos ciudadanos para comer y beber. En el centro de la misma, rodeada por mesas, taberneros y taberneras, bufones y toda una corte ambulante, se alzaba una estatua en honor a los que habían caído hace diecisiete años. Ronald desvió la mirada, porque sabía a qué ojos se enfrentaría si se fijaba demasiado.

“Te fallé”

La comitiva siguió avanzando al trote, con Ronald Tormenta aun portando el estandarte de la casa y mirando orgulloso el rostro de su tío abuelo. Otros pendones se podían reconocer en la lejanía, en una serpiente de colores que iba convergiendo en un río que desembocaba en la Fortaleza Roja. Los Siete Reinos se unían de nuevo.

La comitiva que había llegado desde el Valle había sido modesta, a Lord Elbert Arryn no le gustaba aparentar de más y era algo que agradecía Eddard, la pomposidad y el aparentar la importancia que no se tiene no iban con el norteño, no al menos como otros nobles con los que se cruzaron en el camino que llevaba desde el muelle hasta la Fortaleza Roja,

La comitiva se había disgregado y a la entrada de la ciudad Alyssa y Ser Jesper ya habían marchado buscando donde ponerse al día, mientras que Lord Merwyn había quedado atrás dando las órdenes oportunas para que su flota quedase preparada para un futuro uso.

Los cachorros Stark miraban toda aquella gente y no paraban de ir de aquí para allá, Alea había estado de niña una vez en la ciudad pero ahora deslumbraba por su belleza, era la viva imagen de su madre, mientras que Edric y Arya que correteaban y peleaban por ser los primeros en entrar por la Puerta del Rio y mostraban un caracter mucho más “norteño”.

Pasearon por el barrio viejo y se acercaron a lo que ahora era la comidilla de todos, el nuevo barrio donde los nobles de Poniente habían adquirido propiedades y que le estaba dando a Desembarco una imagen renovada y con mucho más estatus y que invitaba a la gente de dinero a acudir a Desembarco a rodearse de sus semejantes. Una vez llegados a la Fortaleza Roja se pararon ante los guardias que impedían el paso - Se presentan Eddard Stark, y su familia. Haced saber al Rey y a la Reina que su hermano espera ser recibido. -

Estaba deseoso de volver a ver a su hermana pequeña, añorando aún los tiempos en los que vivían libres de preocupaciones.

Los pabellones se alzaban a lo largo del patio exterior de la Fortaleza Roja, grandes mesas preparadas para el mayor banquete visto en más de una década. Se alargaría durante todo el día. Las familias prominentes habían llegad a tiempo dispares. Algunos estaban ya alojados en la Fortaleza. Los familiares de la Mano del Rey, su hermano Renly y su esposa, Lady Mylenda, habían sido los primeros en llegar, hacía ya días, precedidos por otros señores de la Tormenta. Los jóvenes y apuestos nietos de Lady Olenna centraban la atención de la mayoría de damas, caballeros y señores, conformaban el centro neurálgico de aquella reunión de las personalidades más influyentes del reino. Margaery, Ser Garlan y Ser Loras resplandecían como flores que gozaban de un aparente eterno verano. Tal era el revuelo provocado por los apuestos señoritos del Dominio que nadie pareció percatarse cuando la Guardiaa Real, en las figuras de Ser Balon Swann y Ser Roland Tormenta, escoltó a los jóvenes príncipes Daenerys y Jaeharys de vuelta al interior del imponente Torreón de Maegor.

La comitiva mayor la formaban los señores de Occidente, ostentosos como nadie. Lord Jaime Lannister había justificado su ausencia, pero en nombre de la Casa Lannister eran numerosos los banderizos que la representaban; a saber, Lord Damon Marbrand, Lord Gawen Westerling, Lord Garrison Prester, Lord Martyn Payne, Ser Harys Swyft de Maizal y Lord Roland Crakehall. Un desfile de egarzados dorados y rubies que pretendía mostrar como hacía años que se habían superado los gravámenes impuestos al final de la Rebelión de la Mano.

En uno de los extremos de las mesas, bebiendo en silencio, Ser Edmure Tully y un reducido grupo de caballeros reibereños.

Ente los últimos en entrar estaban los Tarly, comandados por Lord Randyl Tarly y su nutrida guardia, y sus vasallos más cercanos, Lord Fredrec Graceford y Lord Arthur Ambrose; sucedidos por los Greyjoy, un pequeño grupo presidido por Victarion Greyjoy y el joven Theon Greyjoy, invitados en persona por Rhagear y tras los que se reunía un pequeño grupo formado caballeros desconocidos a los que nadie se atrevió a interpelar, de entre ellos el último en entrar sí era conocido y mucho en aquel lugar. Ser Ronald Connington, exconsejero de los Edictos y hermano del héroe de la ciudad Jon Connington.

Muchos eran los que ya bebían y comían animadamente, disfrutando de la buena música y los bailes de los mejores bufones, fue entonces cuando la guardia formó alrededor de las puertas, sin cerrar las pesadas puertas de bronce pero evitando claramente el paso a los nuevos visitantes. Algún invitado puedo llegar a ver al hijo del exconsejero de naves Lord Merwyn Grafton interpelando a uno de los guardias. La comitiva del Valle había llegado no hacía mucho al puerto y se encaminaba hacia las puertas de la Fortaleza Roja.

Más guardias salieron y ocuparon las puertas de los principales torreones y Lady Olenna @Tyrell salió desde el Torreón de Maegor para dirigirse a los invitados. Tras ella la cara lampiña y arrugada de Ser Mervyn Peake, que corrió rápido a reunirse con Lord Randyl Tarly.

Los señores de Occidente, que habían estado levantando las cabezas por encima de sus posibilidades para mostrar lo orgullosos que estaban de ser vasallos de los Lannister, se miraron los unos a los otros y cuchichearon cuando la guardia cercó el banquete. Quizás no debieron enseñar tanto el cuello.

Pero no eran hombres pusilánimes; Marbrand y Crachehall asintieron y con más o menos disimulo dejaron de comer y, sobre todo, de beber; Payne y Swyft se aseguraron de tener las espaldas cubiertas mientras que Westerling y Prester intentaban mantener el tipo como podían.

Era momento de escuchar a Lady Olenna pero los señors de Occidente solo tenían ojos para buscar a Ser Tygett Lannister.

-Mi señora, observad, esa es Olenna Tyrell. Parece que tiene algo que decirnos.

Dijo todo esto con una sonrisa, para acto seguido llamar la atención de su padre, su hijo, de los dos Royce y el joven Hardyng, disimuladamente vació el contenido de su copa de forma que los caballeros pudieran verlo y tomar nota de la seriedad del gesto. No se molestó en hacer nada por llamar la atención de Belmore ni de su propio padre, bebido o sobrio, el viejo mastín de Rapsodia era un animal, sobre todo si alguien le estorbaba mientras estaba comiendo.

//El Valle se ha quedado fuera del patio exterior.

Olenna movía los pies lentamente. Los años que portaban su espalda le pesaban cada vez más. Habían sido largas horas discutiendo en el consejo y aquello había minado sus energías pero no su determinación.

Miró a los nobles presentes y pudo reconocer a varios de ellos. Esperó que el silencio fuera apoderándose de la sala, antes de hablar.

  • Señores de poniente como muchos ya intuis, bajo los nobles techos de la fortaleza roja ha ocurrido algo. Nos encontramos bajo una delicada situación que se encuentra bajo análisis e investigación. Se preguntaran porque estoy aquí, hablando con vosotros - Olenna hizo una pausa mirando a los principales señores allí presentes - Os digo esto, porque necesitamos de su colaboración. Primero os pido que permanezcáis en sus habitaciones aquellos que no son requeridos por el consejo, y esto no es una recomendación es una orden de la Mano del Rey. No necesitamos perder nuestro tiempo lidiando con los cortesanos que quieren obtener mayor información para su beneficio o placer. Segundo, varios de ustedes serán llamados para ayudar a esclarecer los hechos ocurridos - Olenna se detuvo nuevamente. Analizando las reacciones de cada uno de ellos.

  • Espero que os comporteis como la situación demanda. Sino daré rienda suelta a que tengáis una charla directa con la mano - Dicho esto. Procedió a dar una orden con la mano a sirvientes para que empezaran a guiar a los nobles a sus aposentos.

Victarion se preguntaba donde estaría la comitiva de los Hightower y los Arryn, el único apoyo con el que esperaba contar en aquel banquete. A su lado estaba sentado Randyll Tarly, que no parecía nada sorprendido, y se limitaba a observar la reacción de los señores mientras terminaba de beber la copa de vino. Las facciones de los allí presentes cambiaban por momentos, la mayoría de ellos preocupados por la noticia. Aun así, ninguno parecía estar dispuesto a preguntarle a Olenna sobre la gravedad del asunto. No entraba en los planes de Victarion llamar la atención de aquellos nobles y señores, que apenas conocía, pero no iba a acatar unas órdenes como aquellas sin saber siquiera que cojones había pasado. Aunque no parecía decidirse a decir algo, justo antes de que los primeros invitados comenzaran a ser dirigidos a sus aposentos, Victarion se levantó de la silla demasiado rápido debido a los nervios, golpeando la mesa y derramando la copa de vino sobre Randyll Tarly.

– Maldita sea. – Randyll se limitó a mirar fijamente a Victarion, que había logrado llamar la atención de todos los allí presentes.

– Perdona por eso – dijo Victarion, antes de dirigirse a Olenna – Mi señora, con todo el respeto, ¿Qué está ocurriendo? Pides colaboración pero no sabemos nada sobre esta delicada situación de la que habláis. Exijo una explicación, antes de seguir vuestras ordenes, pues he sido invitado por el Rey, y ni siquiera lo he visto.

Victarion Greyjoy fue despachado con buenas y complejas palabras, pero quedaba claro, no solo a los ojos del Greyjoy, que algo sucedía en la fortaleza roja. Aún así, los sirvientes se afanaron en que la tarde fuera de lo más entretenida par a los invitados. Grandes cantidades de bebida y múltiples espectáculos se instalaban en cada rincón del patio exterior. Un gran banquete se estaba preparando en el Salón Principal, aquello también era evidente para el más de los más de dos centenares de invitados, además de las instalaciones para dar de comer a todos los séquitos de los múltiples señores.

No eran muchos los que disfrutaban alegremente de los placeres ofrecidos y cada vez eran más señores los que se incomodaban ante la ausencia del rey. Esa situación que sumada a los últimos dos años sin un aparición pública sembraba un clima de ansiedad en el ambiente. Las discusiones entre los nobles del patio exterior eran cada vez más asiduas y enconadas, entre cada uno de los hombres y mujeres del servicio y la guardia se instala el recuerdo de la explosión que asoló la ciudad hace poco menos de 20 años, cualquiera, adulto o joven es capaz de tener un recuerdo de ese momento. No se había vivido un clima de tal nerviosismo desde entonces, ni siquiera en la Rebelión Dorada, en pleno invierno. Los séquitos de cada una de las comitivas se reúnen, dispuestos cuestionar su presencia en aquella ciudad si el rey no se dignaba a recibirlos.

El naranja de la tarde se cierne sobre la ciudad. Un par de caballeros de la casa Tarly casi llegaron a las manos con el hijo menor de Balon Greyjoy, que les había acusado de cobardes por sugerir que había de marcharse inmediatamente de allí, pero entonces las puertas del gran Torreón se abrieron de par en par y la conocida pero pocas veces vista sacerdotisa roja de la Fortaleza Roja descendió por la escalinata y tomó el camino hacia la ciudad. Tras su salida el silencio se apoderó de los invitados, el murmullo de fuera de las muros alcanza vuestros oídos. Más en concreto el siguiente cántico: La noche es oscura y alberga horrores. Poco tiempo después se os hace evidente que una considerable pequeña multitud de gente se reúne las por las calles de la ciudad. Más cánticos se suceden, todos con una cosa en común, honrar el renacer de la ciudad con la luz de un nuevo día.

Lady Olenna vió como la sacerdotisa era escoltada. El silencio atrás reinaba aquella fortaleza. Ninguno de los nobles señores que hace unos momentos gritaba, se atrevía a pronunciar palabra. Apenas se sentía el silbido del viento al pasar por las almenas de los muros. La poca que llegaba anunciaba el final del día.

Olenna se asomó por la puerta y espero que las miradas se centraran en ella. Todos los grandes señores se encontraban allí y esperaban tener noticias del consejo. Lady Olenna aclaró su garganta y buscó las palabras adecuadas. La tristeza se veía reflejada en sus ojos.

  • Mi señores espero que habéis disfrutado del banquete. Quiero que sepáis, que el Rey lo organizo en grande para ustedes. Para celebrar, no solo los tiempos de paz sino la unión de nuestro pueblo que se ha logrado con tanto esfuerzo – Hizo una breve pausa - Espero que hayáis sabido valorarlo porque creedme, no creo que volvamos a tener otro igual - Dicho esto, su voz se vio cortada y el murmullo de los nobles volvió a interrumpirla.

@Grafton @Arryn @Stark y @Hightower