En Desembarco del Rey

La comitiva de la Fortaleza Roja, formada por todos los grandes señores del reino y el Consejo Privado, se encaminaba hacia el Septo para la coronación, un grupo fuerte encabezado por la reina Lyanna, su guardia personal y flanqueados por Ser Lyn Corbray y Joramun Magnar, hombre de máxima confianza de la reina. En la retaguardia y controlando el paso de la comitiva Lord Stannis Baratheon, este comandaba la guardia de la Mano y los Capas Doradas, controlando así a la muchedumbre.

Fue al llegar a la plaza cuando se produjo el enfrentamiento, durante las primeras horas de la mañana habían sido notificados varios incendios a lo largo y ancho de la ciudad. Varios lugares de culto del Dios Rojo habían sido pasto de las llamas y como respuesta varios devotos de los Siete, incluidas dos Septas y una hermana silenciosa habían sido encontrados sin vida en las calles de Desembarco. La tensión era palpable cuando entró Aemon en la plaza del Gran Septo, Aegon estaba acompañado por el Septón Supremo y se dirigía a la muchedumbre. La mirada de los hermanos se cruzó por un instante, ¿complicidad o pena? Muchas historias se contarían durante los meses siguientes, algunas hablaban de un odio impertérrito entre ambos, otras de un amor fraternal separado por los actos de un padre nefasto.

Todo sucedió muy deprisa. Los fieles del Dios Rojo, encendidos por los ataques a sus templos y furiosos con la actitud del Septón, se dispusieron a tomar la escalinata del Gran Septo. Varios de los septones fueron despedazados por la muchedumbre y decenas de muertos sin nombre se agolparon en la escalinata. Pronto quedaron solo en la plaza los partidarios de Aemon y aquellos suficientemente valientes como para observar como los hombres de Stannis Baratheon daban caza a los violentos, sin piedad ninguna, utilizando la misma violencia para con unos y otros que se atrevían a quebrar la paz del rey. La misma Mano se encargó de ensartar a uno de los seguidores de R’hllor que amenazaba con abrirle la cabeza a uno de los defensores del Septón. Fue la reina, que avanzaba como un soldado más quien salvó la vida del Septón Supremo, acuchillado en una pierna y a quien Joramun Magnar rescató tras decapitar de un solo golpe a un pobre desgraciado.

Los soldados de la reina y la Mano pronto tomaron el control. El Septón Supremo fue llevado al interior del templo y Aemon se dirigió a la gente, con una evidente falta de ánimo. Pidió que le trajeran a su hermano, que acabarían allí mismo con las diferencias que los separaban. Pero Aegon no sería encontrado, nadie recordaría verlo en los sucesos de la plaza, el mismo Septón lo perdió de vista antes de que, en la distancia, viese caer a uno de sus fieles.

//La ciudad vive unas horas de caos, la mayoría de los Capas Doradas y las guardias de los Consejeros se afanan por controlar los grupos violentos que campan por la ciudad. Cuando se controla la situación se prepara rápidamente la coronación. El Septón Supremo ha recibido una herida grave, pero sobrevivirá. Todos los que hayáis querido salir de la ciudad lo habéis logrado (es decir, podéis decidir si os quedáis o no a la coronación).

-Os dije que os demostraría que respetaba la Fe de los Siete, y aquí estáis para poder comprobarlo. - Dijo la Reina mientras el Septón Supremo algo pálido por la perdida de sangre y con un gesto mudo de dolor en el rostro descansaba ahora en su cama, después de haber sido atendido por el Gran Maestre y que éste hubiese podido curar la herida de su pierna, por suerte no mortal - Ahora cumpliré con mi labor, la de ver como se corona a mi hijo, y espero que vos mostréis vuestro apoyo del mismo modo que yo lo he hecho salvando vuestra vida, Desembarco de Rey no puede seguir con este estado de crispación, debemos aprender a convivir los unos con los otros. Así orad en privado para pedir fuerza al Padre para que os de la fuerza necesaria para apoyaros en vuestros septones y ungir al nuevo Rey, os espero en la Gran Sala del Septo. -

Quizá era más fácil decirlo que demostrarlo, pero profesar la religión de los Antiguos Dioses en Poniente en la que prácticamente la Fe de los Siete dominaba cada rincón le era de ayuda para aceptar que la diversidad de las culturas no debían ser una traba sino los eslabones de una cadena que no debía romperse si su hijo quería conservar la Corona sobre su cabeza.

Cuando salió de los aposentos del Septón Supremo se dirigió a la Gran Sala con la Cúpula de oro y cristal en la que, con los Siete Dioses en sus pedestales como testigos, ésta se había dispuesto de modo que Aemon sería coronado frente a la figura del Padre, estaría escolado a su derecha por la Mano del Rey y tras él por todos los miembros del Consejo y a su izquierda permanecería la Reina Madre y el féretro, ahora ya cerrado, del difunto Rey Rhaegar Targaryen por orden expresa de Lyanna. En cada una de los siete pasillos habían sido dispuestos Capas Doradas para evitar cualquier conflicto que pudiese surgir y como protección del Rey permanecerían los Capas Blancas Ser Lyn Corbay y Joramun Magnar junto a Ser Arthur Dayne que no había dejado de ser la sombra de Aemon desde que éste había abandonado Desembarco y el Lord Comandante de la Guardia Real que había permanecido velando toda la noche a su Rey y que ahí seguiría para ser testigo de la Coronación de su nuevo señor. Frente al nuevo Rey se colocarían parte de las bancas habituales para los oficios aunque la mayor parte se había retirado para que los nobles permaneciesen en pie.

En el pasillo que estaba tras la estatua del Padre aguardaban su hijo Aemon, protegido por Ser Arthur Dayne, Ser Lyn Corbay y por Joramun Magnar, y Lord Stannis Baratheon, la Mano que acompañaba a su hijo y que respondía como brazo fuerte del Reino. - Es la hora, anunciaré el comienzo tu coronación, Aemon… - le dijo poniendo sus manos sobre sus mejillas, que estaban frías, un frío que la había acompañado siempre, desde que abandonó el Norte en busca del amor. - este es tu momento. Yo siempre estaré contigo hijo mío, siempre te querré y te protegeré, del mismo modo que tu ahora deber querer y proteger al pueblo de Desembarco y de todo Poniente que ahora está perdido y necesita a un Rey. - Por último dirigió una mirada acompañada de una sonrisa como agradecimiento a Lord Stannis, no sabía de nadie que pudiese ser mejor Mano para su hijo.

Cuando salió a la sala escoltada por Ser Lyn Corbay y Joramun Magnar los nobles que allí se encontraban cuchicheaban entre ellos, pudo ver que casi todo el Consejo del Rey se posicionaba en su lugar, a su buen amigo Lord Jasper Templeton o a su hermano Eddard y sobretodo el féretro de Rhaegar y a Ser Barristan que lo custodiaba, aquello la tranquilizó antes de que se anunciase su presencia y todos guardasen un tenso silencio esperando las palabras de la Reina.

-Mis señores, agradezco vuestra presencia en estos tiempos convulsos, pues en éstos es en el que los hombres demuestran su valía y su honor creedme cuando os digo que en el lugar de donde vengo eso lo tenemos muy en cuenta y mi hijo sabrá ver esto en tiempos futuros. - Miró a lo alto, hacia la cúpula y pensó que aquella coronación no era como hubiese deseado, no con la grandeza que su hijo merecía y la que hubiese deseado su amado Rhaegar, pero aún con la pena que sentía continuó - Al finalizar la coronación se procederá al banquete se ha preparado en el Castillo y donde el nuevo Rey tomará asiento en el Trono de Hierro. Sin más dilación, mis señores, avancemos en este día que será marcado a fuego en el futuro de Poniente. -

Las palabras dejaron avanzar a los actos y tras las puertas avanzó Aemon, cubierto por el negro y el rojo fuego, caminando como el Rey que debía ser, escoltado por Ser Arthur Dayne y Lord Stannis Baratheon y por detrás ayudado con un bastón y dos septones, que casi lo sujetaban por los hombros, el Septón Supremo que no lucía mejor cara que minutos antes.

La ceremonia no se alargó demasiado, unas pocas palabras que instaban a la unión y al uso de la no violencia, al devenir de los Siete y a una paz en el Reino que debía sobreponerse, poco más salió por la boca del Septón Supremo que bien por parte de convencimiento en el nuevo Rey, por la situación de la ciudad y mayormente por su delicado estado de salud paso a ungir con aceites consagrados a Aemon mientras con una voz que en el fondo de la sala apenas se podía escuchar dictó - Por el poder que me otorgan los Siete, siendo la voz del Padre, la Madre, la Doncella, la Vieja, el Herrero, el Guerrero y el Desconocido yo os declaro Aemon de la Casa Targaryen, el Primero de su nombre, rey de los Ándalos y los Rhoynar y los Primeros Hombres, Señor de los Siete Reinos y Protector del Reino. - A lo que nadie en la sala se mostró indiferente con vivas al Rey, con aplausos y malos deseos hacia su hermano… aunque otros muchos cuchichearon y miraron a los Siete buscando protección o esperanza al menos.

Tras aquello el Septón Supremo no tardó en bajar del púlpito y volver a sus aposentos, las heridas estaban aún muy recientes y no le convenía por prescripción del Gran Maestre abandonar la cama únicamente para lo indispensable. Con delicadeza la Reina acompaño a la impedida voz de la Fe para agradecerle de nuevo sus palabras e hizo llamar al Gran Maestre Pycelle y a Lord Varys - Mis señores, sin duda habréis notado la ausencia de varios nobles y señores que habían acudido al banquete de mi señor esposo, quiero que localicéis en la ciudad a todos y cada uno de los que se hallaban en Desembarco a la muerte de Rhaegar e instarles a jurar lealtad al Rey Aemon I, y que a los que han abandonado la ciudad vuelvan en no más de tres días para hacerlo, de no ser así serán declarados fuera de la paz del Rey. Por otro lado enviad cuervos a todos los grandes señores de Poniente para que en menos de catorce días vengan a jurar lealtad al nuevo Rey o que otorguen poderes a alguien de su elección para hacerlo. Podéis marchar… - dijo despachando a ambos señores que se encaminaban para cumplir sus órdenes cuando hizo detenerse al eunuco esperando a que el Gran Maestre se marchase - Aguardad un momento mi señor, quiero hacerlos otra petición, cuando los nobles hayan jurado reunid al Consejo en su sala, que preparen a los detenidos que procuraban altercados en nombre de Aegon VI y que para el amanecer del nuevo día tengan preparada en la Gran Plaza de Baelor siete sogas y siete hogueras preparadas para ser prendidas. Desembarco necesita la Justicia del Rey.-

//Que cada uno sea libre de postear como jura lealtad al Rey, o no. Sólo aquellos que se encuentren en la sala claro.

La tensión de los últimos días todavía se reflejaba en la cara del señor de Bastión de Tormentas cuando se adelantó. Aquellos que estuvieran muy familiarizados con su rostro dirían que tenía un par de arrugas más y, también, aunque no a la cara, que la frente le llegaba un poco más atrás.

La capa amarilla con el enorme venado bordado en negro en su centro se arrugó contra el suelo cuando la, hasta ahora, Mano del Rey se arrodilló ante el, hasta ahora, Príncipe de Rocadragón.

Yo, Stannis Baratheon— dijo con voz solemne,— juro lealtad al Rey Aemon I. Así mismo, juro defenderlo a él y a los Siete Reinos que representa y protege— hizo una pequeña pausa.— Lo juro por mi honor, el de mi Casa y todos los que la habiten tras de mi.

Una vez hubo terminado. Se levantó y sacó del pecho el broche que lo identificaba como Mano del Rey.

Os entrego, mi rey, el broche del que ha sido mi cargo hasta ahora. Estaría muy honrado si consideráseis mi continuidad en el puesto. Sin embargo, si no fuera así, sabed que no habrá rencor ni represalia alguna por mi parte.

Dicho esto extendió la mano con el broche hacia el monarca.

El gesto os honra —Aemon esbozó una ligera sonrisa—, pero no veo motivos para que no sigáis siendo Mano. Mi padre confiaba en vos y así lo haré yo: nada de lo que os he visto hacer de obra y palabra os desmerece —hizo un gesto a Lord Stannis para que retirase su mano y volviera a ponerse el broche—. Cuento con vuestra experiencia para las lides venideras.

Cuando volvió a la sala encontró a Lord Stannis ponerse el broche de Mano en el pecho “Todo marcha como debe…”, no esperó a que nadie más se adelantara e hizo un gesto a su hermano que la observaba desde la primera fila de nobles para que se adelantara, se puso a su lado frente al Rey, Eddard incó la rodilla y la Reina Madre se arrodilló completamente.

-En nombre del Señor del Norte y Guardián del Norte Brandon Stark, - dijo Eddard mientras que mostraba una misiva sellada con el huargo de los Stark - os juramos lealtad a vos Aemon Targaryen, el Primero de vuestro nombre, Rey de los Ándalos y los Rhoynar y los Primeros Hombres, Señor de los Siete Reinos y Protector del Reino. Y juramos cumplir con nuestras obligaciones como vasallos del Reino, nuestras espadas son vuestras en este invierno y en los venideros. - dijo desenvainando su espada y poniéndola en el suelo.

Ambos esperaron a que el Rey aprobase su juramento y volvieron a sus lugares de origen. La Reina Madre al lado izquierdo del Rey y Eddard Stark al montón de nobles que aguardaban jurar lealtad a Aemon I.

Ronald vio como el hermano de la reina se hacía a un lado y, a la vista de que su señor ya había jurado, dio un paso adelante. En Aemon, el Primero de su nombre, observaba rasgos de Rhaegar el perjuro, pero también una tranquilidad que contribuía a calmar, aunque fuera momentáneamente, sus miedos respecto a aquella frase tan manida sobre los Targaryen y la moneda que volaba por los aires en el instante de su nacimiento. Dobló la rodilla.

-Yo, Lord Ronald Connington, Señor del Nido del Grifo, juro lealtad en nombre de mi Casa al legítimo heredero al Trono de Hierro, Rey de los Ándalos, los Rhoynar y los Primeros Hombres, Señor de los Siete Reinos y Protector del Reino. Que los Siete, dadores de luz y esperanza, os guíen en vuestro reinado, y que defendáis, con nosotros, su palabra y las costumbres de los Siete Reinos.

Inclinó la cabeza y se retiró al lado de Stannis Baratheon mientras observaba como el resto de señores juraban.

Randyll observaba la situación mientras trataba por todos los medios de mantenerse despierto. No había dormido casi nada la noche anterior lidiando con los grandes del reino mientras los príncipes discutían. —¿Qué habría sido de Aegon?— se preguntó mientras esperaba a que Lord Connington acabara su juramento.

Con un gesto Lord Fredrec Graceford, Lord Arthur Ambrose y Ser Merwyn Peake avanzaron y uno tras otro pronunciaron sus juramentos y, sin retirarse, dieron paso a Lord Randyll que, recomponiéndose lo mejor que pudo comenzó a hablar.

Yo, Lord Randyll Tarly, señor de Colina Cuerno. En mi nombre y en el de todos mis señores vasallos, súbditos y siervos juro lealtad a su majestad Aemon, el primero de su nombre, como Rey de los Ándalos y los Rhoynar y los Primeros Hombres, Señor de los Siete Reinos y Protector del Reino.

Tan solo unos instantes de una ceremonia que se prolongaría por varias horas, mas Lord Randyll tenía mucho que hacer, y apenas se quedó unos minutos más allá del juramento de los suyos.

Las horas que se habían vivido en Desembarco del Rey habían sido caóticas e incluso ahora Edmure no veía la tranquilidad que había vivido todos sus años en aquella ciudad.

Tan solo él, su hermana y los hermanos Goodbrook quedaban en la ciudad. Los banderizos del Tridente no habían acudido al banquete y por tanto tampoco a la coronación. Fue él quien se adelantó hasta quedar frente a Aemon Targaryen. Apoyó su rodilla en el suelo.

– Yo, Ser Edmure Tully, heredero de Aguasdulces y el Tridente. En mi nombre y el de mi padre además del de todos nuestros señores vasallos, súbditos y siervos juro lealtad a su majestad Aemon, el primero de su nombre, como Rey de los Ándalos y los Rhoynar y los Primeros Hombres, Señor de los Siete Reinos y Protector del Reino. Que el recuerdo de vuestro padre, mi mentor, os ayude en esta tarea que tenéis por delante.

Y se levantó. Y volvió a su sitio. Observó a su hermana en el regreso. La mirada de Lysa Tully estaba más que grabada en el broche de la Mano de Stannis Baratheon.

Lord Jasper Templeton abrió hueco entre los nobles allí presentes con buenas palabras y muchas sonrisas amables. Tras el, Alyssa Arryn caminaba con solemnidad.

Lord Templeton se dirigió al Rey.

-Majestad. Estoy aquí para juraros lealtad, más no puedo hacerlo antes que mi señora ni tampoco antes que Lord Grafton. Así pues y para abreviar, tengo el orgullo y el placer de presentaros a Alyssa Arryn, heredera del Nido de las Aguilas y futura señora del valle.

Alyssa avanzó en silencio, realizó una reverencia a la reina madre y a la Mano del rey. Acto seguido se dirigió a Aemon, hinco la rodilla como los señores habían hecho antes y alzo la voz suficientemente para que todos la escuchasen.

-Yo, Alyssa de la casa Arryn, en nombre de mi padre Lord Elbert de la casa Arryn y de los hombres nobles y buenos del valle os juro lealtad a vos, Aemon I Targaryen, Rey de los Ándalos y los Rhoynar y los Primeros Hombres, Señor de los Siete Reinos y Protector del Reino. Que los siete y todos estos buenos hombres y mujeres aquí presentes sean testigos de mi juramento.

Aemon no estaba cómodo con la situación, aunque intentaba mantener el tipo como podía. No creía que la situación entre las dos religiones mayoritarias de Desembarco estuviera tan tensa, y lamentaba ver que en apariencia Su Santidad ya había tomado partido. Su hermano parecía haber echado leña al fuego para instigar los disturbios; su actitud le había parecido molesta pero que tampoco le sorprendió.

«Demasiadas caras nuevas en poco tiempo. No fue tan buena idea pasar los dos últimos años en Rocadragón, pero, ¿qué podía hacer yo?», reflexionó apresumbrado. «Mis vasallos. Debo recordar sus rostros, porque ellos no olvidarán el mío». Deseaba que todo aquello acabase cuanto antes y hablar con su hermana. Ella era la única con la que podía desahogarse, sabía que podía contar con su madre para todo pero los ojos con los que miraba al mundo eran los de un adulto, y necesitaba contar con alguien afín a él con quién compartir penas e inquietudes.

Todo se había precipitado a una velocidad impensable para nadie. Incluso en la ceremonia, en el templo más grande de Poniente la tensión había sido palpable y los capas doradas no habían hecho sino acrecentarla.

Llegado el momento la comitiva de Antigua avanzó para jurar lealtad al nuevo monarca, con todos sus vasallos representados junto a ser Gunthor, que avanzó un paso más e hincó la rodilla el primero.

-Yo, ser Gunthor Hightower, heredero de Antigua y estos caballeros que representan a todos mis vasallos os juramos lealtad Aemon, rey de los Andalos, Rhoynar y los Primeros hombres, señor de los Siete Reinos y Protector del mismo. Que vuestro reinado sea largo y próspero.

Acto seguido se levantó, imitado por los suyos y volvió a su sitio entre los nobles del reino.

Los Lannister, sin representación en Desembarco más allá de Ser Tygett, no podían mostrar su lealtad puesto que hasta sus vasallos - los cuales habían ido en representación de Occidente, habían vuelto a su hogar para asistir a la boda de Joffrey Lannister, heredero de Roca Casterly.

El mencionado Tygett, por su parte, juró lealtad a Aemon y ni se preocupó en poner su puesto de Consejero Naval a disposición del nuevo monarca tan seguro estaba de que tal cargo no le sería rescindido. Aseguró, además, al rey que la Casa Lannister enviaría más pronto que tarde a alguien para jurarle lealtad.

Lady Olenna pidio disculpas por no poder arrodillarse, su edad no le permitia ciertas cosas.

  • Yo, Lady Olenna Tyrell, Señora de Altojardin y Consejera de la Moneda juro lealtad Aemon, rey de los Andalos, Rhoynar y los Primeros hombres, señor de los Siete Reinos y Protector del mismo. Que vuestro reinado sea largo y próspero.

Lord Templeton se estaba impacientando, hace unas pocas horas había estado en casa de Lord Grafton y Lord Grafton estaba allí. ¿Donde se había marchado y porque? Algo habia de raro en este asunto. Por derecho no tendría porqué esperar que Grafton jurase primero, sin embargo, lo había hecho como gesto de respeto… Maldita sea mi estampa penso.

-Majestad. Tengo el privilegio de ser Lord Jasper de la casa Templeton, en nombre de mi señora esposa y el mío propio, os entrego mi lealtad una vez más, y aunque esta vez no tengo un regalo como el de la vez anterior, espero que el regalo de mi primo y señor, os satisfaga en nombre de todos vuestros nobles y buenos vasallos del valle.