-Os dije que os demostraría que respetaba la Fe de los Siete, y aquí estáis para poder comprobarlo. - Dijo la Reina mientras el Septón Supremo algo pálido por la perdida de sangre y con un gesto mudo de dolor en el rostro descansaba ahora en su cama, después de haber sido atendido por el Gran Maestre y que éste hubiese podido curar la herida de su pierna, por suerte no mortal - Ahora cumpliré con mi labor, la de ver como se corona a mi hijo, y espero que vos mostréis vuestro apoyo del mismo modo que yo lo he hecho salvando vuestra vida, Desembarco de Rey no puede seguir con este estado de crispación, debemos aprender a convivir los unos con los otros. Así orad en privado para pedir fuerza al Padre para que os de la fuerza necesaria para apoyaros en vuestros septones y ungir al nuevo Rey, os espero en la Gran Sala del Septo. -
Quizá era más fácil decirlo que demostrarlo, pero profesar la religión de los Antiguos Dioses en Poniente en la que prácticamente la Fe de los Siete dominaba cada rincón le era de ayuda para aceptar que la diversidad de las culturas no debían ser una traba sino los eslabones de una cadena que no debía romperse si su hijo quería conservar la Corona sobre su cabeza.
Cuando salió de los aposentos del Septón Supremo se dirigió a la Gran Sala con la Cúpula de oro y cristal en la que, con los Siete Dioses en sus pedestales como testigos, ésta se había dispuesto de modo que Aemon sería coronado frente a la figura del Padre, estaría escolado a su derecha por la Mano del Rey y tras él por todos los miembros del Consejo y a su izquierda permanecería la Reina Madre y el féretro, ahora ya cerrado, del difunto Rey Rhaegar Targaryen por orden expresa de Lyanna. En cada una de los siete pasillos habían sido dispuestos Capas Doradas para evitar cualquier conflicto que pudiese surgir y como protección del Rey permanecerían los Capas Blancas Ser Lyn Corbay y Joramun Magnar junto a Ser Arthur Dayne que no había dejado de ser la sombra de Aemon desde que éste había abandonado Desembarco y el Lord Comandante de la Guardia Real que había permanecido velando toda la noche a su Rey y que ahí seguiría para ser testigo de la Coronación de su nuevo señor. Frente al nuevo Rey se colocarían parte de las bancas habituales para los oficios aunque la mayor parte se había retirado para que los nobles permaneciesen en pie.
En el pasillo que estaba tras la estatua del Padre aguardaban su hijo Aemon, protegido por Ser Arthur Dayne, Ser Lyn Corbay y por Joramun Magnar, y Lord Stannis Baratheon, la Mano que acompañaba a su hijo y que respondía como brazo fuerte del Reino. - Es la hora, anunciaré el comienzo tu coronación, Aemon… - le dijo poniendo sus manos sobre sus mejillas, que estaban frías, un frío que la había acompañado siempre, desde que abandonó el Norte en busca del amor. - este es tu momento. Yo siempre estaré contigo hijo mío, siempre te querré y te protegeré, del mismo modo que tu ahora deber querer y proteger al pueblo de Desembarco y de todo Poniente que ahora está perdido y necesita a un Rey. - Por último dirigió una mirada acompañada de una sonrisa como agradecimiento a Lord Stannis, no sabía de nadie que pudiese ser mejor Mano para su hijo.
Cuando salió a la sala escoltada por Ser Lyn Corbay y Joramun Magnar los nobles que allí se encontraban cuchicheaban entre ellos, pudo ver que casi todo el Consejo del Rey se posicionaba en su lugar, a su buen amigo Lord Jasper Templeton o a su hermano Eddard y sobretodo el féretro de Rhaegar y a Ser Barristan que lo custodiaba, aquello la tranquilizó antes de que se anunciase su presencia y todos guardasen un tenso silencio esperando las palabras de la Reina.
-Mis señores, agradezco vuestra presencia en estos tiempos convulsos, pues en éstos es en el que los hombres demuestran su valía y su honor creedme cuando os digo que en el lugar de donde vengo eso lo tenemos muy en cuenta y mi hijo sabrá ver esto en tiempos futuros. - Miró a lo alto, hacia la cúpula y pensó que aquella coronación no era como hubiese deseado, no con la grandeza que su hijo merecía y la que hubiese deseado su amado Rhaegar, pero aún con la pena que sentía continuó - Al finalizar la coronación se procederá al banquete se ha preparado en el Castillo y donde el nuevo Rey tomará asiento en el Trono de Hierro. Sin más dilación, mis señores, avancemos en este día que será marcado a fuego en el futuro de Poniente. -
Las palabras dejaron avanzar a los actos y tras las puertas avanzó Aemon, cubierto por el negro y el rojo fuego, caminando como el Rey que debía ser, escoltado por Ser Arthur Dayne y Lord Stannis Baratheon y por detrás ayudado con un bastón y dos septones, que casi lo sujetaban por los hombros, el Septón Supremo que no lucía mejor cara que minutos antes.
La ceremonia no se alargó demasiado, unas pocas palabras que instaban a la unión y al uso de la no violencia, al devenir de los Siete y a una paz en el Reino que debía sobreponerse, poco más salió por la boca del Septón Supremo que bien por parte de convencimiento en el nuevo Rey, por la situación de la ciudad y mayormente por su delicado estado de salud paso a ungir con aceites consagrados a Aemon mientras con una voz que en el fondo de la sala apenas se podía escuchar dictó - Por el poder que me otorgan los Siete, siendo la voz del Padre, la Madre, la Doncella, la Vieja, el Herrero, el Guerrero y el Desconocido yo os declaro Aemon de la Casa Targaryen, el Primero de su nombre, rey de los Ándalos y los Rhoynar y los Primeros Hombres, Señor de los Siete Reinos y Protector del Reino. - A lo que nadie en la sala se mostró indiferente con vivas al Rey, con aplausos y malos deseos hacia su hermano… aunque otros muchos cuchichearon y miraron a los Siete buscando protección o esperanza al menos.
Tras aquello el Septón Supremo no tardó en bajar del púlpito y volver a sus aposentos, las heridas estaban aún muy recientes y no le convenía por prescripción del Gran Maestre abandonar la cama únicamente para lo indispensable. Con delicadeza la Reina acompaño a la impedida voz de la Fe para agradecerle de nuevo sus palabras e hizo llamar al Gran Maestre Pycelle y a Lord Varys - Mis señores, sin duda habréis notado la ausencia de varios nobles y señores que habían acudido al banquete de mi señor esposo, quiero que localicéis en la ciudad a todos y cada uno de los que se hallaban en Desembarco a la muerte de Rhaegar e instarles a jurar lealtad al Rey Aemon I, y que a los que han abandonado la ciudad vuelvan en no más de tres días para hacerlo, de no ser así serán declarados fuera de la paz del Rey. Por otro lado enviad cuervos a todos los grandes señores de Poniente para que en menos de catorce días vengan a jurar lealtad al nuevo Rey o que otorguen poderes a alguien de su elección para hacerlo. Podéis marchar… - dijo despachando a ambos señores que se encaminaban para cumplir sus órdenes cuando hizo detenerse al eunuco esperando a que el Gran Maestre se marchase - Aguardad un momento mi señor, quiero hacerlos otra petición, cuando los nobles hayan jurado reunid al Consejo en su sala, que preparen a los detenidos que procuraban altercados en nombre de Aegon VI y que para el amanecer del nuevo día tengan preparada en la Gran Plaza de Baelor siete sogas y siete hogueras preparadas para ser prendidas. Desembarco necesita la Justicia del Rey.-
//Que cada uno sea libre de postear como jura lealtad al Rey, o no. Sólo aquellos que se encuentren en la sala claro.