El Dominio: La República Federal del Dominio
La República Federal del Dominio es una potencia agrícola, intelectual y militar en declive, ubicada en el corazón fértil del sur ponienti. Antiguamente un reino próspero y orgulloso, sufre en el presente del año 714 las consecuencias de una larga decadencia, un sistema político fracturado y una creciente dependencia de sus aliados industriales. Sin embargo, el Dominio mantiene un enorme peso cultural, una reserva demográfica colosal y un ejército profesional de prestigio, factores que lo convierten en un actor esencial del equilibrio continental.
Gobierno
Desde la abolición de la monarquía en la Revolución Florariana (hace casi un siglo), el Dominio se rige por un sistema republicano laico y parlamentario, compuesto por una Asamblea Nacional, un Senado de los Territorios y un Presidente del Consejo como figura ejecutiva. Aunque el sistema proclama igualdad y democracia, las luchas entre facciones republicanas, socialistas y nacionalistas han provocado una inestabilidad parlamentaria crónica.
La capital es Altojardín, pero el gobierno y los ministerios se encuentran divididos entre ésta y Antigua, una megaurbe portuaria donde residen gran parte de las instituciones tecnológicas y militares.
Economía
A pesar de su atraso industrial comparado con Occidente, el Dominio sigue siendo la despensa de Poniente. Sus vastas llanuras agrícolas, alimentadas por sistemas de irrigación modernos, producen la mayor parte del grano y vino del continente.
El Estado ha nacionalizado sectores clave como los ferrocarriles, los molinos de vapor y los astilleros de Bandallon, pero los beneficios son absorbidos por una burocracia pesada y por las disputas sindicales.
Pequeños polos industriales han surgido en El Rejo, Vado Ceniza y Puente Amargo, centrados en producción de fertilizantes, motores diésel y manufactura de armas ligeras.
Religión
La República mantiene una separación estricta entre Iglesia y Estado. Aunque la Fe de los Siete tiene una fuerte presencia, especialmente en el campo, está desprovista de poder político. Existen fuertes tensiones sociales entre los sectores laicos urbanos y los tradicionales rurales.
Los movimientos sindicales, pacifistas y socialistas han ganado fuerza, especialmente tras la Masacre de la Vid Roja (706), donde el ejército abrió fuego contra manifestantes en Altojardín.
Ejército
El ejército del Dominio es uno de los más antiguos y profesionales de Poniente. Conserva una tradición de excelencia táctica y logística. Sus oficiales son formados en la prestigiosa Academia Militar de Roble Viejo, y muchos soldados son veteranos de las guerras coloniales.
Sin embargo, carece de la capacidad industrial de Occidente y su flota está obsoleta en comparación. El dominio de la tierra y la rapidez del despliegue ferroviario siguen siendo sus principales bazas defensivas.
Cuenta con un poderoso cuerpo de artillería y una aviación modesta pero disciplinada. Los primeros blindados y mechas ligeros están siendo desplegados, aunque aún en fase de pruebas.
Relaciones exteriores
En el exterior, el Dominio se encuentra atrapado: atado al Eje del Sur con Occidente, pero sin compartir del todo sus intereses ni su agresiva política exterior. La presión del expansionismo occidental, las crisis cainitas en las Islas del Hierro y el rearme del Norte revolucionario han colocado al Dominio en un dilema: o seguir como socio menor del León, o retomar su autonomía estratégica a costa de arriesgarlo todo.
Tensiones internas
Internamente, el Dominio vive una tensión creciente entre nacionalistas que claman por restaurar la “grandeza del Reino Verde” y pacifistas que rechazan cualquier implicación en una futura guerra continental.
Además, Tarly se negó a reconocer el gobierno republicano tras la revolución y encabezó una campaña de “restauración del orden” en el este del Dominio. Con el apoyo de latifundistas, clérigos conservadores y veteranos del ejército, instauró un régimen militar ultraconservador en torno a Colina Cuerno y los valles adyacentes. Con la ayuda enviada por la Tormenta y, algunos dicen, Occidente, pudo asegurar sus fronteras y llevar a cabo la separación política efectiva del Dominio.
Autodenominado Caudillo por la Gracia de los Siete, Frank Tarly impuso una dictadura personalista inspirada en los valores tradicionales, la familia, la fe y la obediencia. Se prohibieron partidos políticos, se restauró parcialmente la influencia de la Fe de los Siete, y se persiguió activamente a sindicalistas y florarianos. Su guardia personal, traídos desde Dorne, patrullan la región como fuerza paramilitar.
Aunque no reconocido oficialmente por la República, Tarly ha sido tolerado por algunos gobiernos moderados que temen una nueva guerra civil. A cambio, mantiene a raya a grupos revolucionarios y garantiza el envío de grano a las regiones industriales.
Historia reciente
La historia reciente del Dominio está marcada por una profunda transformación política, una herida aún abierta y una lucha constante entre el ideal republicano y las sombras del autoritarismo. Su momento de inflexión fue la llamada Revolución Florariana, que estalló a finales del siglo VI y derivó en el colapso del régimen de los Tyrell, hasta entonces símbolo del orden, la riqueza y la tradición del sur.
La caída de la dinastía Tyrell supuso un trauma nacional que todavía marca el imaginario colectivo. Desde entonces, las élites del Dominio han oscilado entre el liberalismo ilustrado, el reformismo agrario y el fervor nacionalista. En su intento por competir con la industrialización de Occidente, se embarcaron en campañas militares coloniales en Essos occidental y desarrollaron alianzas estratégicas como el Eje del Sur, una cooperación comercial y defensiva con la Cancillería de Occidente.
Sin embargo, dicha alianza es cada vez más desigual: el Dominio vende trigo, vino, lana y recursos humanos, mientras que Occidente le vende tecnología, maquinaria y armas. Muchos sectores del Dominio temen haber pasado de potencia hegemónica a socio menor de un bloque que lo arrastra a conflictos ajenos
La Revolución Florariana (c. 642–648)
El año 642 es la consumación de un anhelo y un sueño por el que suspiraban las masas populares durante décadas. Tras más de un siglo sin ser convocadas, el rey Mern anuncia unas Cortes Generales del reino en Altojardín. Las finanzas del reino se hallaban prácticamente en bancarrota tras una década de excesivo gasto y diversas calamidades: el Dominio había apoyado en sus guerras por mantener la independencia a los revolucionarios de las Provincias de los Feudos (633-637) -tras proclamar su Constitución y establecer el primer estado democrático y federal del continente- y había tenido que hacer frente a una terrible hambruna que se había alargado por dos penosos años y que se cobra en el campo más de dos millones de muertos (639-641). Mern pide una recaudación extraordinaria de impuestos para evitar la bancarrota, y aunque buena parte del clero y la nobleza le apoyan, los representantes de las ciudades y el campo se niegan en redondo mientras no se cumplan sus exigencias de tener mayor representación en las Cortes y más derechos jurídicos. Ante la negativa real, los representantes abandonan las Cortes y se reúnen en Asamblea bajo los techos del Teatro de las Hiedras de Altojardín, jurando no separarse hasta no dotar al Dominio de una Constitución a ejemplo de los Feudos. Pronto la ciudad de Altojardín y los alrededores muestra su simpatía por la Asamblea y el rey Mern cede para evitar que la rebelión se esparza por el reino. Se declara una Constitución y el reino se convierte en una monarquía parlamentaria.
Mern intentará revertir la ola revolucionaria en los meses siguientes sin éxito, abandonado en parte por una parte de la nobleza que juega a dos bandas. Su posición política quedará prácticamente anulada al ser interceptado en Roble Viejo intentando huir al Oeste en el verano del 643, tras negarse a firmar una ley limitando la cantidad máxima de tierras que podía poseer un ciudadano y obligando a entregar los excedentes al Estado para su posterior distribución en pequeños lotes de tierra a los campesinos más pobres. Las pasiones se desatan y la Asamblea declarará traidor a Mern y abolirá la monarquía en el Dominio durante las semanas siguientes a su detención. Los diplomáticos de los reinos de la Tormenta, el Oeste y los Ríos piden a la Asamblea la liberación de Mern y la restitución de la monarquía, pero la Asamblea se mantiene firme y dicta sentencia de muerte contra el monarca. En el primer día del otoño del 643, la República es proclamada, y Mern es guillotinado en la plaza mayor de Altojardín frente a unas masas enfervorecidas. Buena parte de sus familiares conocerán el mismo destino en los meses siguientes; la aristocracia de Poniente queda aterrorizada. El viejo orden se une en reaccionaria armonía contra la naciente república: los reinos del Occidente, la Tormenta y el Tridente declaran la guerra, a los que se le unirán el Sultanato de Dorne y la Corona del Valle posteriormente. Y no están solos: los realistas del Dominio se alzan en abierta rebeldía junto con los más fervorosos creyentes de los Siete. La Asamblea solo tiene el apoyo tibio de las Provincias de los Feudos, que asustadas por las fuerzas reunidas contra la naciente República no se atreven a dar apoyo abierto.
La Asamblea Revolucionaria decreta la leva en masa e interviene los sectores más críticos de la economía para dirigir la guerra. En apenas seis meses, la República reúne el mayor ejército jamás visto en Poniente, con más de un millón de hombres. Durante el 645 asegurarán las fronteras frente al enemigo y quebrarán la oposición interna, mientras que el 646 y 647 los nuevos generales (mariscales) de la República cosecharán una victoria tras otra. Dorne y la Tormenta acceden a la paz, a cambio de entregar las Marcas a la República. Con el sur pacificado, la República pasa a la ofensiva e invade el Oeste en una gran ofensiva lanzada en el 648. El continente contiene el aliento al ver como las fuerzas combinadas de Lannister, Arryn y el Tridente son aplastadas en Refugio Quebrado y abren así el camino a Lannisport al mariscal Victor Florent, que la toma con su artillería bombardeando sin piedad a los civiles a finales del mismo año. Las Provincias de los Feudos declaran su abierta hermandad con la República y la guerra engulle las tierras al norte del Aguasnegras, las viejas monarquías se ven obligadas a negociar tras dos años más de guerra nada clara. El Congreso de Aguasdulces en 650 rubrica la victoria del Dominio, a cambio de abandonar casi todo el Oeste ocupado, las monarquías de Poniente reconocen a la naciente república y pagan cuantiosas reparaciones de guerra. A la vuelta al Dominio, y aprovechando su popularidad, Victor Florent es nombrado Primer Cónsul de la República, en la práctica concentrando el poder político en su persona y haciendo a la Asamblea Revolucionaria obsoleta. Los republicanos más comprometidos protestan y se alzan en armas, la ley marcial es declarada y son aplastados en las Jornadas de Antigua del 651. Esta contrarrevolución, sin embargo, asegurará numerosas conquistas y reformas obtenidas en el 642 y permitirá la supervivencia política de la república en las próximas décadas. Tras quince años -conocidos como el régimen victoriano-, y sin tener un claro sucesor digno, Victor Florent convocará las primeras elecciones libres desde los tiempos de la Revolución. Este período será conocido como la II República -siendo la I la revolucionaria del 643 al 649.
Las próximas décadas transcurren en paz con las potencias continentales vecinas, las elecciones y gobiernos se suceden de manera más o menos pacífica. Durante el 670-700 la II República se sube a la revolución industrial, pero el éxito de la misma es modesto. Los burócratas y dirigentes seguirán confiando en exceso en el peso del campo, ese campo que les ha hecho ser la nación más poblada de Poniente, y por tanto, la más poderos pero los tiempos han cambiado. Para dar salida a los excedentes demográficos y las tensiones que las bolsas cada vez mayores de pobres generan en las nacientes ciudades industriales, la República desarrolla una política imperialista y conquista buena parte de las Islas del Verano, granjeándose animadversión en algunas partes de Poniente y sobre todo en Essos. Es durante esta época en la que se consolida el Eje del Sur y la alianza con el Oeste, pero es la Cancillería de Lannisport la que dicta las relaciones diplomáticas y los equilibrios de poder en Poniente. El Dominio alimenta con sus campos a las ciudades del Oeste, y estas a cambio entregan maquinaria y manufacturas. Algunos llaman despectivamente a la República el gendarme del león.
Los últimos 15 años han sido muy turbulentos para la República, sin embargo, y amenazan con la paz y estabilidad del sur.
En el año 699 estalla una rebelión masiva por parte de los isleños del verano, y hay guerra de guerrillas en todo el archipiélago. La República decreta las impopulares quintas, levas que en teoría van por sorteo numérico aleatorio, pero en la práctica son manipuladas por las clases más pudientes para que sus hijos reciban casi siempre los números más altos, que omiten el servicio militar. En el 701 se da el desastre de Walano en las colonias de las Islas del Verano, donde las tropas del Dominio son humillantemente derrotadas por insurrectos: la primera gran victoria de un pueblo colonizado sobre una potencia imperialista, que despierta el asombro y la simpatía de muchos. La Asamblea de la República decreta una comisión de investigación para esclarecer el desastre, los anarquistas declaran la huelga general y se hacen fuertes en Puenteamargo y en Granmesa. Los marqueños declaran por otra parte que no enviarán más levas a la guerra colonial y declaran la autonomía marqueña, aunque siguen reconociendo la primacía de Altojardín. En el año 702, ante una Asamblea desbordada y la pasividad -e incluso simpatía- de las élites económicas, el general Marcus Rowan da un golpe de estado y toma el poder mientras dure la insurrección. Rowan consigue someter la rebelión de las Islas del Verano mediante una despiadada política de reconcentración que causa más de dos millones de muertes de civiles en el plazo de dos años en el archipiélago sureño, y mantiene atados a los elementos díscolos en el interior. Rowan intenta crear un partido político patriota para extender su mandato con legitimidad sin éxito, y en el 705, cumple sorprendentemente su palabra y convoca elecciones libres. El prestigio de las instituciones del Estado ha quedado sin embargo muy dañado.
Las fuerzas socialistas y los republicanos ganan estas elecciones y eligen como presidente a Aelinor Redwyne. Redactan una nueva constitución federal, dando amplias prerrogativas a los departamentos republicanos y anexionando formalmente las colonias isleñas al territorio nacional, y prometiendo a los marqueños la realización de un plebiscito. El sufragio censitario se anula y se sustituye por el sufragio universal: nace así la III República.
El primer gobierno de la III República intenta atacar con ánimo reformista la reorganización de las instituciones, la educación, la industria y la infraestructura. La República sin embargo nace con grandes fricciones internas y con facciones que desde el primer momento buscan socavarla, sin respetar las leyes del juego democrático.
Durante el primer mandato de la Presidenta Aelinor Redwyne se realiza el Plebiscito Marqueño (708) para decidir si estas provincias han de seguir formando parte de El Dominio. De manera ajustada, los marqueños votan por la secesión, entre grandes protestas de los conservadores y nacionalistas, que ven la pérdida de una rica cuenca minera. Posteriormente los marqueños de Dorne se unen a la naciente república marqueña y estalla una guerra entre los marqueños, el reino de la Tormenta y el Sultanato de Dorne.
Las peleas entre los moderados y los revolucionarios más radicales, decepcionados por la lentitud de las reformas hacen que el gobierno se rompa en el 709, lo que abre las puertas a las derechas y a las fuerzas conservadores a unir fuerzas bajo el mando de Matthias Greenhand -de la facción conservadora agraria- y así conquistar el poder a finales de ese mismo año, en unas elecciones llenas de polémica y de irregularidades por ambas partes. Greenhand entiende que para neutralizar a las izquierdas hace falta ganar el apoyo del campo (un sector primario que el Dominio aún ocupa a más de la mitad de la población) y que hace falta crear un país de propietarios, y no de proletarios. Sus medidas estrella son la creación de un Banco Nacional Agrario con fondos estatales que concede préstamos con intereses prácticamente nulos para la adquisición de tierras a los campesinos más pobres, así como desviar aún más recursos para la consecución del gran plan hídrico nacional comenzado por el gobierno precedente. Las protestas y la actividad obrera es duramente reprimida, y en el 711 la Liga Federal Socialista declara una huelga general revolucionaria. El conato de rebelión es rápidamente abortado en buena parte de la República, pero cuenta con un gran apoyo en los departamentos de Sotodeoro y el Lago Rojo, donde los revolucionarios consiguen derrocar al gobierno civil. El general Frank Tarly es puesto al mando de las tropas republicanas enviadas a restablecer el orden en la región, y tras más de dos meses cruentísimos que dejan más de cien mil víctimas mortales el orden es restablecido. Miles de personas son detenidas y las cárceles se llenan. Greenhand, sin embargo, no puede hacer la vista gorda ante los escándalos de corrupción y el inmovilismo de los sectores más conservadores y reaccionarios. La coalición de derechas se rompe en el 712, y nuevas elecciones son convocadas.
Las elecciones del 712 están marcadas por la violencia y el radicalismo político en ambos lados, el pistolerismo y la violencia dejan más de mil muertos en todo el país en las semanas previas a los comicios. Las izquierdas de nuevo encabezadas por Aelinor Redywne -la única figura capaz de reunir consenso real- consiguen un nuevo triunfo. Decretan la amnistía general de los revolucionarios y relajan mucho las leyes contra los obreros industriales y los sindicatos.
Personajes conocidos
Aelinor Redwyne: presidenta de la República del Dominio: Mujer elegante, cabello blanco recogido, traje sobrio, mirada firme. Intelectual, diplomática, tenaz, comprometida con la república.
Antigua senadora durante los últimos años del dominio tyrelliano, lideró la facción moderada que instauró la república tras la caída de Altojardín. Lucha por mantener la unidad del Dominio frente a las tensiones regionales, mientras defiende las reformas agrarias, la educación pública y la neutralidad frente a las potencias ponientis.
Leo Fossoway: tribuno del ala radical: Joven, con barba roja y túnica granate, suele hablar en plazas públicas. Idealista, incendiario, populista. Cree en la revolución permanente.
Hijo de campesinos, educado en Antigua. Ha emergido como portavoz de las clases bajas y exige la expropiación de tierras, el desmantelamiento del poder de las casas nobles y una política exterior revolucionaria. Choca frontalmente con Aelinor Redwyne y ha sido objetivo de los agentes de Tarly. Admira a los boltoncheviques del Norte.
Maestre Renwyl: rector de la Universidad de Antigua: Anciano, delgado, con túnica gris y cadena completa de la Ciudadela. Escéptico, racional, neutral pero protector del conocimiento.
Si bien no ejerce poder político directo, su influencia como rector de la Universidad de Antigua lo convierte en una figura clave. Intenta mantener a la academia apartada de los conflictos, pero está bajo presión de los gobiernos rivales y de las facciones revolucionarias que consideran que la educación debería ser más accesible. Ha condenado el extremismo de Tarly y el fanatismo de los radicales.
Ser Garlan “el Verde” Oakheart: comandante del Ejército Republicano: De complexión fuerte, rostro curtido, armadura sin adornos y mirada melancólica. Leal, pragmático, cansado del conflicto civil.
Veterano de las guerras de unificación tras la caída de los Tyrell, se convirtió en el general en jefe del ejército leal a la república. Ha tenido que combatir tanto a los seguidores de Tarly como a los grupos revolucionarios. Cree en la república, pero considera que su supervivencia dependerá de acuerdos políticos y no solo de la fuerza. Tiene contactos discretos con el Valle y los Ríos.
Lord Alcalde Ser Deusesamb Hightower: Un hombre muy delgado, de hombros estrechos. Siempre viste trajes oscuros con chalecos cruzados, relojes de cadena y levitas pasadas de moda. Su cabello largo, liso y canoso lo lleva suelto hasta los hombros, descuidado, en contraste con su obsesivo cuidado de las uñas y de sus gafas redondas de montura fina, que limpia compulsivamente con un pañuelo bordado. Sus manos temblorosas revelan nerviosismo constante, aunque su voz es grave y modulada, casi teatral. Excentrico y disperso, Deusesamb es un hombre que presume de erudición pero que rara vez concluye lo que empieza. Ha escrito más de cuarenta ensayos sobre filosofía política, ciencia, historia y economía, todos inacabados, saltando de un tema a otro con entusiasmo. Se define como un “revolucionario del pensamiento”, pero en la práctica es un burgués conservador, que defiende los privilegios de Antigua como centro intelectual y cultural, por encima del campesinado o incluso del propio Parlamento federal de Altojardín. Estudió en la Ciudadela de Antigua, donde acumuló varios eslabones de la cadena de los maestres sin jamás completarla; cada vez que dominaba una disciplina, la abandonaba por otra. Fue recordado como un estudiante brillante y frustrante. Su mayor logro, no obstante, es convertirlo en el mayor experto en idiomas de Poniente y Essos.
Su carrera política, auspiciada gracias a la influencia de la Casa Hightower y al peso comercial de Antigua, le permitió ser elegido Lord Alcalde cuando todos apostaban por Michael Quevetus. Deusesamb defiende la neutralidad del Dominio, pero siempre desde la premisa de que Antigua debe ser reconocida como el verdadero cerebro de Poniente. Representa a la élite intelectual y burguesa de Antigua frente a las facciones más rurales y militares del Dominio y es considerado un aliado ambiguo por Altojardín: útil por el prestigio cultural de su ciudad, pero molesto por su arrogancia. Dentro de la Federación, es un defensor acérrimo de la autonomía de Antigua frente a cualquier centralismo, aunque en público se disfraza de federalista convencido.