La partida - Juego de Tronos | Situación inicial

El año 298 tras la conquista pasó a la historia como otra de las efemérides que más dolor y sufrimiento trajo a Poniente. Si la Danza de los Dragones pudo acabar con la casa Targaryen, antes de que la Rebelión pusiera fin a la dinastía, el fallecimiento del principal protagonista y quien le dio sobrenombre, Robert Baratheon, estuvo a punto de terminar con el Poniente que conocemos.

El origen de la guerra de Sucesión, tal y como ha pasado a la historia, no se encuentra, como muchos creen, en el fallecimiento de su Majestad, sino que este conflicto enraíza en hechos que sucedieron en los años anteriores, pero, sobre todo, en los meses precedentes. Y que si se hubieran desarrollado de otra forma, el desenlace podría haber sido muy diferente.

Es sabido que Stannis Baratheon dejó la Corte de su hermano llevándose consigo la flota real. Los rumores acerca de los motivos del mediano de los Baratheon siempre fueron variados, desde los celos y la envidia como germen de una traición filial, el desaire por no ser nombrado mano del rey o la simple antipatía por los Lannister. Fuera cual fuese la causa, el Consejero Naval se llevó consigo lo que él consideraba un hecho que podía dar un súbito vuelco a la aparente calma que la caída de los Targaryen le había brindado a Poniente durante apenas quince años.

Sin embargo, no sólo en Rocadragón, al amparo de las llamas, se tejían planes para el momento en que su majestad pereciera. En la propia Corte, el menor de los hermanos de su majestad recibía constantemente dulces palabras en sus oídos acerca de lo buen rey que podría llegar a ser o de lo bien que luciría la corona sobre su hermosa cabellera.

Una dulce melodía la que sonaba en Desembarco del Rey, mientras en el Tridente, Gregor Clegane regaba con la sangre de los ribereños los fértiles campos que después dejaba pastar bajo el pasto de las llamas…

Al mismo tiempo, allende del mar, Daenerys Targaryen había tenido la fortuna de que Eddard Stark impidiese que el Rey Robert ordenase la muerte de la muchacha… lo que quizás hubiera ahorrado muchos problemas a Poniente.

Y al sur, donde los Martell lloraban por la muerte de la Princesa Elia y sus hijos, el príncipe Doran aguardaba el momento adecuado…

Mientras todo esto sucedía, Robert Baratheon vivía felizmente, habiendo delegado el gobierno del reino en Lord Jon Arryn primero, y en su fiel amigo Lord Eddard Stark después. Tan buenos hombres como incapaces de ver lo que sucedía a su alrededor. Y quizás por lo diligencia del Norteño y su forma de ver las cosas, los acontecimientos se adelantaron. Su majestad no estaba en su mejor condición física, sin embargo, los presentes en la cacería sospechaban que no había bebido tanto como para errar la lanza en aquel jabalí.

¿Fue la presencia de Eddard Stark en la Corte la que convirtió a Robert Baratheon, el primero en su nombre, en una molestia que debía ser eliminada? No tenemos respuesta para esa pregunta. Lo que sí sabemos es que…


Edmund alzó la mirada del enorme libro que se encontraba frente a él. Las clases de historia siempre se le habían hecho terriblemente aburridas. Y si bien ya era lo suficientemente mayor como para no tener que escuchar la adormecedora voz del maestre, leer por su cuenta los volúmenes en los que estos narraban los hechos también se le hacía aburrido de una forma muy parecida.