La triunfal llegada

Los campos de justas de la ciudad eran un festival improvisado, hombres desde todas las tierras de los feudos llevaban toda la semana concentrándose y se decía que algunos de los recién llegados lo hacía desde el Valle Oscuro y Poza de la Doncella. Miles si no decenas de miles de campesinos y artesanos, lavanderas y doncellas, todos reunidos para recibir al príncipe que les salvó, a Rhaegar Targaryen.

Los rumores decían que el propio rey abandonaría la Fortaleza Roja para recibir a su hijo victorioso, a los hombres de la Compañía Dorada y a los veteranos soldados que le acompañaban.

Apenas llevaba el sol unas horas en lo alto cuando los primeros hombres aparecieron en el horizonte. La noticia corrió como la corriente del Aguasnegras y todos se prepararon para lanzar vítores a sus salvadores. Los hombres del rey cruzaron la ciudad enchidos de orgullo bajo la atenta dirección de Lord Symond Staunton, consejero de los edictos. Los caballeros abandonaron Desembarco del Rey por la Puerta del Rey escoltados por cientos de Capas Doradas que se abrieron paso entre la multitud, creando un pasillo de una docena de metros por casi media milla, listos para recibir al príncipe.

Apenas una legua separaba la cabecera de los ejércitos de las murallas de la ciudad cuando Lord Staunton los alcanzó —Alteza— comenzó a decir el Lord de Grajal —príncipe Oberyn, Lord Toyne, Lord Baratheon. El rey os espera en el Salón del Trono, la multitud ha salido a recibiros y los Capas Doradas velan por que todo marche sin dificultad. Un banquete como pocos espera y su alteza ha querido que todo señor, caballero, capitán o príncipe, traidor o leal, se unan a él en la Fortaleza Roja para celebrar.

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