PoV
Larys Strong
Larys padeció de un pie equinovaro durante toda su vida, el cual arrastraba cojeando. Larys es un hombre reservado, pero amable cuando le es necesario. Raramente habla en las reuniones del Consejo Privado, prefiriendo siempre escuchar. Sin embargo, cuando habla, lo hace con elocuencia, compartiendo palabras de gran importancia. Como Consejero es enigmático y astuto. Larys es una persona asustada y su miedo proviene de los dragones; por extensión, cree que los Targaryen son lo que mantiene a los dragones en Poniente y, por ello, deben caer para que caigan las bestias. En realida da Larys el orden de quien cae antes no le importa, siempre que desaparezcan tanto los dragones reales como aquellos que los llevan como emblema.
Tokens
El Patizambo
Larys Strong es tanto PoV como token.
Conspiración de la Ciudadela
La Ciudadela no tiene lugar para la hechicería, la profecía o las velas de cristal, y mucho menos para los dragones. Larys Strong es parte de la conspiración de la Ciudadela.
Consejero de Rumores y Lord Confesor
Larys tiene una red de informantes y de agentes que van desde meros soplones a torturadores de las Celdas Negras. Como miembro del Consejo Privado, además, tiene acceso a información de primera mano sobre lo que acontece tanto en el Reino como en Desembarco del Rey.
Ejércitos
No
Objetivo
Conseguir un token en el Valle. En este caso sería Casa Arryn de Puerto Gaviota.
Misión
Tras el concilio en el Valle y los movimientos en el Consejo Privado de los Verdes, veo necesario contar con un hombre en el Valle y es momento de activar el Agente Durmiente que tengo allí: Isembard Arryn. Isembard es el líder de la Casa Arryn de Puerto Gaviota, escindida de los Arryn de Nido de Águilas en tiempos de Jahaerys y un hombre que ha hecho una gran fortuna.
Larys lo activa para poder controlar el destino del Valle y lo hace no solo contando con la lealtad de Isembard sino también de su maestre y de la red de influencia de esta casa cadete.
A Isembard, en particular, se le promete que se buscará situarlo como Señor del Valle tras la Danza de Dragones.
Factor: +2 a la misión por preparación previa Misión 10: Águilas al vuelo
Localización
Puerto Gaviota.
Roleo
Los ventanales abiertos de la gran mansión dejaban entrar la brisa fresca que venía del mar. Isembard Arryn caminaba lentamente de un lado a otro, con las manos entrelazadas tras la espalda, mientras su maestre, Pelaio, permanecía junto a una mesa, rodeado de pergaminos y cartas recién llegadas desde las montañas del Valle.
—¿Qué noticias traen los cuervos de Aguasdulces y de los clanes de las montañas? —preguntó Isembard, deteniéndose para mirar al maestre, su frente arrugada por la preocupación.
Pelaio tomó un pergamino y lo desenrolló con dedos finos y hábiles. El viejo maestre, de cabello gris y ojos serenos, tenía el porte de un hombre acostumbrado a la política y a los juegos de poder en el Valle.
—Los clanes permanecen inquietos, como siempre. Aguardan, pero son una amenaza latente, mi señor —dijo el maestre mientras leía—. Y desde Aguasdulces no llegan noticias que cambien la situación. Lord Tully se mantiene cauteloso, observando cómo se desarrolla el conflicto entre los Negros y los Verdes.
*Isembard frunció el ceño al escuchar el informe, su preocupación se basaba, en aquel momento, en trazar rutas comerciales por tierra para los bienes que traía de Essos. Por otro lado, el concilio en el Valle se había celebrado y la incertidumbre y las intrigas no hacían más que crecer. *
—Esos malditos clanes de las montañas. Si se alzan en armas mientras el Valle se embarca en una guerra civil no podremos defender nuestros propios territorios —dijo Isembard, con una mezcla de frustración y desdén—. Y si Aguasdulces no se decide pronto a unirse de lleno a la causa, podríamos vernos aislados.
—El Valle aún debe declarar su lealtad a un bando, mi señor —recordó el maestre, observando de reojo a Isembard—. Muchos recuerdan la influencia de los Verdes en la corte, y creen que Rhaenyra no podrá sostener su reino sin desatar el caos. Algunos señores aún piensan que Daemon Targaryen es una amenaza más que un aliado.
Isembard se detuvo junto a la ventana, mirando hacia el puerto, donde los barcos mercantes iban y venían, ajenos a las tensiones que sacudían Poniente. Era el señor de facto de Puerto Gaviota, un puerto clave en el Valle, y sentía el peso de las decisiones tomadas. Si el Valle caía en el caos, si se equivocaban en su apoyo, su casa podría quedar en ruinas. O quizás todo lo contrario.
—El Valle ha estado dividido en el pasado, pero siempre hemos prevalecido —dijo Isembard, más para sí mismo que para el maestre—. Sin embargo, esta Danza de Dragones… no es como las anteriores guerras. Es una guerra de dragones, y donde los dragones luchan, la tierra se quema.
Pelaio asintió lentamente.
—Y cuando la tierra se quema, mi señor, es el pueblo el que sufre. Pero quizás hay un camino, y ahora debemos andar con cautela. La clave será mantener vuestra posición y fortalecerse; si alguien puede reconstruir el Valle en caso de que sufra más de lo que pueda soportar, sois vos.
—Pero ¿y si fallamos? —Isembard giró hacia el maestre con una mirada intensa—. Si nos mostramos tibios seremos marcados como traidores por un bando u el otro. No solo el Valle, sino Puerto Gaviota y toda mi casa estarían condenados.
Pelaio se inclinó ligeramente, mostrando su lealtad con el gesto.
*—Es un riesgo, mi señor. Pero si seguimos vacilando, seremos vistos como débiles, tanto Verdes como Negros podrían decidir que somos más útiles como enemigos que como aliados titubeantes. *
Isembard asintió, aunque el gesto era lento y cargado de pensamientos. Sabía que las tensiones dentro del Valle solo crecerían con el tiempo, y que la lealtad de algunos señores, como los los Royce, podría decantar la balanza en cualquier momento. Sin embargo, el peso del deber hacia su casa y hacia su región lo mantenía firme.
—Entonces que sea así —dijo finalmente, con voz grave—. Que nuestros hombres se preparen para lo que venga, y que los cuervos sigan volando. No podemos caer, no ahora.
El maestre Pelaio asintió y comenzó a enrollar los pergaminos, mientras Isembard volvía a mirar el horizonte, con los ojos fijos en el futuro incierto de Poniente, sabiendo que la paz ya no era más que un recuerdo lejano. Pero como su padre decía: mar revuelto, ganancia de pescadores.