PoV
Corlys Velaryon y Rhaenys Targaryen
Ambos llevarán a cabo las órdenes
Tokens
Corlys Velaryon
Mano de la Reina y Comandante probado, dará órdenes para que se cumplan.
Rhaenys y Meleys
Encargada de llevar a cabo la destrucción de los mercenarios
Fuego y Sangre
A Fuego y Sangre.
Ejércitos
- Meleys (Alzado) , en A Grajal grupo VERDE [Numeroso –1, Dragón, Veterano +2] FUE: 48.0
- Flota de Marcaderiva 1 (Alzado/Galeras) , en Gaznate grupo AZUL [Séquito, Hda +2, Lanceros +8, Veterano +2, Marinos] FUE: 24.0
- 1 de comerciantes del Mar Angosto (Alzado) , en A Grajal grupo VERDE [Mercenarios, Lanceros +10, Veterano –2, Moral +1, Marinos] FUE: 8.8
- 2 de comerciantes del Mar Angosto (Alzado) , en A Grajal grupo VERDE [Mercenarios, Lanceros +10, Veterano –2, Moral +1, Marinos] FUE: 8.8
- 3 de comerciantes del Mar Angosto (Alzado) , en Valleoscuro grupo VERDE [Mercenarios, Lanceros +10, Veterano –2, Moral +1, Marinos] FUE: 8.8
- 4 de comerciantes del Mar Angosto (Alzado) , en Valleoscuro grupo VERDE [Mercenarios, Lanceros +10, Veterano –2, Moral +1, Marinos] FUE: 8.8
- 5 de comerciantes del Mar Angosto (Alzado) , en A Graja grupo VERDE [Mercenarios, Lanceros +10, Veterano –2, Moral +1, Marinos] FUE: 8.8
Objetivo
Destruir a la gran mayoría de los mercenarios, muertos y sin opción a vivir.
Misión
Eliminar a los mercenarios. Para ello, aprovechando que están ebrios y por lo tanto indefensos, Corlys Velaryon se hará con la familia Staunton y la sacará de allí. Hará lo mismo con las gentes del pueblo que pueda.
Ya que me has comentado que están ebrios, que son unos patanes, que es fácil deshacerse de ellos, se aprovechará para salir de allí, cerrar las puertas tras de si y encerrarles en Grajal.
Lo siguiente es fuego y sangre por parte de Meleys. Que todos ardan, por no seguir las órdenes de Corlys Velaryon y Rhaenys Targaryen.
Localización
Incluye claramente dónde se realiza esta misión.
Añade también un mapa y cálculos de ruta son son relevantes. Incluyendo cualquier tiempo para volver hasta un lugar amigo para poder informar, si fuera necesario.
Si quieres, por hacerlo más épico, hago algo especial con el lider, pero si no que se muera en las llamas.
Roleo
La luna llena iluminaba el horizonte mientras los hombres de Corlys Velaryon, la “Serpiente del Mar”, avanzaban silenciosamente hacia Grajal. La fortaleza se erguía en la distancia, una imponente torre de piedra negra que antaño había sido símbolo de la nobleza y el poder de los Staunton. Ahora, sin embargo, solo era un vestigio de lo que había sido, envuelta en un aire de decadencia y desolación. El viento del mar, cargado con el aroma salobre de la sal y el metal, azotaba los rostros.
Corlys Velaryon, con su imponente armadura plateada, dio una última mirada a sus hombres, muy distintos a aquella turba de mercenarios que se habían dirigido a la torre por tierra, desde Valleoscuro.
Rhaenys Targaryen, la Reina que Nunca Fue, se acercó a su lado, su mirada feroz como el dragón que llevaba en su corazón. Montaba sobre Meleys, la Reina Roja, que tenía las escamas tan brillantes como el oro y la furia de los dioses en sus ojos.
— ¿Está todo en orden, Corlys? —preguntó Rhaenys, la voz de su desconfianza fluyendo con la brisa.
El Velaryon frunció el ceño, observando la fortaleza. El resplandor de las hogueras comenzaba a iluminar la murmurante oscuridad, y a lo lejos, se escuchaban risas, gritos, y el sonido metálico de algo que se rompía.
— No me gusta lo que oigo —murmuró Corlys, mientras su rostro se endurecía—. Algo no está bien. Vayamos.
Ambos cabalgaron hacia el interior de la fortaleza, con la mirada fija en la gran puerta de Grajal. La fortaleza había caído sin resistencia, sus habitantes, nobles y campesinos por igual, habían sido capturados sin esperanza de escape. La promesa de libertad para quienes se rindieran sin lucha se había convertido en una cruel mentira. Las viejas murallas de Grajal, que alguna vez fueron guardianes de la paz, se habían convertido en prisión de los inocentes.
Al entrar en el patio principal, los dos líderes del ejército quedaron horrorizados. Los mercenarios, su ejército de temibles guerreros, se hallaban ebrios y fuera de control. Varios de ellos se tambaleaban, riendo de manera grotesca, mientras otros arrancaban objetos preciosos de las casas y las salas del castillo. La destrucción era palpable, pero lo peor aún estaba por verse.
Los gritos desgarradores de las mujeres y los niños llegaron hasta los oídos de Rhaenys, y el horror se apoderó de ella. Los mercenarios no solo se habían entregado al saqueo, sino también a la tortura y la violación, llevando la vileza humana hasta su más bajo nivel. Rhaenys sintió una furia que casi la consumía. Pero Corlys, al igual que ella, no mostró debilidad.
El Lord Velaryon, con su voz fría y decidida, gritó:
— ¡Detened todo esto! ¡Ahora!
Al instante, los mercenarios, aún bajo los efectos del vino y la violencia, comenzaron a mirar hacia él. El líder de los mercenarios, un hombre de rostro curtido y mirada vacía, dio un paso hacia adelante.
— ¿Qué pasa, Lord Velaryon? ¿No te gusta la fiesta? —gruñó el mercenario, riendo mientras un brillo malévolo le iluminaba los ojos.
Corlys no respondió de inmediato. Su mirada se desvió hacia Rhaenys, quien, sin decir una palabra, dio una orden con la mano. En el cielo oscuro, Meleys emitió un rugido de fuego que hizo temblar las paredes. La reina Targaryen, con su voluntad férrea, había tomado la decisión.
Rhaenys montó su dragón y ascendió hacia las alturas de Grajal. El dragón, bajo su comando, comenzó a abrir las fauces. En un instante, las primeras lenguas de fuego salieron disparadas como rayos llameantes, iluminando la noche. El aire se llenó del hedor de carne quemada y del crujido infernal de la madera quemándose.
Los mercenarios, aún ebrios y sorprendidos, apenas tuvieron tiempo de reaccionar antes de que la furia de Meleys descendiera sobre ellos. Las llamas envolvieron el patio y las murallas de la fortaleza, alcanzando los edificios cercanos con una rapidez espantosa. La explosión de calor y humo hizo que los mercenarios comenzaran a gritar, corriendo sin rumbo, intentando escapar de su destino, pero la mayoría fue consumida rápidamente por las llamas.
Corlys, con una espada en mano, ya había reunido a los miembros de la familia Staunton, que se encontraban prisioneros, ocultos en una sala del castillo. Con rapidez, los liberó, sin perder tiempo, y les ordenó que se alejaran lo más rápido posible de la fortaleza en llamas.
— ¡Vámonos! —les ordenó, mientras los arrastraba hacia el muelle.
Al pasar cerca del patio, observó cómo los mercenarios morían, consumidos por el fuego. Sus gritos eran desesperados, pero no había piedad en los ojos de Corlys. Ya no eran soldados. Ya no eran nada.
Rhaenys observaba desde los cielos, disfrutando de la escena. Meleys, danzando en el aire, parecía una sombra de fuego que devoraba todo lo que tocaba. La fortaleza, el hogar de los Staunton, ya no era más que cenizas. Grajal caía, y con ella, la última resistencia.
La familia Staunton fue puesta a salvo en los barcos, mientras la fortaleza de Grajal ardía en el horizonte. Corlys y Rhaenys se quedaron en silencio, observando cómo las llamas consumían lo que quedaba de la nobleza, mientras la marea, de manera fría y sin piedad, comenzaba a arrastrar los restos.
No hubo victoria sin sacrificios, no hubo honor sin sangre. Solo fuego, y la certeza de que los destinos de aquellos que osan desafiar el poder de los dragones terminan siendo cenizas.
El eco del rugido de Meleys resonó en la noche.
Y Grajal se desvaneció en el fuego.