Que de comienzo la competición!

Lyn, portáis un apellido ilustre y con vuestras palabras me honráis, vuestros servicios no quedarán sin pago. La tradición dicta que una vez derrotado un caballero misterioso debe revelar su rostro, y así espero que se cumpla. — el rey paró unos instantes.

Y en cuanto a vos, Ser Lyn, arrodillaros, os habéis ganado el título. — con un gesto llamó a Ser Barristan que obedeció sin dudarlo y avanzó para armar al hombre del Valle como caballero

Ya habéis oído a su Majestad. - Dijo Lord Tywin señalando al caballero anónimo. Había una notable desgana en la voz de la Mano. - Descubríos.

Derrotado el bastardo de Walder Frey se levantó del suelo y se retiró entre abucheos del campo de Liza.

Al pasar cerca de un grupo de asistentes a las justas uno de ellos lo increpó duramente: “Bastardo, eres un cerdo , tu madre seria una ramera salida del mismísimo nido de pulgas” - Aquel pobre desgraciado no sabia lo que había dicho, Walder Ríos soltó su caballo y rápidamente soltó un derechazo directo a la mandíbula de aquel mequetrefe, quien no viendo venir el golpe se desplomó en el suelo. Ríos miró a los otros tres esperando respuesta por su parte , pero hicieron como que la cosa no iba con ellos. Walder Rios siguió su camino sumido en pensamientos varios relacionados con los últimos acontecimientos en Darry. Quizá debería personarse allí para comprobar que los rumores eran ciertos.

Lord Jon Arryn habia visto el escudo el primer día, su corazón habia dado un vuelco. Miro en derredor, su sobrino Elbert, Vardis, el jovencisimo Andar Royce, su sobrina Giselle con su prometido Ser Graham Hadyng, faltaba uno de sus parientes. No… Sabia quien era el joven y escualido caballero misterioso.

Ser Elbert lo entendio casi a la vez que su tio. ¡Mierda! Otra vez se le habia escapado el mocoso. Busco la mirada de su tio y vio en ella resignacio. La suerte estaba echada, el rey habia visto un caballero misterioso y estaba emocionado aparentemente, solo se podia esperar y ver que pasaba. Para sorpresa de Elbert y Jon, el chaval, descabalgo decentemente a Ser Lyonel Corbray. Bien penso Elbert, el honor familiar se recupera. Paso de la preocupacion por su joven escudero y primo, a un inicio de intriga y admiracion, al chaval debian rozarle los huevos con las piernas al andar, o eso o era burro como el solo. ¿A quien se le ocurriria?

Despues de Lyonel Corbray, vino Donnel Swann y lo siguio Lord Manderly. Ninguno habia cosechado renombre con anterioridad en el campo del honor, pero aun asi, casi doblaban su peso, bueno, Manderly lo doblaba de sobra. Elbert estaba maravillado. Su escudero habia llegado mas lejos que el en el torneo. No lo estaba haciendo nada mal. Llego el momento temido, un justador mejor, dio al traste con las ambiciones del mocoso. Pero peor aun, habia llegado el momento de descubrir su identidad. ¿Como se tomaria el rey y el resto de presentes el hecho de que un escudero que no llegaba a los 14 dias del nombre hubiera derribado a 3 caballeros ungidos, mucho mas fuertes y experimentados que el?


El caballero de la triste figura, joder, se habia autobautizado con el mote que su primo Elbert le habia puesto. habia pintado el escudo familiar con colores diferentes, pero sin cambiar el contenido. ¡Nadie se habia dado cuenta! Pero que maravilla, habia tumbado a Lyonel Corbray, a Ser Donnel Swann y a Lord Wyman Manderly, habia caido contra su cuarto contendiente, pero no podia estar mas contento. ¡Lo habia hecho bien! y aun no habia llegado a cumplir los 14!

Se retiro el yelmo. Su rostro no era conocido en esta tierra por lo que hasta que no hablo pocos notaron diferencia entre que estubiera cubierto o descubierto su rostro. Solo sus parientes y compañeros de viaje provenientes del valle lo reconocieron rapidamente. El escudero de Ser Elbert, el escualido y temerario nieto de la hermana de lord Jon. Unico hijo de Ser Denys Arryn y Myriam Waynwood.

Hinco la rodilla, pues hablaría al rey directamente y seguro que era la mejor manera de hacerlo. Se abrio la visera del yelmo, para sacarlo con mayor faciliad, habia quedado abollado con la caida. Con el yelmo en la mano y de rodillas, se quedo unos instantes bloqueado. ¡Cuanta gente! Pero la voz salio de el por fin.

-Majestad. Jasper Arryn. ¡Para serviros a vos y al reino!

Aquella mañana de torneo ser Baelor había despertado magullado, herido no en el orgullo pues había justado dignamente contra el mejor guerrero de Poniente, pero si en sus costillas, allí donde el golpe contra el suelo al ser descabalgado había sido más fuerte. Nada más despertarse había pedido a su escudero que enviase un cuervo a Antigua y después se había dirigido a la liza a ver los combates del día. Tenía ganas de ver de qué era capaz su tío abuelo y ya que le había derribado esperaba que ganase él al menos.

En el camino fue pensando en todo lo sucedido con los Lannister y el gesto se le fue ensombreciendo a cada paso. Aquello no era un buen presagio, eso lo sabía bien. Sin embargo al llegar a la liza decidió que era momento de ver el espectáculo y apoyado junto a la baranda que separaba la arena y rodeado por varios de sus caballeros empezó a ver los lances. Solo desentonó cuando celebró la victoria de Lord Gerold frente a ser Barristan, un hombre muy querido por el pueblo llano. Al acabar el lance fue en busca del Lord Comandante para darle la enhorabuena y de camino vio la pequeña pelea del Frey con un simple campesino. Negó con la cabeza y siguió su camino, los Frey no estaban haciendo demasiados amigos en esos días entre el pueblo.

Al llegar al gran océano de tiendas de todos los colores se guió por la intuición para encontra la nívea lona del Lord Comandante – Lord Gerold, no hemos tenido tiempo de hablar demasiado y se que este no es el lugar pero mi padre no me perdonaría si volviese sin decíroslo. Desea que si os es posible en un futuro vayáis a visitarlo, hace años que no os ve y esta deseando volver a ver al hermano de su padre. Le gustaría ir a Desembarco pero Antigua lo retiene. No os molesto más, solo quería deciros eso, sois bienvenido siempre que gustéis en el hogar de vuestra familia – dijo ser Baelor con toda la educación del mundo antes de despedirse ofreciéndole la mano y darse media vuelta.

Su hermana estaba en la grada y ya llevaba demasiado tiempo sola. Tal y como estaba el ambiente en Harrenhall no iba a dejarla sola demasiado rato, aquello era como un avispero zumbando.

El rey estaba visiblemente sorprendido, su mirada buscaba enemigos en todas partes y lo que había encontrado era tan solo un chiquillo buscando la gloria de ser un caballero. Aerys bajó lentamente del estrado y se aproximó al joven Arryn.

Doy fe de que tenéis destreza de caballero, muchacho— el rey caminaba lentamente mientras Lyn Corbray aún esperaba la espada Ser Barristan en los hombros para levantarse —¡Lord Gerold!— gritó Aerys —Esta ha sido una liza digna de caballeros, aunque entre ambos contendientes no sumen si quiera mi edad. Si Corbray se ha ganado las espuelas, Arryn lo ha hecho también. Es un día de regocijo para el Valle, habéis ganado dos aguerridos caballeros

Ser Barristan esperé a que el Lord Comandante estuviera en posición y entonces, al unísono, entonaron:

En nombre del Guerrero, os encomiendo ser valiente. En nombre del Padre, os encomiendo ser justo. En nombre de la Madre os encomiendo defender a los jóvenes y a los inocentes. En el nombre de la Doncella, os encomiendo proteger a todas las mujeres…

-¡Gracias majestad! Espero ser digno del titulo de caballero y serviros a vos y al reino con honor.

Lo vivido era un sueño para todo niño que estuviese presenciando el torneo. Si hasta hace días solo se hablaba de Ser Jaime Lannister, el caballero que con apenas 15 años había derrotado a uno de los bandidos de la Hermandad del Bosque Real, ahora se cantarían baladas sobre Ser Jasper Arryn, un escudero al que no se le podía contar todavía 14 días del nombre, el Caballero de la Triste Figura, que recibía el título de caballero tras descabalgar a tres señores. De entre ellos, solo había supuesto un reto real y otro había sido el hermano mayor del que por fin acabaría descabalgándolo. Desde luego existía gran diferencia entre los caballeros de torneo y aquellos que se ganaban las espuelas en el campo de batalla, pero en aquellos momentos las razones de un título como aquel quedaban en segundo plano.

Cuando los ánimos se calmaron y Ser Jasper acudió a celebrarlo con su familia, Ser Lyn se preparó para su siguiente rival. Descabalgó fácilmente a Ser Axell Florent de Agusclaras, pero la tensión se apoderó de él cuando Lord Yhon Royce subió a su caballo y se preparó al otro lado de la liza. Hasta tres lanzas partieron el recién nombrado caballero y el señor de Piedra de las Runas y tras 9 envites tocó a su fin el sueño del pequeño de los Corbray, que había llegado a caballero antes que su hermano mayor y heredero de Hogar.

Llegó el turno del los valientes que se atrevieron a retar al Prínicipe. Un isleño, como no podía ser de otra forma, y un joven caballero del valle ambicioso y con sueños de grandeza. Lord Gorold Goodbrother y Ser Symond Templeton. Ambos fueron incapaces de resistir ni dos envites del Tarharyen que primero les tomaba la medida y luego golpeaba allí donde asomaba la vulnerabilidad. Sin duda sus excelsos dones provenían de su sensibilidad y capacidad de prestar atención a los mínimos detalles.


Tras a pausa de la tarde, donde se sirvieron aperitivos fríos y jarras de cerveza y vino se anunció que a la caída de la tarde se celebraría la final del torneo de Harrenhall.

Lord Gerold Hightower había sido con mucho el competidor que mayor número de rivales había descabalgado, y de mayor renombre, por lo que se decretó que quedaría fuera del primer sorteo de la final. La fortuna fue caprichosa, enfrentando a Rhaegar Targaryen y a su íntimo amigo Lord Jon Connington, por otro lado Lord Bryen Caron cruzaría su lanza con la de Lord Yhon Royce. Nadie pudo achacar nada al señor de Nido del Grifo por caer ante tal dominio de la lanza, de hecho fue una liza para el recuerdo, escribiendo como el amor fraternal que se profesaban ambos caballeros quedaba a un lado de la competición. Aunque dependiendo de las versiones algunos añadirían que posiblemente tal amor estuviese balanceado a favor del Príncipe, lo que difuminó la decisión y la rabia que Lord Jon Connington había impreso en sus envites anteriormente. La final se decidió cuando Lord Bryen Caron descabalgó a Lord Yhon Royce. Ambas lides fueron tremendamente competidas, necesitando 17 lances el primero y 14 el segundo para decidir los campeones. Trece lanzas fueron repuestas en el proceso.

Llegó el momento de decidir quién compondría la pareja final. El Príncipe Targaryen, el joven y apuesto Rhaegar tendría una tercera oportunidad allí donde Ser Barristan Selmy y Ser Arthur Dayne se las habían arrebatado anteriormente, en los torneos de Bastión de Tormentas y Lannisport respectivamente. Su rival, Lord Bryen Caron, el joven señor tormentí que había acompañado a Lord Robert en las largas noches de borrachera visitando prostíbulos allí donde los hubiese. En esta ocasión el Príncipe Rhaegar encontró Rhaegar un rival algo menos preparado que su amigo, pero que imprimía todo su corazón en lanza al impactar. La vida, sin embargo, siempre otorga ventaja a las aptitudes frente a las actitudes.

Rhaegar Targaryen sería declarado vencedor del Torneo de Harrenhall si descabalgaba al Lord Comandante de la Guardia Real. El capa blanca estaba exhausto por los esfuerzo del día y el Príncipe no dejaría pasar aquella oportunidad de salir campeón, de todas las que había tenido era sin duda la más importante. Y en una lid algo descafeína para el nivel que había tenido hasta el momento el torneo, Rhaegar ganó, había llegado el momento de que coronar a la Reina del Amor y la Belleza.

Las gargantas del pueblo llano estallaron al unísono junto con la de algunos señores al ver al Lord Comandante de la Guardia Real caer al suelo; el príncipe Targaryen era alguien muy respetado y querido por gran parte de sus súbditos. Hasta que no vio a su adversario levantarse por su propio pie no aprovechó para saludar a la multitud y quitarse el yelmo. Al poco tiempo acudía raudo su joven escudero, Clement Crabb [1], para liberarlo de su carga. Era el mayor de los hijos del pobre Lucifer Crabb al que había decidido honrar aceptándolo bajo su tutela, con la esperanza de ganarlo para su causa. El joven iba acompañado por un paje que llevaba con sumo cuidado una carga muy valiosa: una bellísima corona tejida con azules rosas invernales. Dictaba la tradición que el campeón del torneo tenía derecho a nombrar una Reina del Amor y la Belleza, que teóricamente debía ser la mujer más atractiva entre los presentes. Para cumplir con el protocolo, el príncipe debería haber concedido el honor a su señora esposa, más no se había erigido campeón entre los más grandes caballeros del reino para acallar los dictados de su corazón. La noche del primer banquete la había contemplado mientras arrancaba notas de su lira, y su interés creció al ver su espectacular actuación durante la carrera de caballos. Su gran sensibilidad lidiaba equilibrada con su fiera gallardía. «¿Es ella la adecuada?», llevaba preguntándose durante horas. El dragón debía tener tres cabezas para la calamidad que se avecinaba y todos los maestres le habían dejado claro que teniendo en cuenta lo dificultoso del parto de su primera hija, la princesa Elia probablemente no podría volver a parir sin poner en riesgo excesivo su vida. Rhaegar no quería poner en riesgo la vida de la mujer a la que quería, pero si la profecía no se cumplía, su vida habría sido en vano. Tomó las riendas de su caballo y lo dirigió con paso decidido hacia las gradas donde se sentaban los señores norteños.

— Mentiroso sería si negase lo evidente —comentó el príncipe cuanto estuvo frente a una asombrada Lyanna Stark que no terminaba de asimilar lo que estaba ocurriendo—, pues vos sois, sin duda, la más bella del reino.

En aquel momento dragón y loba no lo percibieron; pues solo tenían ojos para ellos mismos, pero como si de una peste se tratase, las sonrisas de los que apenas unos instantes antes jaleaban al campeón quedaron congeladas y apagadas.


[1] Estamos hablando del mismo Lord Clement Crabb que años después sirvió a Joffrey en la anterior partida. Corregid ya el árbol genealógico de los Crabb, no hay ningún Alaric Crabb según todos los registros de nacimiento observados con estricto rigor en la Diócesis de los Susurros. Gracias.

1 me gusta

La Princesa, que no se había perdido ninguna justa y de normal pasaba más tiempo departiendo amigablemente con todos los que se acercaban a saludarla que centrada en las justas, que para su gusto eran un poco violentas, no se perdió sin embargo ningún envite del Príncipe Rhaegar. Con el corazón en un puño, rezaba en silencio a los Siete, a la Madre Rhoynar y a quien quisiera escucharla, no porque ganara, pues a fin de cuentas no era más que un juego, sino porque no le hicieran daño.

Cuando Rhaegar ganó la final, se levantó aplaudiendo y vitoreándole. Aunque solo fuera uno de esos juegos tontos de hombres, sabía que llevaba tiempo buscando una victoria en un gran torneo, y se alegraba de corazón de que al fin la hubiera conseguido. Se preparó para recibir la corona, erguida y luciendo su mejor sonrisa, y cuando Rhaegar pasó sin detenerse frente a ella tardó unos segundos en entender lo que estaba pasando. Y cuando le oyó hablar se le heló el corazón.

Se mantuvo al frente, erguida, sonriendo. Aunque ya solo lo hacía con la boca. El tiempo pareció congelarse, y sintió todas las miradas del reino sobre ella. No podría decir si pasó un segundo, un minuto o una hora. Pero en algún momento una voz amable y una mano en su hombro la sacaron de su ensoñación.

-Vamos, Princesa -le susurró el Príncipe Lewyn llevándosela, como un muñeco sin voluntad, lejos de las miradas y de los comentarios crueles que, tras el estupefacto silencio inicial, empezaban a extenderse como fuego valyrio.

La Princesa Elia se retiró de la escena, pero una parte importante de ella, una persona que ella antes había sido, se quedaría siempre en aquella grada, erguida, sonriendo, soportando el peso de las miradas y oyendo a su príncipe de cuento romperle el corazón, una y otra vez.

“No”

Jon estaba parado, con Alistair detrás de él, los guanteletes de la justa aún en mano. Ambos quietos, muy quietos, como si el tiempo se hubiera detenido. Rhaegar Targaryen estaba hablando, mirando a los ojos oscuros de Lyanna Stark, la hija de Invernalia.

-Mentiroso sería si negase lo evidente. - Su príncipe se encontraba allí, la espalda vuelta hacia él y la tribuna, donde se encontraba Elia de Dorne, tan delicada y de rostro tan sereno, recitando con voz tranquila ante las miradas asombradas de todo un reino. - Pues vos sois, sin duda, la más bella del reino.

Silencio. Silencio sepulcral y miradas cruzadas. El príncipe Lewyn susurrándole algo al oído a Elia y marchándose con ella de la mano mientras el manto de bocas cerradas se iba levantando y los susurros se apoderaban de todo Harrenhal. Por todas las gradas, por los pabellones y por el campo de justa empezaron a escucharse quejas, llantos, risas y comentarios. Como una ola en las costas de las Tormentas, amenazando con llevarse por delante un reino entero.

“Haz algo, Jon”

¿Pero qué?, ¿qué podía hacer? Rhaegar Targaryen, el príncipe perfecto, el salvador del reino y la gran esperanza ante aquel loco que se sentaba en el trono, acababa de insultar no solo a su mujer, sino a la Casa Martell, la Casa Stark y la Casa Baratheon. Las consecuencias de ello…solo los maestres que en siglos posteriores escudriñaran al pasado las sabrían.

“Haz algo”

-¡Gloria al campeón! - Alzo la voz, intentando que no se le notara el temblor. Rhaegar parecía seguir perdido en un sueño. - ¡Gloria al Príncipe Rhaegar Targaryen, el más grande de los caballeros!

Buscó con la mirada a Robert Baratheon.

El día había sucedido mejor de lo esperado. Después de llenar de vergüenzas el día anterior tocaba vislumbrar la fase final de las lizas, en las que el mejor caballero coronaria a la Reina del Amor y a Belleza, si es que Aerys lo consideraba digno vencedor.

Lord Rickard se situaba en la grada que le había sido adjudicada, con su hijo Eddard a la derecha, Benjen a su izquierda y Lyanna a la derecha de Ned. El blasón del huargo caía y se podía identificar perfectamente quienes se sentaban allí.

Mientras los contendientes luchaban por el honor se fijó que ni Martell ni Lannister se encontraban allí, salvo Jaime y Cersei que quizá aún bailasen entre las sábanas y los pocos Martell que aún estaban ligados a la Casa Real, entre ellos Ashara Dayne, dama de compañía de la Princesa Elia y que permanecía a su lado durante el torneo y a quien Eddard no quitaba ojo de encima.

Para cuando la tarde estaba a punto de caer, Rhaegar Targaryen desmontó a Lord Gerold que había perdido dos finales en dos días, aunque había resultado vencedor en una de ellas… y cuando parecía que el día iba a tocar a su fín tomando a la Princesa Elia como Reina del Amor y la Belleza no fue así, “Un gesto que honra el Príncipe coronar a la hija de los Whent” pensó cuando se dirigía hacia ella, pues estaba ubicada antes que la grada de los Stark, al fin y al cabo aquella gran celebración había sido perpetrada en su honor.

Pero poco duró ese pensamiento cuando vió que ésta quedó atrás y viendo que su montura se dirigía directamente hacia ellos, un leve vistazo periférico hizo que Lord Rickard se preocupara más aún, Benjen casi saltaba emocionado viendo como el Príncipe se acercaba, Eddard estaba helado en su asiento, como casi toda la totalidad de la gente que contemplaba el torneo, y su hija se ruborizaba en su asiento, sus mejillas tomaban un color rosáceo en contraste a su normalmente color níveo.

Lord Rickard no podía creer lo que a apenas unos metros estaba escuchando, acaso la locura lo había tomado tan pronto? era una deshonra para su casa y una ofensa terrible para la suya y sobretodo para la Casa Baratheon aquel gesto.

La voz de Connington le hizo reaccionar, y cuando parecía que el público iba a salir de su mudez Lord Rickard se levantó súbitamente - No permitiré que ofendas a mi casa y a los dioses con este gesto - no tenía porque aguantar eso y si el Rey no estuviese allí todo sería distinto - El sur ha perdido todo el honor, el Norte es nuestro hogar y a él volvemos. - esto último no lo expuso de manera audible a todo el mundo aunque pudo sobreentenderse después de que toda la corte de los Stark abandonase la grada del torneo, con una Lyanna Stark que se aferraba con una sonrisa disimulada en el rostro a la corona de flores que su Príncipe le había otorgado.

1 me gusta

Esperad, Lord Rickard— el rey gritó mientras, con paso ligero, recorría la distancia que separaba su palco del de los Stark. —Habláis de deshonra pero yo no veo deshonra alguna para vos o vuestra casa, el príncipe no ha hecho más que recalcar un hecho que todo Harrenhal ha podido contemplar, habéis criado a una hija formidable que reúne en sí las mejores cualidades del Norte. — Aerys hizo una pausa, dejando que la joven Stark se ruborizara aún más, si eso era posible —Si no queríais que Poniente observara a vuestra hija deberíais haberla dejado en Invernalia, aunque por como reacciona la muchacha no creo que ella lo hubiera querido. Quizás Lord Robbert pudiera sentirse ligeramente ofendido, al fin y al cabo es su prometida, pero nada que no pueda dispensarse tras una amigable charla, y desde luego que mi hijo tendrá que responder ante su señora esposa más tarde, pero que las cosas más triviales parezcan fundamentales es prerrogativa de las mujeres

El rey ya había alcanzado el palco de los norteños y se dirigía a ellos, con Lord Gerold a la diestra y Ser Barristan a la siniestra, desde el embarrado campo de torneo, mientras el príncipe calmaba a su corcel. —Mas, si tan grande creéis el desagravio que tratáis de abandonar vuestro puesto sin el permiso real, plantead vuestro caso y exigir vuestra compensación aquí y ahora, ante todo Poniente, y la justicia del Rey resolverá.

Robert Baratheon observó como el príncipe dragón le ofrecía la Corona de la Belleza a Lyanna Stark, su prometida. La ira le hizo apretar los puños. Cuando uno de sus compañeros le preguntó que opinaba respondió estupefacto sin apenas pensar. “Es cierto que ha cumplido con la verdad, pues Lyanna es la más hermosa del reino.” Su vasallo lo miró sin acabar de creerse lo que oía. Robert estaba rojo de furia. Aquello debía terminar. Su primo Rhaegar se atrevía a galantear a su prometida delante de todo Poniente.

Cuando escuchó hablar a Lord Stark salió de su ensimismamiento y se alzó entre todos los presentes. "Lord Stark, no es a vos a quien han ofendido, ni a vuestra hija sino a mí. Mi propio primo debe rendir cuentas de esto. Es una cuestión entre él y yo. “¡Rhaegar Targaryen, si sois hombre decid que tratáis de galantear a mi esposa ante todo el público y defendedlo ante mí con las armas. Ante todos los nobles de Poniente os desafío. Si admitís que tan solo homenajeabais su belleza y que negáis tener ninguna intención con mi prometida Lyanna Stark este asunto quedará olvidado. Si incumplís lo prometido, tendremos más que palabras y recordaréis para siempre a Lord Robert Baratheon.” Apretó todavía más los puños y clavó sus ojos azules en los violetas del Príncipe.

“Y vos, Lord Jon, no mostréis tanta euforia hacia quien acaba de afrentarnos aunque puedo admitir que justó bien, no puedo admitir que galantee a mi esposa y que se le vitoree como si no hubiera pasado nada.”

Empezó a echar de menos su maza mientras observaba como crecía la atención del público.

Ya se disponía a marchar cuando una voz, una voz que todo Poniente reconocería le ordenó esperar… la única persona que le podía obligar a hacerlo sin duda.

El escenario cada vez se ponía de mejor color y ver a las posiblemente dos mejores espadas de Poniente acompañando a un Rey que estaba muy lejos de sus mejores días era algo que Lord Rickard temía, pero no por ello iba a mostrar una pizca de miedo, no lo había hecho en el pasado y no lo haría hasta el mismo momento de su muerte, quizá más cercana que distante.

Cuando estuvo a su altura hizo una reverencia, pues el juramento que había prometido cumplir no lo había obligado a permanecer sentado ante un agravio pero si a inclinarse ante quién debía rendir pleitesia.

-Nunca osaría decir que fue deshonroso el acto del Príncipe, vuestro hijo, más tratándose de una tradición con las connotaciones que tal gesto trae si me pareció una ofensa hacia mi hija, prometida de Lord Robert Baratheon y hacia mí, como su señor padre responsable de su persona hasta que sea desposada. - “Y hacia Lord Robert Baratheon, su prometido, y hacia la Princesa Elia Martell, su esposa, y hacia Dana Whent, persona a la que se había dedicado este torneo, y hacia vos mismo como Padre y Rey… y por último una ofensa a todos los dioses Nuevos y Antiguos”. Pero todo aquello último sólo lo pensó, pues sólo defendía su causa. - Jamás quise faltar ni atentar a vuestra autoridad ni hoy ni en todos los días de mi nombre, y si no he interrumpido lo que el Príncipe Rhaegar tenía que decir, lo único que podría pediros es vuestra dispensación para volver a mi hogar. -

Sus hijos permanecían quietos, de la cara de Lyanna había desaparecido la sonrisa y sus colores alegres habían tornado a una cuasi palidez, pues todo el mundo conocía la fama del Rey, y sus decisiones solían dejar huella. Lo haría todo por ellos, lo daría todo por ellos.

Y no sabía siquiera si había terminado de narrar su petición para abandonar Harrenhal al Rey cuando la voz grave de Lord Robert resonó por todos los rincones de Harrenhal, y Rickard no pudo hacer más que lanzar una mirada triste hacia aquel insensato y esperar con estupor la tormenta que se avecinaba.

Crei que mi tutela habia sido mejor, que habia conseguido inculcar alguna clase de sentido de la prudencia, la autoconservacion… Amenazar al principe, retarlo, desafiarlo. El ultimo desafio al rey acabo con la extincion del linaje completo de la casa Darklyn.

-Lord Robert. Creo que las emociones del dia os han causado mella. Yo pienso que estais entendiendo mal al principe y no deberiamos dejar que algo tan nimio como una mala interpretacion de las palabras que escuchamos, por mal que nos caigan, enturbie el estupendo acontecimiento que hemos tenido el placer de vivir estos dias. Considero que si mi hija hubiera sido honrada con la corona del amor y la belleza por el mismisimo principe de Rocadragon, deberia sentirme honrado. Mas aun, si fuera a mi prometida a quien hubieran honrado sobre todas las hermosas damas que aqui nos acompañan. Mas somos humanos, erramos. Yo comprendo la afliccion de Robert, los celos han empañado su buen juicio en este asunto. Lyanna sera su esposa y es hermosa y de buena cuna. Muchos hombres lo envidiaran y muy pocos tendran el detalle de declarar su opinion de viva voz y honraran a Robert y a la propia liana con piropos tan magnificos. Lo que hemos vivido en Harrenhal ha sido algo que se recordara cuando muchos de nosotros ya no estemos. Deberiamos festejar lo que ha ocurrido positivo aqui, si vamos a dejar que algo enturbie el acontecimiento, que sea lo justo. Que la noble y buena Lady Dustin no este aqui hoy por las acciones de unos malhechores, que los siete la guarden y nos den fuerza y lucidez para dar con ella pronto.

Como agua entre las manos. Harrenhall había pasado de ser un lugar esplendoroso en los primeros días, a un lugar donde las intenciones de unos y otros convivían y chocaban entre si. La situación provocada por Rhaegar Targaryen fue una chiquillada que provocó que la opinión sobre el Príncipe fuese peor, al menos por parte de Hoster.

Y todo lo que vino después…todo aquello hizo que Hoster tomase aire un par de veces, de manera profunda. Aquella era su tierra, aquel el lugar de su vasallo, y estaba bastante cansado de la forma de actuar de muchos allí. Se encaminó hacia el lugar donde los Stark, los Baratheon, los Arryny los Targaryen se encontraban.

  • No habrá ningún duelo, Robert Baratheon. No aquí, ni en ningún lugar de la Tierra de los Ríos. El Príncipe Rhaegar Targaryen ha hecho un cumplido a Lyanna Stark. No soy justador, pero si lo hubiese sido, y hubiese ganado, seguramente esa jovencita sería una a las que querría entregar la corona de flores.- Dirigió la mirada a la muchacha. Pobre muchacha.- Como dice Lord Jon, bien haríamos en preocuparnos por lo que debemos, conocer donde se encuentran esos hombres que vinieron del Camino Alto en busca del ataque a la comitiva de los Stark. Es lo que nos debe preocupar.- Se dirigió a Lord Jon. No había pasado por alto aquel sutil comentario acerca de lo ocurrido días antes.- Si el Rey Aerys lo ve oportuno…el Torneo de Harrenhall puede concluir.

Lord Stark había decidido retractarse de sus palabras y era lo sensato: su turbación no justificaba las graves acusaciones que había vertido. El dragón que anidaba dentro del príncipe rugía, deseaba aceptar aquel reto que le habían lanzado y coronar abiertamente ante todos a la reina que había elegido. Tras unos instantes la bestia cesó su actividad y dejó paso a la cordura. Harrenhal ya había visto demasiadas miserias y no deseaba añadir más a la larga lista.

Tan solo me he limitado a homenajear a vuestra rosa invernal, la más bella de todos los inviernos –contestó el príncipe con una tranquilidad que estaban lejos de sentir muchos de los presentes, mirando con cierta picardía al hombre que le había desafiado públicamente–. No pretendía ofenderos, Lord Robert.

Bien, pues todo aclarado, Lord Stark se retracta de su acusación ante todo Poniente, Lord Robert tiene la explicación que su corazón juvenil tanto ansiaba y el príncipe demuestra su saber estar ante tan inflamados corazones. Unámonos pues, antes de que nadie prepare la marcha para sus respectivas casas, para las festividades de cierre del torneo y regocijémonos ante tan gran ocasión

Los roces generados a lo largo de los días de torneo se plasmaban ahora en las actitudes de los diferentes señores de Poniente. Entre las diferentes chanzas que se habían ido repitiendo, peleas y espinosas tácticas de competición se había generado en el ambiente una calma tensa que había estado muy cerca de explotar con la boda Lannister, en la coronación de Lyanna Stark como Reina de la Belleza y finalmente con el reto que el orgulloso Lord Robert había lanzado al Príncipe. Este se había excusado ante un centenar de diferentes señores nobles, bien por miedo a despertar la ira de su padre o al portentoso físico del Baratheon, durante años se debatiría la actitud del Príncipe; mientras unos veían a un cobarde que prefería la lira a la espada, otros veían a la clase de gobernante prudente que los Siete Reinos necesitaban.

Cuando comenzó a extenderse el rumor sobre la huida de la Princesa Elia nadie quiso quedarse para investigar lo sucedido, todo el mundo temía la reacción del rey y pronto las diferentes comitivas se afanaron en marchar a sus respectivos territorios. Los primeros en abandonar Harrenhall fueron los Greyjoy, sin contar a los Lannister que dejaron el torneo tras la boda de Jaime y Cersei. Los dornienses, fueron los siguientes, muchos de ellos confusos y con visible miedo en los rostros, habían quedado sin nadie a quien seguir y sus tierras quedaban muy lejos de aquel lugar. Fueron los primeros entre un río de gente, en los próximos días miles más abandonaría la fortaleza y sus gentes olvidarían pronto como por unos días habían sido el centro de Poniente, y quien sabe si protagonistas del futuro de los Siete Reinos.